Glamour (Spain)

Chrissy Teigen ÉSTA ES MI “CARTA ABIERTA”

- Fotos: Miguel Reveriego. Estilista: Jillian Davison

Modelo, presentado­ra de TV y amante de las redes sociales, la mujer de John Legend no tiene pelos en la lengua. Por primera vez, y con la sinceridad que acostumbra, habla sobre su depresión posparto.

Chrissy Teigen, 31 años, es muchas cosas: covergirl de Sports Illustrate­d, autora del libro de cocina más vendido en The New York Times, presentado­ra del programa de televisión Lip Sync Battle y pronto diseñadora de una línea de moda con Revolve. Pero Chrissy es más conocida por lo que su marido, John Legend, llama “su boca inteligent­e”. Opina sobre cualquier tema, desde la política a las estrías, vía Twitter en 140 caracteres.

Lo que las mujeres aman de Teigen es que es, como ella misma admite, “un libro abierto”. Lo mismo te prepara una pechuga de pato marinado que te cuenta que accidental­mente se cortó el dedo con la mandolina. ¿Preg untarle cuál es el lug ar más salvaje y atrevido donde ha mantenido relaciones sexuales ? Ella te contestará (un avión). Y es que aborda cualquier tema con la misma sinceridad cruda y real.

Aunque hay una cosa que no ha compartido aún : después de dar a luz a su hija , Luna, en abril de 2016, Teig en sufrió depresión posparto, una condición que afecta a una de cada ocho mujeres, seg ún Centers for Disease Control and Prevention. En esta carta exclusiva para GLAMOUR, Teigen habla de su experienci­a , por qué lo mantuvo en secreto y cómo lo está afrontando ahora . Tan cruda y real como siempre. Es tu turno, Chrissy.

“Cuando GLAMOUR USA me dijo que sería su portada, me emocioné. En serio. Como lectora habitual de la revista no podía creérmelo. Siempre había asumido que llevando trajes de baño (o la mitad de un traje de baño) no sería la elegida para una revista que no sólo me encanta, sino que también respeto. Sin embargo, ¡aquí estoy! Cuando me pidieron que escribiera un ensayo, la idea me gustó, pero cada vez que encendía el ordenador me entraba el miedo. ¿Temas? Enseguida me di cuenta de que he hablado de todo lo que se podía hablar. Supongo que ése es el dilema al que uno se enfrenta cuando… bueno… no puede dejar de hablar. He sido una bocazas desde que nací. Así que decidí que hablaría de algo que nadie supiera de mí; sobre todo, porque yo misma acabo de descubrirl­o.

A muchos, creo, les pareceré la persona más feliz del planeta. Tengo un marido increíble, John, y estamos juntos desde hace más de 10 años. Ha visto mis éxitos y fracasos, he visto los suyos. Me ha visto en mi peor momento, pero diré que no creo haberlo visto jamás en el suyo. Es exactament­e tan compasivo, paciente, amoroso y comprensiv­o como parece. Y lo odio. Bueno, no lo odio. Pero puede volverte loca a veces si eres tan cínica como yo. Si no fuera yo, si una mujer me hablara de su pareja como acabo de hacerlo me disculparí­a con cortesía mientras pondría en blanco los ojos de incredulid­ad.

Cuando John y yo empezamos, descubrí mi amor por la cocina. En una de nuestras primeras citas, lo llevé a Daniel. Me bebí un margarita de 40 $, comimos rillettes de salmón ( una pasta de salmón elaborada) y recé porque mi tarjeta no fuera rechazada. Como no podía permitirme llevarle a más cenas como ésa, empecé a cocinar más y más en casa para los dos. Hice mi propia versión de esa pasta de salmón, lubina al horno, ossobuco. Cuando por fin salió a la venta mi primer libro de cocina, me sentí orgullosa de mi trabajo. Siento ese mismo orgullo en Lip Sync Battle.

Y hace un año, en abril, John y yo formamos una familia. Tuvimos a nuestra hija Luna, que es perfecta. Es de alguna manera igual que yo, igual que John e igual que ella misma. La adoro.

Tenía todo lo que necesitaba para ser feliz. Y, sin embargo, durante gran parte del año pasado, me sentí infeliz. ¿Cómo podía sentirme así cuando todo era perfecto? He tenido dificultad­es para entenderlo y dudé incluso si debía hablar de ello, porque todo lo que digo se convierte en ‘algo’. Durante el embarazo,

“El médico DIAGNOSTIC­Ó: DEPRESIÓN Y ANSIEDAD POSPARTO”

lo que pensé que eran comentario­s sobre la FIV se convirtier­on en titulares sobre mí eligiendo el sexo de mi hija. Y ya puedo imaginar lo que se dirá de mí después de esto. Pero es una parte importante de mi vida y también de la vida de otras mujeres. Me sentiría mal si escribiese sobre otra cosa. Así que aquí va.

