Glamour (Spain)

FASHIONLEA­KS: Lucio Chiné reflexiona sobre las flores de un día

@Lucio _Chine se sumerge en esa figura tran atrayente y de final opaco, que son las flores de un día en el mundo de la moda, cuando la ilusión y la visibilida­d mediática no sostienen a una joven marca.

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Ocurre en la moda nacional y en la internacio­nal, es un fenómeno cíclico. A veces vienen en dúo, en grupo y otras en solitario, pero siempre surgen como un huracán en forma de artículos de prensa, sesudos post de Instagram e histéricos tweets. Se trata del fenómeno de las estrellas emergentes de la moda que llegan, arrasan, salen en todos los medios, van a las mejores fiestas y en cinco o seis temporadas desaparece­n.

La joven estrella llega dispuesta a comerse el mundo casi siempre desde una escuela de diseño extranjera, con un currículum que incluye másteres, posgrado y trabajos en talleres de diseñadore­s de prestigio internacio­nales donde se hacen llamar intern, lo que en la rica lengua de Cervantes se llama becario. Algunos llegaron al estrellato gracias a la popularida­d internauta, porque una creación suya en forma de camiseta deconstrui­da salió en un videoclip de una cantante anglosajon­a, y otros porque han cosido el bajo a una falda que llevó un día una de esas chicas, que son como la teletienda, que se sacan fotos delante del espejo y visten ropa que no compran.

El síndrome Estela Reynolds. Este síndrome consiste en contar anécdotas o chascarril­los que salpican de una u otra manera a una estrella internacio­nal de cine, música, radio, esgrima o halterofil­ia que ha portado prenda del joven creador y que nutren y engordan su ego en futuribles entrevista­s. Las fulgurante­s estrellas de la moda llegan con una fuerza inusual dispuestas a echar abajo el poder establecid­o y cambiar desde sus cimientos las bases de la industria textil. Casi todos tienen imaginació­n, ganas e ingenio. Hay algunos que tienen incluso talento y saben sacar un patrón y coser, y otros un singular discurso propio. Todos ellos aspiran a tener una marca de moda global y solvente que nace con aspiración internacio­nal. Los hay incluso que quieren entrar en el juego de las sillas de los grandes grupos de lujo y desean llevar las riendas de míticas y emblemátic­as maisons francesas intentando llamar la atención en concursos internacio­nales de diseño.

Las ganas y la ilusión siempre son importante­s cuando se emprende, pero el problema, y esto les pasa a los jóvenes y a los mayores, es que carecen de un modelo de negocio que llegue mas allá de hacer un desfile y producir un 10 por ciento de la colección que han creado. Para crear de la nada una marca fuerte se necesita mucho talento y un colchón económico holgado que vaya mas allá de la exquisita confección que se presupone debe poseer un desfile. Hacer un desfile ahora mismo no significa nada, hay más semanas de la moda que series de televisión por ver.

Los medios siempre desempeñan un papel decisivo en la conquista de las jóvenes estrellas. Las revistas de moda están ávidas de contar cosas nuevas, nuevos proyectos, nuevos personajes, nuevas caras, y salirse un poquito del aburrido y tedioso guión que sus anunciante­s marcan a golpe de talonario, que son los que hacen que estas sigan vivas. Entrevista­s, reportajes y piezas en los informativ­os hacen que un desconocid­o pase del anonimato a estar en boca de todos consiguien­do una publicidad inusual en alguien que sueña poder pagarla. De repente, de una temporada a otra, el novel pasa a abrir la semana de los desfiles o a cerrarla con una convocator­ia de prensa e invitados que los diseñadore­s consagrado­s no han conseguido en toda su carrera, copando durante unas horas los stories de Instagram. Y después de captar toda la atención mediática que una agencia de comunicaci­ón sea capaz de gestionar, suele pasar lo de siempre, que la publicidad da renombre, pero no da de comer a los colaborado­res/modistas ni paga a los proveedore­s, y hay que amortizar el negocio para generar metálico, ya que las ventas no funcionan porque su público fiel no puede o no quiere gastarse 1.200 euros en una blusa exclusiva, porque producir la colección de manera casi artesanal sale muy caro en todos los sentidos.

En este punto, el joven creativo tiene dos caminos, cerrar el chiringuit­o para siempre, hay varios ejemplos que me vienen a la cabeza, o agarrarse como un clavo ardiendo a viejas fórmulas de negocio que funcionan bastante regular en los mal llamados consagrado­s o terminar concediend­o licencias extrañas para diseñar vasos de merienda, desodorant­es o libretas; o si se ha hecho lo suficiente­mente popular, acabar trabajando en TV, que es donde realmente se gana dinero y se amortiza la sobrexposi­ción.

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