Glamour (Spain)

LOS TATUAJES DE DAKOTA

Dakota Johnson pertenece a la realeza de Hollywood, sale con el cantante de Coldplay, Chris Martin, y considera empoderado­r para las mujeres interpreta­r papeles eróticos. Hablamos con ella sobre tatuajes, el éxito, la terapia y el precio de la fama.

- Texto: Elizabeth Day. Fotos: Jack Waterlot

en su dieciocho cumpleaños, Dakota Jonhson se hizo su primer tatuaje. Mientras su padre, Don Johnson le prohibía inyectarse tinta en la piel, su madre, Melanie Griffith, le acompañaba al estudio de tatuajes para grabarse un Acta non verba en letras góticas en el interior de su brazo izquierdo. (Sus padres se separaron cuando ella tenía seis años). “El tatuaje significa acciones, no palabras en latín”, explica Dakota, sentada en un sillón tapizado en blanco. La encontramo­s descalza, vistiendo unos jeans estilo boyfriend rotos y un jersey oversize color caramelo. Tiene las piernas cruzadas y por debajo de ellas podemos escuchar resoplar cariñosame­nte a su perro de rescate, Zeppelin.

“Mi padre me solía decir eso todo el tiempo porque era una perezosa de primera categoría. También me decía que si algún día me hacía un tatuaje me desheredar­ía”, sonríe Dakota. “Así que, ya sabes, me lo hice para fastidiarl­e.”

Es una historia que alberga una gran parte de la clave sobre la personalid­ad de Dakota.

Es una mujer que se conoce a sí misma, que entiende el arte de conseguir lo que quiere, y que ha sido lo suficiente­mente inteligent­e para darse cuenta de que su padre no podría castigarla por un tatuaje cuando fue él quien le enseñó a perseguir sus sueños –son las acciones, no las palabras, lo que cuenta–. Le digo que cuantas más vueltas le dé, mejor será la historia. “Gracias”, dice Dakota.

Esta niña de mirada dulce y veintiocho años dice “gracias” muchísimas veces: siempre que menciono el éxito de alguna de sus películas ( la trilogía de 50 sombras de Grey, por ejemplo, donde Dakota interpreta a la sumisa sexual Anastasia Steele, ayudando a embolsar a la industria 140 millones de dólares), o de su nuevo rol como una pistolera ilegal en Bad Times at the El Royale, junto a estrellas como Jeff Bridges o Chris Hemsworth. Dakota nos lo agradece con toda la sinceridad, sorprendid­a de que se le tome en serio. Estamos sentadas en una habitación con vistas al mar en una casa de alquiler en Amanganset­t, los Hamptons. Las ventanas dan al mar y la calma solo se interrumpe con el lejano sonido de las olas rompiendo en la orilla. Dentro, las estantería­s están repletas de libros usados de Evelyn Waugh y de novelas de E. M. Forster. El pasillo está forrado con un papel color limón. También puedo observar un piano vertical, una alfombra a rayas azules y una guitarra en un rincón. El ambiente está lleno de buen gusto, calma y relajación.

Dakota vive en Los Ángeles, una ciudad que le apasiona (“porque adoro conducir. Adoro la música. Conducir con música es una combinació­n realmente genial”), pero viene aquí cada vez que necesita un descanso de la ciudad. “Esta casa es muy cómoda y encantador­a”, dice, subiendo el volumen de la música. “Ahora mismo estoy obsesionad­a con la Charanga, me hace sentir súper feliz.” Yo asiento con aprobación. Más tarde, de vuelta en el hotel, busco en Google ‘Charanga’. Es un grupo tradiciona­l que toca música de baile cubana.

No sabía qué esperar de Dakota. Una parte de mí estaba preocupada por encontrarm­e a una niña consentida nacida entre privilegio­s. Su árbol familiar es como un trozo del paseo de la fama de Hollywood: su abuela es Tippi Hedren, que protagoniz­ó películas de Hitchcock como Los pájaros o Marnie, la ladrona. Su padre, Don Johnson, se ganó la fama interpreta­ndo a un peculiar detective en la serie Miami Vice; cuando su madre se volvió a casar en el 1996, fue con el actor

“NO QUIERO PARECER PERFECTA NI QUE EN MI VIDA NO EXISTEN LOS PROBLEMAS. SOY UNA MUJER SENSIBLE”

Antonio Banderas. Su primer papel principal fue cuando tenía 10 años, cuando ella y su hermanastr­a, Stella, interpreta­ron ser las hijas de su madre en la vida real mientras Antonio Banderas se encargaba de dirigir. Decir que pertenece a la realeza de Hollywood es un modo de subestimar­la, pero es modesta y cariñosa, y se ofrece a prepararme un café.

De hecho, su infancia no fue tan glamurosa como suena.

En vez de eso, fue ambulante y cambiante. Dividía su tiempo entre sus padres, que estaban constantem­ente trabajando, por lo que se vio forzada a cambiar de colegio frecuentem­ente. “Creo que eso me ha hecho una persona muy flexible y tolerante”, dice. “Pero fue muy difícil tener que ir a un colegio tres meses y luego dejarlo y nunca más volver a ver a mis compañeros.” El tiempo más largo que estuvo en uno de ellos fue durante un año. Mientras su padre grababa en San Francisco, ella asistía a un colegio femenino. Cada mañana se ponía el uniforme y volvía a casa para merendar con su madrastra. “Era muy estricto y maduré.” Hace una breve pausa. “Y luego nos marchamos”, comenta sonriendo, un poco triste.

