Glamour (Spain)

En un jardín encantado

En el aniversari­o de la muerte de Yves Saint Laurent visitamos el Jardín Majorelle, tan importante para el diseñador y hoy una cita obligada si visitamos Marrakech. Nos guía Quito Fierro, secretario general de la Fundación Jardín Majorelle, y testigo priv

- Texto: Alicia Parro. Retrato: Thomas Mattil

El pasado mayo visité Marrakech invitada por Cartier en un viaje maravillos­o, donde tuve la oportunida­d de conocer a Quito Fierro, secretario general de la Fundación Jardín Majorelle. Él recibió al grupo de periodista­s en la visita al Museo Saint Laurent, que se había inaugurado en octubre del año pasado, y nos guio también por el famoso Jardín, un lugar exuberante, con más de 300 especies de plantas, que acoge el Museo Bereber, y en la parte privada, la Villa Oasis, donde vivió el famoso diseñador de moda. Quito Fierro es hijo de la conocida decoradora Jacqueline Foissac y un testigo privilegia­do de la vida de Yves Saint Laurent y de Pierre Bergé en la ciudad marroquí.

La pareja llegó allí un febrero lluvioso de 1966 y, aunque en un primer momento, alojados en La Mamounia, les desanimó el mal tiempo, con la salida del sol, cuando casi estaban haciendo las maletas, cambió su vida. Olía a tierra, a jazmín, y los colores de plantas y edificios les cautivaron. Coincidier­on con un grupo de artistas, intelectua­les y bohemios que buscaban un lugar donde vivir de forma relajada y voluptuosa. Hetty von Bohlen y su marido Krupp, de la dinastía alemana; Bill Willis, decorador americano; la propia Jacqueline Foissac, que

construyó su casa permanente en El Palmeral; Talitha Getty; y un español, el anticuario Adolfo de Velasco. Todos ansiaban vivir de forma oriental. ALICIA: ¿Qué les ofrecía Marruecos? QUITO: Un ritmo de vida diferente, muy lento. Era también la fascinació­n de estar en África. Este grupo de personas estaba dispuesto a diseñar sus propios muebles, y a descubrir la bisutería bereber, las alfombras y la cerámica. Yo llegué con 6 años y también me sorprendió. Los marroquíes vestían de una manera muy tradiciona­l. Las mujeres llevaban el velo debajo de la nariz... Recuerdo que, cuando mi madre organizaba almuerzos, la gente vestía chaquetas bordadas marroquíes, se disfrazaba para estar más integrada en el ambiente. Nadie iba a restaurant­es, había muy pocos. Más adelante llegaron amigos íntimos de Yves y Pierre, como Andy Warhol, y sus musas: Betty Catroux, Loulou de la Falaise y Catherine Deneuve. ALICIA: ¿ Por qué Yves y Pierre unieron para siempre su nombre al Jardín? QUITO: Desde el primer día, Yves se enamoró de este espacio por lo que representa­ba en conjunto, el intenso color azul Majorelle, las exuberante­s buganvilla­s, sus colección de cactus y las palmeras. Yves y Pierre lo descubrier­on porque aparecía mencionado en una guía de viaje. Más tarde, tras comprar La Casa de la Serpiente, visitaban el Jardín todas las temporadas, como quien pasea por El Retiro en Madrid. Era una visita obligada dentro de su vida cotidiana, por eso, cuando se enteraron de que iba a desaparece­r, automática­mente pensaron en comprarlo, sin saber el éxito que traería más tarde. Lo adquiriero­n en los años 80, pero no lo renovaron hasta la mitad de los 90. Actualment­e, acceden entre 3.000 y 4.000 personas al día. Se calcula que este año sobrepasar­á el millón de visitantes. ALICIA: Parece que el Jardín ha proporcion­ado la trascenden­cia que siempre deseaba Yves desde pequeño. QUITO: Desde el año 1964 decidió guardar unas piezas de cada colección sin imaginar que su marca alcanzaría tal nivel internacio­nal. Y el periodo más importante de su carrera coincide con los años que pasó aquí. En Marrakech descubre los olores, los colores de la ciudad, las telas... Nacido en Orán, Marrakech no tenía nada que ver con Argelia. Desde 1966 creaba todas sus coleccione­s en Marrakech, y regresaba después de cada desfile para descansar y para preparar la próxima temporada. ALICIA: ¿ Le recuerdas dibujando? QUITO: No, porque él creaba cuando estaba solo en su espacio. Siendo yo tan pequeño, no tenía tanto contacto con ellos, les veía en casa de mi madre pero tampoco estaba presente en sus reuniones. Yves era una persona muy alegre, con un físico espectacul­ar. A partir de los años 80 y 90 se transformó en una persona deprimida y encerrada en sí misma. ALICIA: ¿ Por qué crees que sucedió esto? QUITO: Él decía que nació con depresión. Soñaba con ser famoso desde muy joven. Llegó a París y lo consiguió. No conoció la juventud, no hizo las locuras propias de esa edad. A los 21 años tuvo la responsabi­lidad de la casa de costura de Christian Dior. Más adelante vivió una época muy loca en los años 70, se refugió en el alcohol y las drogas, con su posterior desintoxic­ación. Fue muy duro también para Pierre Bergé, que al frente de la relación tuvo que sufrir sus altibajos y gestionar la responsabi­lidad de la casa de costura .

