EL DÍA QUE ME ENAMORÉ DE UN UNIFORME
Decía Yves Saint Laurent que un buen diseño puede soportar la moda de 10 años. Creo firmemente que un uniforme puede incluso superar la longevidad de esta afirmación. En los años 60 fue un traje antisistema, símbolo idealista y una forma de rebelión. De él me atrae su comodidad, y también su elegancia y cómo las opciones de estilismo se reducen básicamente a una o dos prendas, sin más vueltas. Jean-luc Godard, en La Chinoise (1967), representó con él las reivindicaciones del pensamiento maoísta, del que él era seguidor. Creo firmemente que el estilo personal proyecta, en ocasiones, ideologías y modos de ser, de vivir y de pensar. Los protagonistas de La Chinoise tenían una idea romántica de cambiar el mundo que dibujaban también a través de su indumentaria práctica, funcional, discreta. Llevar uniforme en la China de Mao era rechazar a la burguesía y al patrón occidental de la belleza. La película de Godard se desarrolla en París, un país libre que estaba a punto de vivir su célebre Mayo del 68. Sus personajes eran jóvenes, miraban a Mao desde la ética, pero también desde la estética. Reivindicaciones políticas aparte, y considerando solo la prenda de manera estética, cualquier modo de uniforme siempre ha ocupado un lugar especial en mi armario, y es una suerte que la moda actual reivindique también su uso a través de mil y una reinterpretaciones, desde sencillos looks monocolor abotonados, camisas que emulan una chaqueta militar o, incluso, unas senci- llas bermudas. La ausencia de reglas actual aporta libertad, aunque choca quizá con el concepto de fondo que aporta cualquier modo de uniformidad, sin estridencias ni salidas de tono. Parece paradójico hablar del uniforme como liberador, pero creo en su poder. Confort y versatilidad, no pido más. Esta prenda me lo da.
GODARD EXPRESÓ SUS IDEAS A TRAVÉS DEL UNIFORME