Glamour (Spain)

SOY MALA MADRE

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Se siente malamadre de dos buenas hijas y lo dice sonriendo. Simpática y reivindica­tiva, Laura Baena se ha convertido en tiempo récord en espejo para muchas mujeres con problemas para conciliar con la vida laboral y, también, para defender su identidad. “Nosotras decimos que la M de madre no puede aplastar a la M de mujer”, explica refiriéndo­se a la labor que realiza en su Club de Malas Madres. En su cuello luce un colgante No soy superwoman, de su línea complement­os. GLAMOUR: ¿Cuántas veces al día te sientes malamadre? LAURA: Muchísimas, lo llevas contigo y es liberador. Cuando te das cuenta de que eres malamadre desaparece bastante culpa. GLAMOUR: ¿Por qué elegiste un título negativo para tu iniciativa? LAURA: Fue todo de manera natural… Nunca pensé que mi mejor idea como creativa me la daría la maternidad. Cuando estuve de permiso, me di cuenta de que la maternidad es la gran mentira de esta sociedad. Nos han vendido la idealizaci­ón de un estado en el que van a cambiar tus prioridade­s, va a haber un flechazo, vas a sentir que el amor verdadero ha llegado. Cuando fui madre por primera vez hace cinco años, estaba en un momento de crisis existencia­l. Me encanta mi profesión, es muy pasional, pero por los ritmos maratonian­os que se tienen en publicidad no estaba feliz. Cuando fui madre, me autoengañé hasta pensar que me iba a dar ig ual mi carrera. Craso error. Empecé la baja, estaba muy bien con mi niña, pero tenía sentimient­os enfrentado­s. No estaba sintiendo ciertas cosas, me encontraba mal por no saber si era la madre perfecta, con paciencia infinita, con sonrisa perfecta... Estaba deseando que llegara mi marido para darle a su hija y respirar. Cuando volví al trabajo era madre pero todo seg uía ig ual. La gente espera lo mismo de ti, tú estás cansadísim­a, no encuentras tu lugar y tuve una crisis. Me creía superwoman y no era superwoman. Ahí es cuando me voy sintiendo malamadre, mala creativa, mala profesiona­l, mala espo - sa, mala todo. Entonces, un domingo de madrugada decidí abrir las redes sociales de Malas Madres. es tu mérito de malamadre?”. “¿Por qué te canonizarí­an como malamadre?”... Daba tips diarios con mucho humor y compartía esos intentos fallidos por ser madre perfecta. GLAMOUR: ¿Se hacía referencia también a los hombres? LAURA: Sí. Muchas veces me preguntan, ¿para cuándo un club de malospadre­s? Para cuando realmente sientan lo que sentimos, respondo. De ese sentimient­o de malamadre, empiezas a reivindica­r un cambio de modelo social de madre, te das cuenta de que la carga fundamenta­l y el cuidado de los hijos cae sobre los hombros de la mujer. De manera natural, comienzo a hablar de conciliaci­ón, de correspons­abilidad y a reivindica­r el papel

de mujer buscando también el apoyo del hombre. En mi caso, conciliamo­s los dos pero siempre la carga, la logística y las tareas invisibles caen sobre la madre. Este año estamos hablando en el club de “somos equipo”, de implicar al hombre en el cuidado de los hijos y del avance social que tenemos que lograr. La mayoría de los hombres no están implicados, el cuidado de los hijos sigue siendo femenino. GLAMOUR: ¿No crees que nosotras tomamos esa iniciativa? Porque ahora mismo, nuestras parejas son hombres modernos... LAURA: Hay una parte cultural, de una educación aprendida y un modelo social de madre que está arraigado. En la generación anterior, la mayoría de nuestras madres renunciaro­n a su carrera profesiona­l para cuidar de sus hijos. Romper con esa tradición, en una sociedad patriarcal, es muy complicado. Aunque nosotras luchemos contra marea, la sociedad está haciendo su papel y poniendo obstáculos. Con una baja maternal de cuatro meses y una baja paternal de quince días, es difícil implicar al hombre. Desde el momento que una baja no es equiparabl­e ni transferib­le, ya estamos dividiendo. Tiene que haber oportunida­des tanto para el hombre como para la mujer. Las consecuenc­ias de la conciliaci­ón y de la correspons­abilidad van más allá de la calidad de vida y del estrés, al final deriva en una sociedad donde la natalidad es cada vez más baja. Nos estamos quedando sin hijos. Y por otro lado, la falta de implicació­n del hombre en el cuidado de los hijos hace que haya una brecha salarial cada vez más potente, de casi un 15 por ciento. Según nuestro estudio, el 40 por ciento de las madres deja de trabajar para cuidar de sus hijos y el 80 por ciento tiene problemas para conciliar. Para mí es clave la flexibilid­ad, tenemos que aprender a trabajar por objetivos y no tanto por horarios. En nuestro equipo somos ocho mujeres, cada una tiene su horario, pero todas tenemos nuestras responsabi­lidades, cada una se adapta y organiza para sacar el trabajo adelante. No es fácil, es un reto. GLAMOUR: Lo que empezó como una vía de desahogo personal es ahora un club y una plataforma reivindica­tiva. ¿Ha cambiado tu vida? LAURA: Mi objetivo inicial era ser un lobby, y dos años después me doy cuenta de que nos hemos convertido en eso en temas de maternidad, conciliaci­ón y familia. Es muy gratifican­te, un orgullo, pero también una responsabi­lidad social muy grande. GLAMOUR: ¿Cuáles son tus principale­s objetivos ahora? LAURA: El objetivo inicial del club era desmitific­ar la maternidad y romper el mito de la madre perfecta. Las mujeres lo que más me dicen es “gracias, porque no me siento un bicho raro, no me siento sola”. Creo que eso ha ido calando y ahora, sin prejuicios, decimos cosas que antes no podíamos decir. Una madre no podía compartir un rato con sus amigas y tomar un gin-tonic, de malamadrea­r, o de seguir luchando por su carrera profesiona­l aunque eso le apartara de sus hijos. Siempre partiendo del sentido común, somos las mejores madres que podemos ser, con humildad. De ese primer objetivo, he pasado a luchar por la conciliaci­ón, poniendo el problema sobre la mesa. La solución es luchar por la conciliaci­ón para todos, no sólo para las madres, porque hoy en día la madre es un problema para la sociedad, la mujer está penalizada por ser madre y, al final, tenemos medidas discrimina­tivas positivas que no nos ayudan. El problema base es la falta de correspons­abilidad y la implicació­n del hombre en el cuidado de los hijos. GLAMOUR: ¿Vais a cambiar la definición del amor? LAURA: El amor en pareja tiene una parte menos romántica de correspons­abilidad, de hacer equipo, de negociació­n, de sentarte a organizar la semana. El amor es sentirte acompañado y apoyado en tu carrera profesiona­l. En octubre, creamos la campaña #Yonorenunc­io, por la conciliaci­ón. GLAMOUR: Con esta iniciativa se piden desgravaci­ones para pymes con jornadas intensivas y flexibilid­ad de horarios. Se han recogido más de 300.000 firmas. ¿Estás en conversaci­ón con institucio­nes públicas? LAURA: Compromís presentó nuestra propuesta y se aprobó por unanimidad en las cortes de Valencia. En la Asamblea de Madrid me han invitado a la Comisión de la Mujer. En Toledo tuve la oportunida­d de hablar con Fátima Báñez y nos dijeron que nos iban a escuchar. Tampoco ése es mi objetivo principal. Mi meta es seguir haciendo ruido y que se nos escuche. GLAMOUR: ¿Te ves tentada a entrar en un partido político? LAURA: No, eso nunca. No me lo han ofrecido porque siempre hemos demostrado que somos un grupo independie­nte, que representa­mos a una generación de mujeres y no es una cuestión de colores sino un problema social. Tengo la responsabi­lidad social de mantenerme independie­nte, de velar porque se cumplan medidas que lleven a una conciliaci­ón real.

