Molly Goddard, bigger, bigger, bigger
Experta en seguir su propio camino creativo, Molly Goddard no tiene miedo a saltarse las normas ni a descolgarse del mundo digital. Creadora de un armario reconocible y único (más allá del tul), Molly te invita a soñar a lo grande.
Cuando accedes a una de sus fiestas, metida en la piel de una party girl excéntrica, voluminosa y absolutamente alejada del mainstream más puro, caes en la cuenta de que nada más importa que disfrutar el momento. Esa es la clave y el mantra de Molly Goddard. Quizá por eso la nota que resume su colección F/W18 arranca diciendo que la mujer a la que viste es la antítesis del concepto FOMO (Fear Of Missing Out), término que habla del miedo a perderse algo y que tanto daño hace en la era digital. Molly lleva grabada a fuego la necesidad de respirar, apasionarse y disfrutar del proceso creativo. Ha ganado recientemente el premio del British Fashion Council en colaboración con la edición inglesa de Vogue, y su visión de la moda la ha elevado a un alto escalafón internacional en tan solo cuatro años, pero Molly sólo sueña con ser feliz haciendo vestidos tan preciosos como dramáticos, y hacerlo con la libertad que le da la independencia. Sin inversores ni socios capitalistas, sin un gran grupo que le respalde, ¿ cómo entonces? Vendiendo la ropa que crea, pero despacio. “Solo hay un modo de hacer lo que yo hago y es, en primer lugar, despreocupándome de lo que piensen los demás sobre mis diseños; en segundo lugar, sin gastar demasiado dinero en tejidos carísimos. Se puede hacer mucho con recursos más sencillos”, nos comenta en exclusiva para GLAMOUR. En la mejor compañía. Así, las palabras fiesta, equipo y libertad son los pilares que sustentan su firma y que confirman cómo el talento debe saber rodearse adecuadamente. Por eso quizá sea su novio el que lleve las finanzas, su hermana la estilista de sus colecciones y su madre quien se hace cargo de los sets. Desde aquella primera fiesta-presentación de 2014 en la que sus vestidos de tul se hicieron famosos –y que cosió sola sin descanso durante un mes–, Molly ha visto cómo su equipo crece sin parar. “No echo nada de menos trabajar sola. Me siento bien creando en equipo, aunque eso implique más responsabilidad y a veces sea estresante”, dice. La conversación con Molly se torna tan cercana que escuchar su experiencia casi se acerca a una sesión de coaching. Y es que en su discurso, ella persiste en su idea de avanzar y seguir aprendiendo, pero huyendo expresamente de la palabra perfección. “Mi proceso
creativo es espontáneo. Todo empezó copiándole la ropa a mis muñecas, las fotocopié para sacar la silueta, por eso mis colecciones son cómodas, me gusta lo grande. Será por eso que soy tan fan del tul. Es un tejido fácilmente manipulable y que puedes transformar en lo que quieras”, subraya.
Si hacemos una parada en el discurso de Molly, vemos clara su intención disruptiva, pero exenta de pretenciosidad. En un momento en el que parece que la sociedad circula por un sendero de inmediatez apabullante, Molly busca un oasis, divertirse en el proceso más que ansiar llegar a la meta, hacerlo de manera ética y sin el fin último de triunfar. El éxito para ella es el camino. ¿Qué parte de ese camino es el que más disfruta? “Me encanta la semana antes del desfile cuando ya tenemos hecha casi toda la colección. A menudo el equipo para en seco para dedicarse por completo a una pieza final que no estaba programada. También me gusta mucho ver el set por primera vez el día del desfile.” Y como mujer, ¿qué significa para Molly diseñar para mujeres? “Sencillamente, pienso en lo que yo me pondría, en cada uno de mis estados de ánimo y variedad de situaciones, sin perder mi identidad.” Tan sencillo y tan complicado... Así, a sus 29 años, sus colecciones se plantean como antídoto contra lo establecido, confiando en su gusto y apostando por él.
Entre tules (menos que en anteriores temporadas, eso sí), vestidos metalizados desbocados y frunces, la colección de este invierno discurre entre dos extremos. Por un lado, las siluetas cómodas y amplias, como los vestidos de sus muñecas, que evocarían a los looks de los primeros años 90, todavía enganchados al exceso de los ochenta; por otro, faldas lápiz y crop tops de manga larga, mostrando una mujer mucho más consciente de su cuerpo, pero con un sex-appeal siempre dibujado desde la naturalidad. A partir de ahí, chorros de color y metal, volumen y energía positiva dan vida a esta colección, pero ¿dónde se inspira Molly Goddard? “En la biblioteca, en cualquier tienda de libros, todo funciona. Me llevo todo tipo de revistas, voy mucho a tiendas vintage y también me encantan los mercadillos y los bazares de los que siempre me llevo algún objeto divertido.” No es casualidad que sea en Londres, el epicentro de la vanguardia de la moda, donde salirse del mainstream es casi una obligación, el lugar que le ha dado libertad para desarrollar su firma tal y como ella soñaba. Molly habla orgullosa de una ciudad que le ha dado oportunidades y recursos, y de instituciones como el BFC o The Fashion Foundation que le han permitido situarse en el mapa de la moda. “Además, una de las mejores cosas de vivir en Londres es que su oferta gastronómica te permite dar la vuelta al mundo”, añade entre risas.
Moda y gastronomía, la fijación de Molly G. Solo hay que echar un vistazo a sus puestas en escena para darse cuenta de ello: sandwiches de lechuga, copas de champán, mobiliario de cocina profesional a la que llevó un catering real para el desfile de tu última colección O/I18... Ligado a la declaración anterior, la pregunta es obligada. ¿ Son comida y moda dos de los mejores placeres de la vida? “¡Sin duda! Añade el baile y el sexo y tienes la ecuación del placer.” Sus mantras son (en inglés, para darle más empaque) “more, more, more and bigger, bigger, bigger” y si hay un diseñador que le guste tanto como llevar su propia firma, ese es Comme des Garçons: “Honestamente, no me queda mucho espacio en el armario para otras marcas que no sea mi propia firma, que ya me ocupa bastante, pero siempre le hago un hueco a la firma de Rei Kawakubo”.
“Para diseñar, pienso en lo que yo me pondría sin perder mi identidad y me despreocupo de lo que piensen los demás”