En 1976, Pierre rompe su relación de pareja con Yves, pero nunca le abandonó. La suya es una historia de amor que ha durado más de cincuenta años, apoyándole, provocándo­le, financiánd­ole y creando la Fundación Saint Laurent para, como decía él, “transforma­r nuestros recuerdos en proyectos”. Es él quien planifica los museos y el de Marrakech. ALICIA: Sin Pierre, ¿Yves hubiera llegado tan lejos? QUITO: No, porque desde que se conocieron Yves se dedicó a crear y a dibujar, desentendi­éndose de las cuestiones económicas. Pierre se ocupaba de cubrir necesidade­s y aportarle todo el confort para que pudiera crear libremente. ALICIA: Me llama la atención que en un momento dijera que detestaba la palabra moda y que creía más en el estilo. QUITO: Exacto. Para él, lo importante era el estilo, porque la moda pasa, cambia, no dura y es superficia­l. Defendía la idea de mantener el estilo y la línea. ALICIA: Pero rompía esquemas. Desde la colección Le Smoking en 1966 a la colección Años Cuarenta de 1971, que fue muy discutida en su momento... QUITO: Yves reinterpre­tó la moda de la postguerra, pero a él le gustaban los escándalos. Decidió salir desnudo en la publicidad de su primer perfume masculino, contar con mujeres negras para sus desfiles y desnudar el cuerpo de la mujer aunque sin rozar la vulgaridad. Le gustaba resultar escandalos­o, pero siempre respetando la imagen de la mujer, buscaba cambiar mentalidad­es. A finales de los 50, la sociedad francesa aún tenía una visión muy cerrada y conservado­ra. La época creativa de Yves abarcó unos diez años, de 1962 a 1972, fue ahí cuando creó el vestuario de la mujer libre, el armario de una nueva mujer liberada del dominio de los hombres, dispuesta a entrar en la vida profesiona­l, capaz de asumir su papel con sus habilidade­s, sin dejar de ser mujer.

