“OJALÁ PUDIERAN VER LAS RISAS”
La llegada. Pasaron unos meses y así fue, llegó mi primer día en LA: llaman a la puerta y ¡era Eric!, recogiéndonos para el brunch..., así comenzó la experiencia personal y profesional que más me ha marcado últimamente. Tenía la necesidad de desnudarme en todos los sentidos, desprenderme de capas, dejar hacer desde el principio y que me sorprendieran las maneras de alguien diferente que se sentara conmigo a ver cómo vestíamos mis canciones, cómo proyectaba su virtuosismo en mi manera de entender la música. Y así se lo hice saber. La sorpresa llegó cuando Eric me hizo ver que le ocurría lo mismo.
Ha sido una experiencia maravillosa, sanadora, la rutina de los días de estudio, llegar a la casa, encender la barbacoa y quedarnos en el jardín charlando hasta que nos vencía el sueño. Ojalá pudieran ver el proceso, las risas, las anécdotas, cómo hemos vivido todo este tiempo en California, en Los Ángeles, esas cenas en Melrose Place, el paseo por la acera de las estrellas (y que me diera cuenta ya cuando iba por la mitad), el desierto maravilloso de Joshua Tree, Venice, Santa Mónica, un garito de rockeros al que nos llevaron, de estos de toda la vida, ¡maravilloso!
Gazpacho
made in USA. ¿Alguna anécdota? El 4 de Julio, Eric hizo una barbacoa invitando a los músicos, amigos..., y cocinó su plato estrella… bueno, yo hice lentejas, una tortilla de papas de estas cruditas por dentro y jugosa y 5 litros de gazpacho, a lo Martínez Soria (risas) y cuando pusimos toda la comida en la mesa, los americanos se tiraron en bomba, triunfaron tanto la tortilla y el gazpacho, que tuve que volver a hacer días consecutivos y llevarlo al estudio, no porque me lo pidieran, ellos son muy prudentes y educados, pero sólo por ver de nuevo esas caras de satisfacción. Por eso, este disco está cargado de alma, de naturaleza, de vida y de gente maravillosa que ha participado en él.