Glamour (Spain)

Memorias del East Village

Fran Lebowitz y Gracie Mansion nos transporta­n con sus palabras al Nueva York de los 70, donde se conocieron e hicieron historia los fotógrafos Peter Hujar y un joven David Wojnarowic­z. Música, arte, homosexual­idad y libertad son los temas de su conversac

- Texto: Gema Hospido

Yo llegué a finales de los 70, por lo que los loft estaban ya todos cogidos”, bromea la galerista Gracie Mansion, cuya primera exposición la realizó en el cuarto de baño de su casa. “Todo el mundo quería estar en Nueva York”, remata la experta en arte. “Conocí a Peter en 1971, en una proyección en el Midtown. No sabía quien era, pero vi a este atractivo hombre y pensé ‘aquí está Peter Hujar’. Era muy guapo. Llevaba un chaqueta de tweed y un jersey de lana. Cuando la película terminó y él se levantó, pude ver que llevaba una falda. Aquello era chocante por varios motivos: no era el tipo de hombre al que le pega una falda, parecía una biblioteca­ria. Y dos, era ilegal llevar ropa de mujer en esa época, y aunque había gente que ya solía llevarla, no en Midtown”, con esta anécdota la escritora y crítica cultural Fran Lebowitz iniciaba, junto a Gracie Mansion, en el anfiteatro del Palacio de Linares (Madrid) la serie LOEWE Conversati­ons con ocasión de la exposición Peter Hujar y David Wojnarovic­z, que la marca española ha presentado en PHE18. Fran fue gran amiga de Peter, con quien vivió y compartió los brillantes y convulsos años 70 y 80 en Nueva York. Cuna de la contracult­ura americana, cuyos ecos siguen marcando las tendencias artísticas de todo el mundo. La galerista Gracie Mansion, quien también formó parte de esta inspirador­a crew, acompañó a la escritora en este nostálgico periplo neoyorquin­o.

Cuando Peter conoció a David.

“Peter me hablaba de él constantem­ente. Siempre hacía eso. Hablaba de un chico, luego de otro, y así de diez mil. Pero con David era diferente. Aun así, no me interesaba y sus fotos me parecían demasiado crudas”, explica Fran de los primeros pasos de esta artística y sentimenta­l relación. “Aunque David era veinte años menor que él, y aunque en muchos sentidos Peter se convirtió en su padre, a veces David cambiaba los roles”, detalla la galerista. “De hecho David no comenzó a hacer realmente fotos hasta que Peter murió”, continúa, “cuando le conocí David era sólo un escritor. Vivieron una profunda relación sentimenta­l, emocional y artística”, matiza. “David se encargó de todos los detalles

cuando Peter murió. En esa época todos se estaban enfermando de sida. Luego Peter murió y encontrar una funeraria en Nueva York que nos permitiera enterrarlo no fue tarea sencilla. La gente no quería tocar el cuerpo”, rememora la escritora. “Toda su obra estaba dedicada a Hujar. Antes de que ocurriera, su tranquilid­ad consistía en que iba a morir más joven que su amado y, cuando murió, se le rompió el corazón”, explica Gracie. “Peter tuvo una infancia muy complicada, de hecho se fue de casa con dieciséis años. Lo increíble es que siguió yendo al instituto, no lo dejó. Allí tuvo una profesora que realmente le animó”, recuerda Lebowitz.

Obsesión por el éxito. “Peter pensaba en las razones de su falta de éxito. En su mente, él no tenía éxito, no porque hubiera amenazado con romper un taburete en la cabeza a un

marchante de arte; o porque hubiera dado un puñetazo en la cara a una galerista. Sino porque la mayoría de personas que tenían éxito, la primera letra de sus nombres y apellidos eran la misma, como Marilyn Monroe. Y cada vez que discutíamo­s este tema preguntaba: ‘¿Crees que debería cambiarme el nombre?’. Y yo siempre le decía, lo que tienes que cambiar es tu comportami­ento”, explica Fran entre risas. “Recuerdo dos chicos de París que quisieron hacer una exposición sobre él. Eran extremadam­ente educados, me obligó a acompañarl­e a una comida con ellos. Por la noche fueron a algún bar y allí les amenazó con un taburete y por supuesto rompieron cualquier relación con él”, explica la escritora, ante las risas del auditorio.

Nadie quiere a Mapplethor­pe.

“Compartíam­os nuestra aversión por Robert [Mapplethor­pe]. Pensaba que le copiaba en cierta manera, lo que era cierto. Sam Wagstaff, que era su mecenas, también quiso serlo de Peter cuando eran jóvenes (Sam era también guapísimo), pero a este no le hacía feliz. Él no quería ser el juguete de un hombre rico y Robert sí. Así que Robert, para llegar hasta Peter, me daba fotografía­s para saber qué pensaba el otro. Y yo las tiraba. Cada vez que veo el precio que alcanzan ahora sus fotos en las subastas...”, se espanta Fran. A pesar de que la escritora sale retratada en muchas ocasiones, “Peter siempre llevaba consigo la cámara. Sobre todo le interesaba la luz, no la pose”, tan sólo compró una vez una foto de su amigo, “por 50 dólares”. “Era un impresor increíble, nadie ha conseguido nunca la calidad de sus impresione­s”, remata Gracie Mansion.

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 ??  ?? Buffalos, 198889. Cortesía: Colección Marion Scemama ©David Wojnarowic­z. Abajo: Susan Sontag. 1975. ©The Peter Hujar Archive, L.L.C.
Buffalos, 198889. Cortesía: Colección Marion Scemama ©David Wojnarowic­z. Abajo: Susan Sontag. 1975. ©The Peter Hujar Archive, L.L.C.
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Camera Lady. Peter Hujar Archive.

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