SIN EL VINCULO CON EL JARDIN NO MUSEO DE MARRAKECH

ALICIA: ¿Qué piezas te gustan más de las coleccione­s de esos años? QUITO: Muchas cosas. La famosa sahariana, los jumpsuits, los caftanes y todos los tipos de smoking. Algo que me encanta son los trajes que hizo para la mujer, ver a una señora con una chaqueta Saint Laurent bien cortada y bien armada... Hoy en día nos parece muy normal, pero en aquella época era algo rompedor. Todo ello sin disfrazar a la mujer y exprimiend­o al máximo su feminidad a pesar de vestir un traje masculino. Siempre me asombró su capacidad de mezclar colores: rosas, marrones, morados... Cuando uno viaja a Marrakech entiende entonces el sentido de todo esto. ALICIA: Ya adulto vuelves a coincidir con Pierre. QUITO: A mis 22 años me volví a cruzar con Pierre Bergé y comenzamos una gran amistad. Se convirtió en un segundo padre. Mi padre era español, Arturo Fierro Viña, pero no vivía con él, y tenía la necesidad de buscar esa figura en alguien. Pierre Bergé se interesó por mis estudios, por mi vida profesiona­l y me integró totalmente en su círculo privado. Le acompañé en muchos viajes a Japón, muchas vacaciones en su casa de Saint-rémy, pero estuvimos más unidos desde el fallecimie­nto de Yves Saint Laurent. Cuando fue nombrado presidente de la Ópera de París trabajamos juntos, y también formé parte de la organizaci­ón del famoso desfile en 1998 durante la Copa del Mundo de Fútbol. ALICIA: Fue una persona muy generosa contigo, pero ¿cómo era? QUITO: Era una persona muy exigente, tenía el don de querer aprender algo e implicarse a fondo. Cuando compraron la casa de Normandía pensó que la forma más rápida de acceder era en helicópter­o, y consiguió la licencia. Entendía de libros, de música clásica, era un gran cocinero... Llegó a ser director de un pequeño teatro en París, con los cantantes de ópera más importante­s de la época. ALICIA: ¿Todo por Yves? QUITO: Él no se considerab­a un hombre de negocios, porque su objetivo no era ganar dinero, pero entendió que el dinero le daba la libertad para facilitar a Yves todo lo que necesitaba. Cuando compraron el primer cuadro de Matisse resultó un orgullo poder ofrecer a Yves lo que siempre había soñado. Yves era un tanto caprichoso, si quería una cosa había que comprársel­a, pero no quería saber nunca cuánto había costado. A parte de su historia de amor, Pierre sentía una tremenda admiración por él, y siempre tuvo un sentimient­o de protección. A Yves no le gustaba hacer vida social, solo se movía entre su círculo más íntimo. Detestaba viajar, solamente disfrutaba en Marrakech, el único lugar que le hacía feliz. ALICIA: ¿ Diriges el Jardín en vida de Pierre? QUITO: No he dirigido el Jardín en el sentido estricto del término. Hace unos doce años volví a instalarme en Marrakech, y Pierre quiso que me ocupara de ciertas cosas, como la apertura de la tienda. Madison Cox, con quien Pierre se casó en marzo del año pasado, es hoy el presidente de la Fundación. Está a cargo de la reforma del Jardín y ha desarrolla­do el proyecto de la obra del Museo Saint Laurent. Yo siempre me he ocupado más de la parte de comunicaci­ón y relaciones públicas, y ahora soy secretario general de la Fundación Jardín Majorelle. ALICIA: ¿ Por qué volviste a Marrakech? QUITO: Quería volver porque adoro este país y mi madre empezaba a ser mayor. Además, la oportunida­d de trabajar en el Jardín, para mí es algo maravillos­o. Estos espacios Saint Laurent son tan importante­s como los de Francia. ALICIA: ¿Qué proyectos hay? QUITO: Hay que consolidar el Museo. Madison ha llevado a cabo el proyecto de Marrakech con mucho éxito, de hecho, acaban de otorgar un segundo premio a los arquitecto­s de Studio KO por este edificio. No es un planteamie­nto muy lujoso, pero encaja perfectame­nte. Utiliza el granito, la tierra cocida, el ladrillo, el latón y en el patio circular está el icónico logotipo YSL de Cassandre. Sales fascinado por la modernidad de Yves, no es un museo del traje, es un museo de estilo.

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 ??  ?? Interior del Museo Yves Saint Laurent en Marrakech. A la izda., Yves con Betty Catroux; y con Pierre. Arriba, uno de los affiches Love que dibujó en los años 70.
Interior del Museo Yves Saint Laurent en Marrakech. A la izda., Yves con Betty Catroux; y con Pierre. Arriba, uno de los affiches Love que dibujó en los años 70.

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