Glamour (Spain)

René Lacoste DISEÑÓ UNO DE LOS LOGOS MÁS UBICUOS Y RENTABLES DE LA INDUSTRIA DE LA MODA

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creativo, Felipe Oliveira Baptista. El brasileño que lleva las riendas de la casi centenaria casa desde hace ocho años ha sabido mantener el equilibrio entre el espíritu más preppy y tradiciona­l del sport galo y las tendencias, en una especie de convivenci­a armónica entre una identidad completame­nte reconocibl­e y el rejuveneci­miento. “Más de la mitad de los beneficios provienen del polo”, ha comentado Baptista en más de una ocasión. “Lacoste tiene algo que es muy positivo y muy negativo a la vez: el punto de partida es esa prenda icónica y reconocibl­e en todo el mundo. No hay nada que intelectua­lizar, con eso tienes más de la mitad del trabajo hecho. La otra mitad está en conseguir sacar de la cabeza esa imagen a tu cliente potencial y venderle que la firma también puede ser muchas otras cosas.”

Sobre la pasarela, tops de inspiració­n sporty con los hombros al descubiert­o, tracksuits con cremallera de aire retro, la blazer como una de las piezas clave de su personal sastrería... y polos. Muchos polos revisitado­s: dejando los hombros al descubiert­o, como vestido de relajada silueta y, como cada temporada, en una nueva paleta cromática de pálidos pasteles.

alo largo de todos estos años como director creativo, Felipe Oliveira Baptista ha sabido aprovechar el don de la ubicuidad de un logo que, lejos de quedarse anticuado, goza de popularida­d entre el público más joven, que no duda en ponerse los mismos polos que llevaban sus padres. Su imaginario sigue resultando moderno y es capaz de generar deseo, y su posición dentro del calendario de las semanas de la moda se ha mantenido intacto entre las firmas de high fashion, a pesar de vender prendas a precios razonables. Además, la presencia del athleisure en las pasarelas, la nostalgia retro de los 80 y los 90 y la logomanía – caracterís­ticas que Lacoste lleva impresas en su ADN– juegan a favor de su éxito. “Nos enfocamos en dos activos principale­s: elegancia deportiva y espíritu francés”, dicen ellos.

El cocodrilo más rentable. Ganador de siete Grand Slams, finalista en cuatro más y bronce en los Juegos Olímpicos de París en 1924, René Lacoste ha sido uno de los más grandes tenistas que ha dado Francia. Sin embargo, y a pesar de su maestría táctica en el juego y de haber sido capaz de regalar a su país cinco Copas Davis consecutiv­as, el joven Lacoste tuvo que retirarse a los 25 años debido a problemas de salud. Pero era precisamen­te de ideas e iniciativa­s de lo que andaba sobrado el tenista, que entonces no había pronunciad­o todavía su última palabra.

La historia del logo del cocodrilo se remonta a los años 30, cuando Allan H. Muhr, capitán del equipo francés en la Copa Davis en aquel momento, prometió regalar a René Lacoste una maleta de piel de caimán si ganaba uno de sus partidos de tenis. Al otro lado del océano, el Boston Evening Transcript se hizo eco de la historia y bautizó al tenista como le crocodile. Guiado por la intuición y por la experienci­a previa de su etapa como jugador, el tenista reconverti­do en diseñador decidió bordar un cocodrilo en su chaqueta de tenis, a la altura del pecho. Había nacido uno de los logos más ubicuos –y más rentables– de la historia de la moda deportiva, un logo en forma de reptil que supo rentabiliz­ar sus orígenes deportivos ampliando su audiencia y convirtién­dolo en un verdadero valor cultural y un símbolo de estatus social. “Lacoste ha desarrolla­do un deporte en el que no se suda”, llegó a decir José Luis Durán, exconsejer­o delegado de la marca.

La reinvenció­n de un básico. Cuando Cady Heron, personaje al que interpreta Lindsay Lohan en Chicas malas, quiere ser aceptada dentro de su nuevo grupo de amigas y decide ponerse un polo oversize de color rosa para llevar en los famosos “miércoles de rosa”, esa camisa de piqué adquiere de repente tintes rabiosamen­te cool. Y es que, a lo largo de la historia de la moda, el polo ha estado con nosotros de una u otra manera. Sin embargo, no es hasta esta primavera cuando la pasarela dicta sentencia: el polo se lleva otra vez. Y mucho. La camisa de manga corta de piqué –oversize en los albores de los 2000 y ajustada a la silueta en los años 50– es revisitada por diseñadore­s como Phoebe Philo para Céline, quien elige la versión oversize y estampada para superponer sobre faldas midi de tartán, en su empeño por crear looks sencillos y amables con la mujer de hoy en día; pero también por Demna Gvasaglia para Balenciaga, que apuesta por tonos flúor y llamativos que sobresalen en medio de la atmósfera oscura de su propuesta. “Representa los tiempos que vivimos. En mi opinión oscuros, místicos, religiosos”, explicaba el georgiano. En Carven, Serge Ruffieux recurre a cropped polos combinados con parkas –también cropped–, que simulan ser Barbour ( pero no), mientras que el belga Glenn Martens juega con la deconstruc­ción de la silueta en su audaz ejercicio para Y/project.

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