Italians DO IT BETTER
Milán respira energías renovadas gracias a una hornada reciente de jóvenes talentos. Alexandra Marshall se mete de lleno en esta escena imprescindible.
Por su romance y encanto, la troica formada por Venecia, Roma y Florencia, siempre ha reinado como un ente superior en Italia. Y aunque Milán sea la ciudad más cosmopolita de todo el país, sus fachadas de postguerra tan grises como su cielo siempre la han definido como un lugar de trabajo aburrido, aunque bueno para la industria del lujo –Prada, Giorgio Armani y Kartell son sólo algunas de las firmas con sede en la ciudad– pero con una atrofiada cultura corporativa, rígida y jerárquica. Es cierto que la Fundación Prada ha facilitado un digno diálogo con el arte contemporáneo desde 1993, así como el Salon del Mobile se ha convertido en una cita glamurosa a la altura de Art Basel, pero comparándola con ciudades como Nueva York o Londres, Milán ha sido tradicionalmente tachada por no dar por bienvenida a la nueva creatividad. A pesar de ser una de las capitales mundiales más importantes de la moda, las nuevas marcas no tenían mucha oportunidad y el talento joven era normalmente absorbido por las grandes casas, o enviado al extranjero. Editores y compradores en
busca de diseñadores indie tenían claro que en Milán no tenían nada que hacer.
Por primera vez desde hace décadas, esta ciudad experimenta un florecer de nuevas y jóvenes empresas de moda. Prometedoras firmas de diseño y arquitectura están acabando con el tradicionalismo italiano gracias a lugares eclécticos como el Museo Nacional de la Ciencia y la Tecnología Leonardo da Vinci y su espacio recientemente restaurado por Luca Cipelletti, una contemporánea renovación levantada en estructuras históricas de entre los siglos XVI y XX. “Milán tiene la mejor arquitectura del siglo XX,” afirma Cipelleti. “Iba tan por delante de su época que en su momento no se entendía. Ahora se le empieza a considerar como lo que es, un auténtico wow”.
Al igual que la ciudad abre sus horizontes, los palacios y apartamentos que una vez estuvieron fuera de los límites, también comienzan ahora a abrir sus puertas. Sin ir más lejos, Gilda Ambrosio y Giorgia Tordini celebraron el último show de Attico, su exitosa firma inspirada en kimonos y slip dresses desde 2016, en un piso diseñado por Renzo Mongiardino. De hecho, Ambrosio y Tordini han presentado todas sus colecciones en residencias privadas. “Encontramos los lugares para nuestros primeros shows en Airbnb,” explica Tordini, quien vive a caballo entre Nueva York y Milán y trabaja con Ambrosio vía Skype. Ahora que Attico cuenta con 200 puntos de distribución alrededor del mundo ya pueden permitirse tener su propio scouter de localizaciones. Arthur Arbesser, nombrado recientemente director creativo de Fay (compañía de Diego Della Valle), también ha hecho uso de localizaciones íntimas y privadas para sus shows, incluyendo el apartamento de Cipelletti.
“Lo que ha sucedido es que Internet ha cambiado todo”, dice J.J. Martin, quien creció en Los Ángeles y se mudó a Milán en el año 2001 para trabajar como periodista antes de crear su propia compañía de moda, La Doublej, hace casi tres años para posteriormente expandir su negocio incluyendo decoración para el hogar. Martin se asoció con Maria Mantero, de la dinastía textil Mantero, para investigar en sus archivos de 116 años y empezar a diseñar vestidos inspirados en un estilo vintage, así como faldas y blusas con estampados mix&match. “Esa creencia de que puedes hacer cualquier cosa es muy americana, pero para los jóvenes en Italia, tradicionalmente, había una sensación de opresión y falta de posibilidad de ascenso. Entonces empezaron a ver cómo estrellas de Youtube facturaban millones desde sus propios garajes y, como todo el mundo, se contagiaron de nuevas ideas.”
“Ahora Milán empieza a CONSIDERARSE COMO LO QUE ES, UN AUTÉNTICO WOW” LUCA CIPELLETTI