EL NUEVO PRERRAFAELITA
El look 54 de Loewe, el último en pisar la pasarela de la colección F/W17, manifiesta la pasión de su creador J.W. Anderson por la artesanía. El Arts&crafts conversa con el lujo.
Hablar de William Morris y de la Hermandad Prerrafaelita queda lejos e, incluso, en un número de GLAMOUR como éste, con el tema de la revolución tecnológica como telón de fondo, cabría pensar que es hasta paradójico. Pero es que hoy artesanía es innovación. Y hay tanto de magia en los procesos tradicionales aplicados a la moda como en la ciencia ficción llamada impresión 3D, por ejemplo. La etiqueta de lujo de origen español Loewe lleva 171 años directamente vinculada a la idea del trabajo manual, siendo la artesanía un valor intrínseco a su ADN, tan evidente en este caso como la necesidad de agua o luz para el ser humano.
La tradición como algo cultural. Jonathan W. Anderson como apasionado, dicen que hasta la obsesión, por la artesanía más premium, ha hecho que Loewe, más allá de ser una marca comercial, entable una conversación con la cultura. Por eso creó el Loewe Craft Prize y por eso, hoy, elige procesos absolutamente artesanales para sus prendas, pese a que a primera vista parezca obligado el uso de inteligencia artificial
para su confección. “A medida que entramos en un paisaje digital, necesitamos y queremos conectarnos con cosas hechas a mano”, comentó hace unos meses en el marco del Loewe Craft Prize. “Mirando el trabajo de gente como William Morris o Bernard Leach te das cuenta de que la idea actual de lujo está desvirtuada”, dijo en una entrevista en W. Y es que el verdadero lujo es otra cosa para el norirlandés. El padre del Arts&crafts transformó la manera en que contemplamos la artesanía, decidió apostar por el trabajo manual y darle relevancia, convirtiéndolo en pasión. Punto desde donde parte Anderson, haciendo que las palabras arte y modernidad formen también parte de este nuevo lenguaje que él, sin duda, lidera.
El look 54 de la colección F/W17 condensa y ejemplifica a la perfección su discurso. A simple vista, vemos cómo el vestido sufre una metamorfosis, mutando en otro tejido diferente, con otra textura y aspecto. A priori, cabe esperar encontrarse en las especificaciones técnicas de confección con el uso de un proceso innovador y puntero, con una máquina quizá de precisión extraordinaria. Pero no. La técnica agugliato –así se llama el modo de conseguir tal transformación– es un método absolutamente artesanal mediante el cual varias fibras se enredan mecánicamente para producir una tela “no tejida”. La penetración repetida del punzón en una banda de lana provoca la unión sin costuras de varios materiales. Et voilà ! Metamorfosis conseguida. Un vestido como éste muestra la necesidad de recuperar la pequeña artesanía, al margen de cualquier maniobra de márketing. El intelectual John Ruskin, coetáneo y amigo de Morris, no hubiera tardado en destacar un trabajo como éste –que se repite a lo largo de toda la colección– y, por ende, en subrayar el trabajo de J.W., que a día de hoy es el nuevo prerrafaelita de la moda, capaz de unir los conceptos artesanía e innovación en la misma frase sin que resulte contradictorio.