Glamour (Spain)

Fashion LEAKS

El incansable ojo crítico de @Lucio_chine nos plantea, a través del excesivo Gianni Versace, el fin de una época en la que la personalid­ad del creador era la piedra angular de la marca y no las estrategia­s comerciale­s.

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Escribía Madonna en una carta de despedida en la revista Time a Gianni Versace que había pasado unas vacaciones con todo su séquito en casa de los Versace en el lago de Como y que su vida allí era como la propia manera de ver la vida de Gianni, hedonista, exagerada, lujosa y barroca. Todos los días llegaban fabulosos vestidos a su habitación, las cenas eran servidas por criados de Sri Lanka y dos fornidos guardaespa­ldas paseaban a su perra Chiquita. Estuvo por pedir una manicura para ella, pero le dio apuro que trajeran a un esteticist­a canino. Su habitación estaba decorada con esculturas, pinturas y libros de historia clásica, el mundo Versace. La descripció­n que hacía de aquellos días en casa de los Versace en el norte de Italia es justo la que se espera como vivía alguien que creía en la belleza por encima de todo. Madonna, al igual que otros cantantes, estaba vinculada a la firma Versace por haber protagoniz­ado lo que ahora son icónicas campañas de publicidad fotografia­das por Steven Meisel y Mario Testino, por amistad y admiración personal como Liz Taylor, Elton John o George Michael.

Las mujeres que Gianni Versace sacaba en pasarela eran siempre las mejores modelos del mundo, las mas bellas, populares y singulares. Fue el primero, junto a Vogue Italia, en reunir a ese selecto club que se contoneaba en la pasarela y bailaba alocadamen­te en las fiestas posteriore­s con Sylvester Stallone, Polly Mellen o André Leon Talley. Versace desarrolló un discurso propio donde las diosas griegas convivían con la alta tecnología textil mezclando encajes con napa, plástico y cristales de Swarovski con un punto de pop y rock & roll. Una figura presente en todas sus coleccione­s, creando por el camino una nueva elegancia que no conocía ni el miedo, ni el hambre ni el frío y que pertenecía a una nueva élite mundial desvincula­da de la vieja guardia.

En el ADN de Versace no había cabida para la nostalgia. Pese a estar vinculado a la Grecia clásica, al Imperio romano y a sus simbología­s cada nueva propuesta anticipaba el futuro de una manera natural, sin pretension­es y cero complejos. Versace expresaba en sus coleccione­s su forma de ver la vida, llena de barroquism­o, un discurso apuntalado por su propia personalid­ad y que se hizo mas fuerte tras sufrir un extraño caso de cáncer de oído . Al igual que otros grandes, como Chanel, su personalid­ad estaba fuertement­e vinculada a sus coleccione­s, un reflejo cristalino de su propia persona.

La mayoría de las firmas de moda creadas durante el siglo pasado estaban sustentada­s en la personalid­ad de un creador que tenía las cosas claras. El traje Chanel es igual de severo hoy que la personalid­ad de su creadora, el Ralph Lauren de hoy sigue hablando del mismo espíritu de la América clásica y la locura de cada colección de Alexander Mcqueen era un reflejo de su inestable mente. Todos ellos han sido creadores de un estilo de vida expresado a través de la moda y que era el propio reflejo de su personalid­ad. Hoy en día, con los cambios o las muertes de sus fundadores, esos discursos propios se han desdibujad­o en aras de estrategia­s comerciale­s y bailes de sillas absurdos. Si la moda es un reflejo social de la época en la que se sitúa, igual es el momento de dejar morir las firmas a la vez que mueren sus creadores para, por fin, ver algo fresco, nuevo y que realmente sea un termómetro social, porque el talento no se hereda ni se transmite por contacto.

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Gianni rindiéndos­e ante su musa, Madonna, tras el desfile de la colección de O/I en 1996.
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