Series. Los antihéroes de Apatow
No son guapos, ni muy simpáticos y se ríen de la masculinidad. Al genio de la comedia norteamericana le gusta retratar a hombres alejados del rollo edulcorado que tanto gusta en Hollywood. Y, a la vista de su éxito, le funciona muy bien.
Gus (Paul Rust) ronda la treintena, trabaja de profesor particular para una actriz de Hollywood e intenta abrirse camino como guionista. No es guapo, es más bien una especie de nerd sin personalidad capaz de aguantar lo que sea por tener contenta a su chica, Mickey (Gillian Jacobs), una atractiva locutora de radio inestable y adicta. Se conocen, se ¿enamoran?, se pelean, se ponen los cuernos… y todo ello bajo la mirada de una ciudad, Los Ángeles, donde la soledad convive con las tiendas Seven Eleven y los Starbucks. De eso habla Love, la última y exitosa serie creada por Judd Apatow y donde, además de hablar con maestría sobre cómo se enfrentan los millennials a las relaciones de pareja, aparece de nuevo un denominador común en toda su filmografía y que no es otro que su personal y discutible manera de retratar a los hombres. ¿Por qué la mayoría son incapaces de superar el maldito síndrome de Peter Pan y resultan pelín insoportables ? Miedo a crecer. Y es que los hombres de Apatow son una especie de adultos que se comportan como adolescentes ( lo que se conoce ahora como adultescentes), a los que les cuesta madurar y que parecen sacados
de una escena de High School Musical. Les encanta jugar a videojuegos en casa mientras toman cerveza, en el caso de Gus, tocan la guitarra haciendo versiones de sus canciones favoritas, junto a unos vecinos de lo más particulares. A Apatow le interesa hablar del fracaso (sentimental, profesional o social) quizá como una vía para que nos sintamos identificados con ellos. Nunca verás hombres perfectos que se levantan de la cama sin legañas, que ligan a la primera con sus compañeras de trabajo y se machacan en el gimnasio. Se trata más bien de hombres que se ríen de su masculinidad y cuyo talón de Aquiles está en no saber gestionar sus emociones con las mujeres, vivir llenos de miedos y hundidos en inseguridades relacionadas con su propia existencia.
La obsesión por presentar a personajes masculinos ajenos a los estereotipos que nos suele vender Hollywood ha sido una norma en la carrera de Judd Apatow. En una de sus primeras series de televisión, Freaks and Geeks (1999), en su momento denostada y ahora llevada a los altares, nos contaba las anécdotas verídicas de un grupo de estudiantes liderado por Lindsay, una joven que quiere dejar de tener imagen de empollona y juntarse con los más gamberros de la clase, y su hermano pequeño, que se debatía entre la compañía de sus amigos o salir con una chica con la que no tenía nada en común. Y lo más importante : rompió por primera vez los estereotipos de protagonistas adolescentes exitosos para llenar la pantalla con antihéroes inseg uros, que se mueven de fracaso en fracaso. Muy curiosa es también la manera en la que los hombres Apatow se enfrentan al sexo, siempre muy presente en su cine. Seth Rogen, uno de sus actores favoritos, interpreta a un colgado sin futuro que deja embarazada a su lig ue de una noche (una joven g uapa y con carrera a la que da vida la incombustible Katherine Heigl) en Lío embarazoso. En Virgen a los 40, Steve Carell interpreta a un tipo de 40 años que comete el error de decir a sus compañeros de trabajo que nunca ha tenido relaciones sexuales; a partir de ese momento todo el mundo querrá que pierda su virginidad cuanto antes. Porque, ¿cuántas veces vemos en el cine taquillero de Hollywood a un protagonista que no sea una máquina sexual?
Humor hormonal. Otra de las cosas que nadie le puede criticar a Judd Apatow es su obsesión por hacernos reír a base de desnudos, lenguaje obsceno y situaciones inverosímiles. En Si fuera fácil se pone más dramático al hablarnos de temas “más serios” como las dificultades para conciliar la vida familiar con la de pareja, el vértigo existencial al hacernos (más) mayores o cómo educar a nuestros hijos. Y si nos fijamos en el físico de sus actores fetiches, como Ben Stiller, Seth Rogen, Will Ferrell, Jason Segel, Steve Carell o Jonah Hill, ninguno puede ser calificado de sex symbol al uso y quizá ahí radique su éxito. ¿Alguien se imagina a Scott Eastwood dando vida a un antihéroe millennial enganchado a una relación tóxica? Sin embargo, las mujeres de Apatow son todo lo contrario: independientes, con sus inseguridades, como todo el mundo, pero mucho más valientes y asertivas que los hombres. Ahí está el ejemplo de Girls y Lena Dunham, de Kristen Wiig o de Amy Schumer, la cómica de moda en EE UU. Por no hablar de su mujer en la vida real, Leslie Mann, muy habitual en su cine y a la que ha sabido sacar partido en películas como Hazme reír. Y es que como él mismo dice, “estar rodeado de mujeres comprometidas con la lucha por la igualdad de derechos me permitió entender mejor el feminismo”. ¿Será por eso que sus hombres son tan atípicos también?
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