Cazadores de musas
Si algunas firmas recurren a su ADN para presentar sus propuestas, otras prefieren buscar inspiración más allá de sus headquarters. Un reto que se renueva cada temporada. Texto: Vanessa Santos
La moda, como casi cualquier disciplina que reclama a gritos emoción y creatividad, tiene una relación verdaderamente complicada con las musas –entiéndase musa como la “inspiración que siente el artista y que estimula o favorece la creación o composición de obras de arte ; esta inspiración suele representarse personificada”, seg ún la RAE–, hasta el punto de que, hasta hace pocos años, el objeto de inspiración del diseñador era casi tan importante como la propia colección que presentaba. Concepto escurridizo donde los haya, la inspiración era la idea sobre la que los críticos de la industria hacían circular su discurso, la preg unta recurrente en cualquier entrevista que versaba sobre moda, la preposición que añadía coherencia a todas las salidas de un desfile... Hasta que llegó Phoebe Philo y descubrió al mundo su colección para esta primavera. La última Reina Midas de la industria de la moda, la que convierte en tendencia todo lo que toca, reproducido casi de inmediato por las grandes cadenas de moda, rehusó dar ninguna declaración antes, ni tampoco después, de la celebración de su desfile durante la pasada semana de la moda parisina. “Quiero dejar que la ropa hable por sí misma”, llegó a comentar la diseñadora francesa. Toda una declaración de intenciones y el inicio de una “g uerra” abierta a las musas que Philo materializa en forma de dicotomía perfecta para mujeres modernas.
Y es que, a la vista está, la pasarela ofrece una clara disyuntiva a la sensibilidad de los diseñadores. Con la moda convertida en un fenómeno global y de masas, la parisina formada en la prestigiosa
Central St. Martins londinense es, en fin, el caso que mejor ilustra ahora mismo la recién estrenada acepción de inspiración, ésa que indag a en los archivos de la casa para reinventar un código genético hiperreconocible, que l ibera al diseñador de la eterna esclavitud de las tan sobrevaloradas musas.
Santo y seña de la casa . Curtido desde hace años en las bambalinas de la firma italiana y con una sensibilidad afín a los que siempre se han sentido del lado de los outsiders, Alessandro Michele hace de su capa un sayo y re curre en su última colección para Gucci a referencias del vintag e más pop del sig lo veintiuno. Resulta curiosa la intercambiabilidad de cada una de sus 75 salidas de primavera con las de la temporada anterior. Incluso con la anterior a la anterior. El culpable de devolverle un nuevo e inusitado esplendor a la casa italiana lleg ó a afirmar que las temporadas no tenían ning ún sentido para él y que no tenía ning ún inconveniente en seg uir usando las mismas prendas año tras año.
Por su parte, Anthony Vaccarello eligió como escenario para su debut en ( Yves) Saint Laurent los headquarters de la maison –un palacio deslumbrante en reconstrucción que había sido antes un monasterio y un edificio militar– en el corazón de la capital francesa. Un dato revelador. El hasta entonces director creativo de su firma homónima buceó en los archivos de la casa para recuperar sus códigos e inauguró el show con un minivestido de piel negra, que era el trasunto perfecto del que Yves Saint Laurent mostró al mundo en 1982. Además, guiños a una hipersexualidad manifiesta –de la que también hacía gala el fallecido Yves Saint Laurent– materializada en forma de tacones de aguja brillantes, siluetas mini, transparencias y exceso de piel con las que Vaccarello recupera la esencia original de la casa y deja de un lado el legado de Hedi Slimane, amigo de una provocación mucho menos obvia. “Busco un tipo de simplicidad y elegancia que sean actuales. Quiero centrarme en el ahora y tratar de hacer algo mucho más sencillo, buscar una nueva forma de elegancia”, decía Miuccia Prada en referencia a la colección que presentó el pasado mes de febrero en Milán. Shorts cortísimos y floreados asomando tímidamente debajo de sobrias chaquetas de cuadros, vestidos lisos y negros apenas iluminados por un cinturón de color, impermeables ceñidos al cuerpo o faldas recatadas fueron algunas de las prendas que la
SAINT LAURENT BUCEA EN LOS ARCHIVOS DE LA MAISON
italiana mostró sobre la pasarela. Daba la sensación de que (casi) todas eran combinables entre sí. Ropa moderna para mujeres contemporáneas, la quintaesencia de una casa más ocupada últimamente en diseñar colecciones funcionales que en imaginar mundos de ensueño que sir van de inspiración.
Desde la capital francesa, JW Anderson continúa construyendo su propia y original identidad para Loewe; la británica Clare Waight Keller reinventa la dulzura de la mujer Chloé, temporada tras temporada, con colecciones usualmente frescas y accesibles en las que resuenan ecos franceses y resaltan, como en esta última, notas náuticas. Y el belga Dries van Noten fusiona lo simple con lo complejo con una maestría ejemplar que alcanza cotas de valor infinito esta primavera.
La musa es una noble doncella.
Se dice que la inspiración está vinculada al estímulo espontáneo que surge en el interior de un artista. Sin embargo y a pesar de su espontaneidad, el que desea inspirarse puede contribuir a que ésta aparezca. En este sentido, alg unos diseñadores prefieren partir de una historia, un concepto muy concreto que añada coherencia a todas las piezas que componen una colección, a los colores que utiliza, a los tejidos, incluso a las modelos seleccionadas durante el cásting y a las sensaciones que pueda percibir el público a la hora de presenciar el desfile. Esta temporada, la pasarela elige inspiraciones personificadas en forma de musas, como es el caso de Carol Lim y Humberto Leon que fijan su mirada en el artista español Antonio López y sus noches desenfrenadas en Studio 54 a finales de los años 70, en su propuesta para Kenzo; o la cantante de country americana Loretta Lynn, que se convierte en el leitmotiv de una historia que recorre los parajes más recónditos de la América profunda de la mano de la también norteamericana Anna Sui. El legado de la excepcional fotógrafa italiana Tina Modotti y sus ideas sobre la belleza están presentes en las siluetas etéreas y femeninas características de Alberta Ferretti y que, sorprendentemente, combina con un tayloring perfectamente ejecutado esta temporada. Los años 80 y su atmósfera de retrofuturo siempre han sido un elemento de inspiración recurrente para las etiquetas de lujo. A ellos regresan Maxwell Osborne y Dao-yi Chow en su ejercicio futurista para DKNY y Jeremy Scott, que busca en Susan Seidelman el hilo conductor de su propuesta.
STUDIO 54 INSPIRA LA COLECCIÓN DE KENZO