Tuve un embarazo maravillos­o y enérgico. Luna se sentó dentro de mí como un pequeño Buda de piernas cruzadas mirando hacia mi espalda durante nueve meses. Nunca vi su cara en una ecografía, sólo su trasero o la parte posterior de sus pies. Cada vez que veíamos una nariz, se movía rápidament­e. John, mi madre y mi hermana estaban en la sala de parto. John hacía de dj y Luna, apropiadam­ente, nació con la canción Superfly. La letra dice: Darkest of night. With the moon shining bright. Inmediatam­ente la puse en mi pecho. ¡Y tenía cara! Estaba tan feliz. Y agotada.

Cuando di a luz a Luna, nuestra casa estaba en construcci­ón, así que vivimos en una casa de alquiler y después en un hotel. Achacaba a estas extrañas circunstan­cias mis nervios o tristeza. Recuerdo haber pensado: “Tal vez esté mejor cuando tengamos una casa”.

Volví a trabajar en Lip Sync Battle en agosto, cuando Luna tenía cuatro meses. El programa me trató increíblem­ente bien. Cuando Luna estaba en el escenario, no hacían ruido. Bajaron el aire para que ella no tuviera frío. Hacían pausas para que pudiese darle el pecho. No había un lugar mejor para volver a trabajar. Pero me sentía diferente. Levantarme de la cama era un sufrimient­o. Mi lumbar palpitaba, los hombros –incluso las muñecas– me dolían. No tenía apetito. Podía estar dos días sin probar bocado... y sabéis lo importante que es la comida para mí. Una cosa que me afectó mucho fue lo distante que estaba con la gente. Estaba en mi camerino, mientras me maquillaba­n, y alguien del equipo llamaba a la puerta para preguntar: “Chrissy, ¿conoces la letra de esta canción?”. Y la olvidaba. O, “¿Chrissy, te gustan estas orejas de gato o estas zarpas de panda?”. Y contestaba : “Lo que quieras, no me importa”. Se iban. Y me echaba a llorar. Mi maquillado­ra me secaba las lágrimas y me daba unos minutos. No entendía por qué era tan infeliz.

Cuando no estaba en el estudio, nunca salía de la casa. Nunca. Me pasaba el día en el sofá, rara vez reunía la energía suficiente para subir a la cama. John dormía en el sofá conmigo, a veces cuatro noches seguidas. Empecé a guardar túnicas y ropa cómoda en la despensa para no tener que subir las escaleras cuando John se fuera a trabajar.

Antes, cuando entraba en un sitio tenía cierta presencia : cabeza alta, hombros hacia atrás, sonrisa grande. De repente, me había convertido en una persona cuyos hombros se encogían debajo de su barbilla. En esa época, me dolían los huesos. Tenía que ir al hospital, el dolor de espalda era insoportab­le. Me sentía como en un episodio de Anatomía de Grey con esos chicos a mi alrededor haciendo preguntas. “¿Tal vez sea una infección de riñón?” Nadie lo entendía. Me preguntaba: “¿Me lo estoy inventando? ¿Este dolor es real?”.

En diciembre comencé mi segundo libro de recetas. Con el primero estuve en la cocina todo el tiempo. Sentía una emoción genuina por cada receta. Pero éste coincidió con mi falta de apetito y la idea de tener que probar la comida me hacía vomitar. Antes de las vacaciones, fui a mi médico para una revisión. John se sentó a mi lado. Miré a mi médico y mis ojos se empañaron porque estaba cansada de sufrir. De dormir en el sofá. De despertarm­e durante toda la noche. De vomitar. De no disfrutar de la vida. De no ver a mis amigos. De no tener la energía para llevar a mi bebé a dar un paseo. Mi médico sacó un libro y comenzó a enumerar los síntomas. Y yo respondía: “Sí, sí, sí”. El diagnóstic­o fue: depresión y ansiedad posparto.

Recuerdo que estaba agotada pero feliz de saber que podíamos empezar a mejorar. John sentía lo mismo. Comencé a tomar un antidepres­ivo que me ayudó. Y empecé a compartir la noticia con amigos y familiares, porque sentía que todo el mundo se merecía una explicació­n. Cada vez se hacía más fácil decirlo en voz alta. (No me gusta decir “tengo depresión posparto” porque la palabra depresión asusta a mucha gente. Suelo llamarlo sólo posparto. No obstante, tal vez debería decirlo. Tal vez disminuirí­a un poco el estigma.)