GLAMOUR: ¿Qué tipo de mujeres han influido en tu vida? LAURA: Muchísimas. Recuerdo que me caló mucho el libro de Susan Sontag, Ante el dolor de los demás. Adrienne Rich decía frases como “nadie ama todos los días, a todas horas. Las madres, tampoco”. Me impactó porque me di cuenta de que en el siglo pasado sentían esa culpa, también Sheryl Sandberg con su libro Vayamos adelante. GLAMOUR: ¿Y Orna Donath? LAURA: En su libro de Madres arrepentid­as hay testimonio­s muy duros, incluso verdades incómodas que te hacen pensar y a la vez rechazas. Siempre digo que no me siento identifica­da porque en Malas Madres no rechazamos ser madres y no nos arrepentim­os, simplement­e intentamos cambiar el modelo social para poder sobrevivir con humor y con dignidad. GLAMOUR: Qué agradecerá­n los niños, si tienen madres contentas… LAURA: La primera frase que pusimos en una camiseta era “mi mamá no sabe hacer croquetas pero de noche me lleva a la luna”. El amor y el sentir que siempre estás con ellos, eso es lo que da satisfacci­ón. En la generación anterior, igual estaban obsesionad­as por la mantita perfectame­nte bordada, las croquetas perfectas y al final estaban dejando de lado al niño. Sólo tienes que aceptarte a ti misma y madres felices, niños felices. GLAMOUR: ¿Y qué ocurre si el niño viene con trabajo de manualidad­es? LAURA: Me pasó el otro día, lo abrí a debate y tuvo un éxito brutal. Soy creativa y sería falso decir que no sé hacer una manualidad, pero no tengo tiempo ni ganas. En la educación estamos perdiendo mucho. Mi madre no se sentó nunca a hacer los deberes conmigo y no tengo ningún trauma. Ahora parece que somos padres helicópter­o que sobrevolam­os siempre a los niños... Hay que dejarles más ir porque estamos haciendo que no sean autónomos. GLAMOUR: ¿Tus fondos económicos de dónde surgen?

Surgen del trabajo y de una misma. Yo me fui de la agencia antes de que esto fuera algo. Cuando pude dedicar más tiempo, salió adelante, llegaron los medios de comunicaci­ón y las marcas que querían hacer cosas conmigo. El Club de Malas Madres es una empresa, una pequeña pyme, somos ocho. Desarrolla­mos acciones y eventos que tienen que ver con la comunidad. Por ejemplo, Kaiku sin lactosa tiene un proyecto que se llama Da el Paso, que anima a mujeres a dar el paso para cambiar cosas que no les gustan. GLAMOUR: ¿No funcionáis con aportacion­es? LAURA: Ahora mismo no, pero es uno de los caminos que estudio para que Malas Madres sea un club de verdad. GLAMOUR: ¿Qué balance haces? LAURA: Hace unos años, no pensaba conseguir todo esto. Tenemos una concepción de la sociedad en la que pensamos que sólo se pueden conseguir cosas con ciertos favores, conociendo a ciertas personas y que la gente que empieza de cero no lograr sus objetivos. Al final, me he dado cuenta de que todo el mundo que me rodea ha conseguido cosas igual que yo. Con esfuerzo, pasión y mucha energía se llega, aunque no todo el mundo está dispuesto a sacrificar­se.

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