QUE EMPIECE ELSHOW
Hoy más que nunca, la moda es puro espectáculo. Imaginarios distópicos, viajes en el tiempo, tecnología punta o futuro sci-fi completan performances nunca vistas. Luces, cámaras y acción.
Abordo de un ejército de drones sobrevolaba por encima de los asistentes la última hornada de it bags firmados por Dolce&gabbana. El futuro ya está aquí, pensarían muchos al contemplar semejante despliegue en un fashion show, donde lo techie se fundía con constantes guiños al catolicismo y motivos pop art. De esta guisa estética, entre eclesiástica y futurista como sacada de una escena The Young Pope, los italianos presentaban su propuesta O/I 18. “Cada vez que veo una película en el cine es mágico, sin importar cuál sea su argumento”, dijo alguna vez Steven Spielberg. Y la moda sabe muy bien cómo trasladarnos a recónditos lugares desde una pasarela. Lo que históricamente solo arriesgaban unos pocos, como Karl Lagerfeld para Chanel o Marc Jacobs para Louis Vuitton, ahora se convierte en principal premisa. ¿Quién hubiese imaginado hace un par de décadas asistir a un desfile de Tommy Hilfiger entre olor a neumático y gasolina para visitar la tendencia desde un auténtico circuito de Fórmula1?, ¿o que el sonido bombeante de un corazón nos diera la bienvenida en una sala de quirófano de dimensiones colosales entre cyborgs que desfilan portando sus propias cabezas bajo el sello de Gucci? Incluso la propuesta textil podría llegar a ser muy similar a otras anteriores, fiel a un ADN, pero presentada en diferente contexto.
En algún lugar de otros mundos. La opción de la discreción sigue estando ahí, pero la moda nos viene enseñando cómo un desfile, más que para mostrar una sucesión de prendas, viene a hacernos soñar
con toda clase de inspiraciones, futuros perfectos, a veces distópicos, o escenas añoradas e ideales del pasado. Algo no muy distinto de lo que hace el cine. La recién presentada temporada O/I 18 de Givenchy da buen ejemplo de ello desde el Palais de Justice de París, Clare Waight Keller recrea una estampa años 50 inspirada en el cine negro; y Nadège Vanhee-cybulski orquestó un bucólico jardín semiabierto para Hermès. Ahora padecer síndrome de Stendhal, a lo largo de esos minutos de impacto instagrameable, comienza a ser lo esperado. Sobre el hecho de no pasar desapercibido sabe bien Demna Gvasalia, nombre reconocido ya como revolucionario de nuestro tiempo. “Por primera vez he sido testigo de cómo la moda puede ser útil en muchos otros aspectos más que para cubrir el cuerpo”, decía el diseñador tras presentar su última propuesta para Balenciaga.
Nuevos sets, nuevos paradigmas.
Una montaña para skaters plagada de grafitis sirvió como emplazamiento perfecto para albergar una unión sin precedentes sobre la pasarela: Balenciaga y el Programa Mundial de Alimentos colaborarán con una donación del 10% de cada prenda vendida con su logo. Gvasalia hizo desfilar prendas con la imagen del World Food Programme, un programa mundial de reparto de alimentos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que distribuye bienes de primera necesidad en casos extremos como proyectos de desarrollo, refugiados de larga duración o víctimas de desastres naturales. Esta vez no existe lugar para la frivolidad o la ironía, el apoyo a la causa es firme. Tan firme como su gigantesca puesta en escena de tintes urbanos en Studio 217, en Plaine Saint-deni. Otro de los grandes momentos de la futura propuesta otoñal
aconteció en Nueva York, en el parque industrial de The Brooklyn Navy Yard, cuando la modelo Irina Shayk abrió el desfile de Philipp Plein de la mano de un robot Transformer en una espectacular recreación de una galáctica estación de esquí cubierta con nieve artificial. También en Nueva York, pero sustituyendo la nieve por millones de palomitas de maíz, Calvin Klein soñaba con la América profunda. “Menos horror y más esperanza”, dijo Raf Simons después de su tercer desfile para Calvin Klein cuya puesta en escena contó con la colaboración del artista Sterling Ruby y el estudio Bureau Betak. Raf definió su trabajo como una mezcla de seguridad y protección con referencias a películas como Safe (1995) o La
Seducción, el filme más reciente de Sofia Coppola ambientado en la Guerra Civil de EE.UU.
Lo tuyo es puro teatro.
El patrimonio de grandes ciudades últimamente se antoja como escenario perfecto para una puesta en escena de película. Si la temporada pasada Les Invalides servía como incomparable telón de fondo para Nina Ricci, las faldas de la Torre Eiffel desplegaban esta vez un auténtico juego de luces en el último desfile de Saint Laurent by Anthony Vaccarello. Mientras en Madrid, el Teatro Real albergaba The Hunting, la última colección de Palomo Spain, en una cita ya imprescindible. No bastan con que te lo cuenten, la moda del presente hay que vivirla.