Quería escribir una carta abierta a amigos y empresas para explicar por qué había sido tan infeliz. El dolor mental de saber que fallé a tanta gente a la vez fue peor que el dolor físico. A pesar de que esto es algo por lo que no debería disculparm­e, quería disculparm­e. Escribí a mi productora ejecutiva en Lip Sync Battle, Casey Patterson. Ella es una de las mujeres más increíbles del universo y nunca dudé que lo entendería. Me dijo que lo había notado y que siempre estaría a mi lado. Tuve que posponer mi segundo libro de cocina, pero mi editora, Francis Lam, no podría haber sido más comprensiv­a. No exagero al decir la suerte que tengo de trabajar con estas personas. Antes de esto, nunca había pensado que alguien me diría: “Tienes depresión posparto”. Asociaba la depresión posparto con personas

“No salía DE CASA, ME PASABA EL DÍA EN EL SOFÁ. JOHN DORMÍA EN ÉL CONMIGO”

a las que no les gustaban sus bebés. No sentía ni remotament­e algo parecido. Miraba a Luna todos los días entusiasma­da. Así que no pensé que tenía este problema. No creí que pudiera sucederme a mí.

Tengo una vida genial. Tengo toda la ayuda que podría necesitar: John, mi madre (que vive con nosotros), una niñera. Pero el posparto no discrimina. No pude controlarl­o. Y eso es parte de la razón por la que tardé tanto tiempo en hablar: me sentía egoísta, asquerosa y extraña diciendo en voz alta que estoy luchando. A veces todavía lo hago. Sé que puedo sonar como una quejica. Mucha gente en mi situación no tiene ayuda ni familia ni acceso a atención médica. No puedo imaginar lo que sería no poder ir a los médicos que necesito. Me duele saber que tenemos un presidente que quiere quitar la atención sanitaria a las mujeres. Todos los días miro a mi alrededor y no sé cómo lo hace la gente. Nunca he tenido más respeto por las madres, especialme­nte las madres con depresión posparto.

Hablo ahora porque quiero que la gente sepa que esto puede pasarle a cualquiera y no quiero que se sientan avergonzad­as. Tampoco quiero fingir que sé todo sobre la depresión posparto, porque para cada persona puede ser algo distinto. Pero sí sé una cosa : hablar abiertamen­te sobre el tema me ha ayudado. Esto se ha convertido en mi carta abierta.

Al escribir esto en febrero soy un ser humano diferente al que era en diciembre. Como cualquier persona con DPP o sin ella, tengo días buenos y días realmente malos. Pero ahora los días realmente malos– que solían ser todos– casi se han ido. Hay días que todavía no salgo a la calle. Físicament­e aún me falta energía para muchas cosas, pero esto le ocurre a muchas madres primerizas. Mi dolor de espalda ha mejorado, pero las manos y muñecas todavía me duelen. Y algunos días tengo ganas de vomitar todavía. Pero estoy en ello.

Estoy agradecida por la gente que me rodea. John ha sido increíble los últimos nueve meses, trayéndome la medicina y viendo realities horribles conmigo. Cuando tenía un buen día, iba al Medieval Times conmigo ¡y se ponía un sombrero de época! Ve lo mucho que mis ojos se iluminan cuando hace esas cosas y sabe que eso es lo que necesito. Sé que a veces debe mirarme y pensar: “Dios mío, espabila”. Pero nunca me ha hecho sentir así. Quiere que sea feliz, pero no me hace sentir mal cuando no lo estoy. Amo a John y a Luna por encima de todo, y John y yo esperamos darle algunos hermanos a Luna. Posparto no ha cambiado esto. Quiero tener la energía suficiente para Luna: para subir las escaleras con ella, para jugar a hacer fiestas de té con ella. A medida que crece, se está volviendo más y más divertida. Sus ojos se están volviendo enormes, y quiero estar allí para esos ojazos. Y lo estaré. ¡Uf ! Odio haberte ocultado esto a ti.” XX, Chrissy

“Asociaba LA DPP CON PERSONAS QUE NO LES GUSTABAN LOS BEBÉS”

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 ??  ?? Chaqueta y pantalones, de Jil Sander; zapatillas, de Lacoste. En el cabello, Beauty-full Volumen Touchable Bounce Mousse, de Tresemmé.
Chaqueta y pantalones, de Jil Sander; zapatillas, de Lacoste. En el cabello, Beauty-full Volumen Touchable Bounce Mousse, de Tresemmé.
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Polo, pantalones y deportivas, de Lacoste. En las cejas, Brow Shaper de Clinique.

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