LA MODA MIRA DE NUEVO HACIA RUSIA
Douglas que, al igual que Lotta, hace las veces de modelo para Balenciaga ; la editora Miroslava Duma, y por último, la encargada de recorrer las calles de Moscú y San Petersburgo en busca de potenciales modelos cuya belleza se aleja de los cánones establecidos, Avdotja Alexandrova, todos ellos encabezan este torbellino artístico alternativo que azota la industria del lujo desde hace unas temporadas.
Vacíos del underground postsoviético.
Desde eventos deportivos en estadios moscovitas, hasta pasarelas de París, galerías de arte de Londres, restaurantes chinos en barrios de dudosa reputación o escenarios más propios de la escena skate que de un show de moda, la nueva estética postsoviética huye de los arquetipos que históricamente se le atribuyen a la moda que viene de Rusia – excesiva, ostentosa y, por qué no mencionarlo, hortera en multitud de ocasiones–, para apropiarse de conno - taciones que beben directamente de la década de los 90, que buscan referencias en las minorías contraculturales – en un principio, las siluetas se inspiraban en el estilo de los jóvenes que acudían al templo del techno berlinés Berghain, una de las discotecas más famosas del mundo–, y que dirig en su mirada hacia una estética deportiva completamente alejada del sport americano, o lo que viene a ser lo mismo, inspirada en la calle y en los suburbios y alejada del capitalismo. Sin embargo, y a pesar de que nuestros protagonistas parecen empeñados en rellenar los huecos que surgieron en la escena cultural rusa más underground tras la caída del telón de acero, ellos mismos no consideran que sus propuestas puedan situarse f uera del sistema . Y en efecto, la producción limitada de prendas sencillas y con mensaje de Gosha Rubchinskiy o las siluetas irónicas de Vetements son alg unas de las más codiciadas por los insiders de la industria y sus precios han lleg ado a multiplicarse por diez en la venta online.
El brillo que viene de Europa Oriental.
Katerina Zolotrubova, editora de moda de la edición rusa de Vogue, se refirió a ellos con el término gopnik, acepción rusa con cierta connotación peyorativa con la que dirigirse a “los chicos malos de los suburbios”. Mientras que la lituana Ieva Zu, creadora del blog de moda Fashion Bloc (una website dedicada a la moda de Europa del Este), aseg ura que, en efecto, hay un movimiento artístico imparable que se inspira en la cultura surgida tras la caída de la antig ua Unión Soviética. No es coincidencia que firmas de moda como Sputnik 1985 –dirigida a una juventud reivindicativa que se viste con prendas deportivas normcore, prints de inspiración ravera y mensajes provocadores– elija el cirílico para dibujar el nombre de su marca, ni que cuando uno entra en la página web de Gosha Rubchinskiy la imagen de su home sea un campo de fútbol ruso y se pueda leer (o no) su nombre también en cirílico. Junto a ellos, otras firmas despuntan haciendo de la estética neotechno del Berlín de los 80 su bandera, como Turbo Yulia, o del feísmo su relig ión, como sucede con Tigran Avetisyan o MISBHV. Mientras tanto, etiquetas high fashion más convencionales como Valentino, Nike o Michael Kors ultiman su regreso al país emergente que, gracias a la tímida recuperación económica que comenzó hace algunos meses tras la grave recesión que azotó al país, recupera su brillo y su poder de atracción para el mundo de la moda. Éste es el nuevo orden soviético.