Libre y a la carta
2018: hacemos combustible biodiesel a partir de algas, enviamos robots a Marte, pero seguimos sin saber cómo se gestiona un orgasmo.
El 8 de agosto estamos de fiesta: Se celebra el Día Internacional del Orgasmo, gracias a Esperantina, un pueblo de Brasil, en el que hace 12 años, se decidió que los orgasmos eran una cuestión de la salud pública. ¡Y no les faltaba razón! Los orgasmos reducen la ansiedad, mitigan el dolor y aumentan el bienestar de la población adulta. Venga… ¿Lo celebramos?
Diana Sánchez psicóloga y sexóloga explica en qué consiste técnicamente un orgasmo: “Es una liberación o descarga de tensión sexual, una expansión y contracción muscular y neurohormonal, acompañada de una sensación de placer y plenitud, y luego una posterior sensación de relajación de la tensión acumulada”. Es una reacción fisiológica, es decir, una respuesta, como puede ser un estornudo o un bostezo, que nuestra naturaleza ha previsto ante determinados estímulos. Pero para que haya un orgasmo –en francés, que es un idioma muy fino y romántico lo llaman “petit mort”– se tienen que dar unas circunstancias placenteras de deseo. Tenemos que permitirnos disfrutar.
…Y tenemos que “currárnoslo” mínimamente. Muy probablemente ahí reside su encanto: que un orgasmo no sobreviene simplemente por quererlo, requiere de un camino, un trabajo bastante agradable. (¿Acaso lo valoraríamos tanto si pudiéramos procurárnoslo sin estimulación
previa?). Pero los orgasmos no son iguales nunca, ni son iguales en todo el mundo. ¡Si ni siquiera hay consenso entre hombres y mujeres en cuanto a la forma de sentirlos! Hay quien siente temblores, quien puede encadenar varios, hay mujeres que eyaculan y las hay que ni siquiera saben si lo que sienten son orgasmos o no. Incluso se habla de manera oficial del punto G, una supuesta confluencia de tejido nervioso en el interior de la vagina, cuya existencia tampoco se ha podido demostrar empíricamente.
De hecho, a la hora de catalogar cómo son los orgasmos se nos dice a las mujeres que hay básicamente de tres tipos. Lo normal sería pensar: “Ah, vale: fuerte, muy fuerte y huracanado”. Pues no, amigas. Desgraciadamente se confunde la tipología con el modo de obtenerlos: de forma clitoridiana ( la forma más sencilla), de forma vaginal (estimulando el presunto punto G) o con la combinación de ambas.
Esta rigidez para definir y acotar lo que es un orgasmo
y cómo obtenerlo, puede hacer sentirse fuera a muchas mujeres: a las que padecen alguna discapacidad física y aprenden a “orgasmar” estimulando los pezones (sí, se puede), a las que solo consiguen alcanzar un orgasmo friccionando su vulva contra otra vulva o con algún otro miembro o saliente, a las que tienen que combinar la estimulación genital con besos encendidos… El placer, al final es una sensación subjetiva y propia de cada persona. Por eso, lo salubre y deseable es explorarse y conocer qué mecanismos favorecen esa petite mort en cada caso. Y rendir homenaje, culto y si es necesario ponerle un pisito a pie de playa al único órgano conocido creado para el placer: el clítoris. Hay terapeutas que aconsejan incluso el uso de juguetes sexuales. Es verdad que con éstos es más fácil la labor mecánica de movimiento y presión sobre las zonas erógenas… Pero demasiadas veces se nos olvida que el placer no depende de un objeto que cuesta dinero, ni está entre nuestras piernas, sino en el cerebro, el órgano sexual por excelencia ¡Y además es gratis!
Todavía se entiende el placer femenino como algo sujeto y dependiente de los varones y de ahí el des- crédito y falta de rigor con respecto a determinados usos sexuales. No hay, por ejemplo, demasiados estudios sobre el placer sexual en momentos tan intensos como el embarazo, el parto y la lactancia, pertenecientes todos a la esfera de la sexualidad de las mujeres. Hay algunas mujeres que dicen “redescubrir” el orgasmo durante el parto. En determinados alumbramientos, sin analgesia artificial ni interferencias externas, se segrega tanta oxitocina (una de las hormonas del placer) que cuando la cabeza del bebé pasa por el canal del parto produce una sensación intensa de quemazón que se puede transformar en un orgasmo vandálico y salvaje.
Le pregunto a Diana Sánchez si en 2018, hay mujeres que fingen orgasmos: “Hay mujeres de 50 años que jamás han tenido un orgasmo, las hay que lo han evitado o han disimulado. Pero sí, se sigue fingiendo para satisfacer a la pareja”. Claro, nada hay más gustoso que saberse fuente de placer para alguien. ( Y ahí lo tenemos fácil las mujeres, en el caso masculino el orgasmo va, prácticamente siempre, unido a una visible y palpable eyaculación). ¿Y las jóvenes? Diana dice, “Veo que hay una ‘liberación sexual’ pero muy mal acompañada, muy mal integrada y muy mal entendida. Ahora hay mujeres jóvenes que acceden a tener relaciones sexuales para posicionarse entre sus iguales y sentirse deseadas sexualmente, pero al no existir la satisfacción idealizada, o incluso sentir que es un mero trámite físico, carente de afectividad, existen sentimientos ambivalentes hacia esas relaciones sexuales”. ¡Ah pues no! Eso sí qué no. Mayores y jóvenes deberían gestionar su placer, conocerse y también utilizar sus orgasmos con otros fines positivos para sí mismas, que tienen muchos: producen una relajación muscular y liberan determinada química perfectos para propiciar el sueño (Que levante la mano la que no se ha masturbado cuando tenía insomnio…). La liberación de oxitocina, también alivia el dolor de la artritis, dolores posquirúrgicos e incluso cólicos. Los orgasmos también ayudan a la concentración, gracias al flujo de sangre que aumenta en el cuerpo y también son la mejor arma para los dolores menstruales… ¿Qué? ¿Celebramos el día mundial del orgasmo como se merece?
ALGUNAS MUJERES LO HAN REDESCUBIERTO AL DAR A LUZ. PARA TEMBLOR” OTRAS ES SIMILAR A UN EL PLACER SIGUE SIENDO UNA SENSACIÓN SUBJETIVA Y PERSONAL. CUÁNDO” TÚ DECIDES CÓMO Y