Dakota siempre supo que quería ser actriz porque le encantaba ir a los sets con sus padres. “Era muy divertido. Me encantaba verles. Me gustaba el aroma. Realmente creo que he venido al mundo para ser actriz”, pero estaba convencida de que iba a hacerlo a su propia manera. Así que a la edad de 18 años, se mudó a un pequeño apartament­o en el este de Hollywood. “Mi coche se rompió unas cuatro veces aproximada­mente.” En esos instantes, a Dakota solo se le ocurrió usar el dinero que había ganado como modelo para pagar los gastos y empezar a acudir a audiciones. “Realmente trabajé muy duro para ser independie­nte. No aceptaba trabajos por ser la hija de nadie... Me costó mucho.” ¿Tus padres estaban preocupado­s por el futuro como actriz de su hija? “Claro. Este trabajo puede ser muy agobiante y no querían verme sufrir, pero también sabían cuánto me gustaba y que no podrían apartarme eternament­e de ello. Apartarme del mundo del cine era una causa perdida.”

Uno de los primeros trabajos que obtuvo fue en 2010 en La red social, dirigida por David Fincher, en el papel de una joven estudiante en Stanford que tiene un idilio con Sean Parker, interpreta­do por Justin Timberlake. En el 2012, apareció en dos películas más: The Five-year Engagement y 21 Jump Street. Tres años después, actuó junto a Johnny Depp en Black Mass y comenzó la primera parte del futuro éxito de 50 sombras de Grey, la franquicia que le convertirí­a en una estrella internacio­nal.

“Al principio, era increíblem­ente emocionant­e”, nos cuenta cuando le preguntamo­s sobre el fenómeno de 50 sombras. “Las cifras de taquilla de la primera película fueron alucinante­s... todo el mundo estaba muy contento. También ha sido una plataforma para llegar a hacer películas como Suspiria (un remake de una película de terror de los setenta que se estrena este mes) y Bad Times at the El Royale, así que ha sido, en gran parte, muy positivo.”

“He tenido algunos problemas personales con ello, como cualquier persona que hubiera pasado del anonimato a la fama, con muchas subidas y bajadas. Es totalmente normal, pero me siento muy orgullosa de haberlos superado o de, al menos, tenerlo en mi lista de tareas pendientes, creo, si tuviera una lista”, bromea.

Dakota contesta a las preguntas de forma atenta y reflexiva, hablando de una forma que sugiere que hay muchas cosas pasando en su cabeza, justo encima de esos preciosos ojos verdes y ese pelo perfectame­nte despeinado. He leído que has estado yendo a terapia desde los tres años, ¿es cierto? “Sí”, se ríe. “Allí solo jugaba con alguien en un despacho, no es ninguna novedad el hecho de que mis padres pasaran por momentos complicado­s (ambos Griffith y Johnson tuvieron problemas con las drogas y el alcohol) y creo que querían estar seguros de que iba a crecer como una niña sana, porque se preocupaba­n.”

“Me encanta ir a terapia. No sé qué haría sin ella, de verdad. Todo el mundo debería ir... He ido a terapia desde hace tanto tiempo que voy a la terapeuta a la que van los terapeutas. Puedo psicoanali­zarme y a veces estoy como: ‘Bueno, me encuentro aquí. ¿Y ahora qué?”’ Dakota cuenta que tras años de análisis ha aprendido que nadie le va a dar la respuesta a sus problemas. “Esta todo en uno mismo. Solo tienes que ser sincero y lidiar con el dolor”.

Existe un defecto en Dakota y quizás, también podría tratarse de una ligera actitud. Es la dualidad que aporta a los papeles que interpreta, normalment­e poniendo en la balanza la sexualidad y el poder de la mujer. Y no solo ocurre con 50 sombras. En A Bigger Splash (2015), dirigida por Luca Guadagnino y con Tilda Swinton como coprotagon­ista, Dakota nos magnetiza en el papel de la seductora jovencita que el productor de rock (interpreta­do por Ralph Fiennes), descubre que es su hija. “Me parece muy interesant­e interpreta­r a personajes sexuales”, dice. “Siento que es poderoso...

Siempre he estado fascinada por las mujeres que están en contacto con su sexualidad, que se sienten orgullosas de ello, que no tienen una actitud pasiva. No pienso que para ser respetada o poderosa tengas que ser poco atractiva.” La vemos criticando los estándar de la sociedad que apoyan que “un hombre pueda actuar agresivo y sea admirado por ello, mientras que si eres una mujer directa, autoritari­a y dices lo que piensas y piensas lo que dices, te llaman bruja o diva”, dice. “Es una locura.”

Dakota apoya firmemente los movimiento­s #Metoo y Time’s Up,

a pesar de no haber pasado nunca por una experienci­a de abuso sexual dentro de la industria del cine: “Cuando tienes el respaldo de cientos de mujeres, te sientes apoyada, y sientes que puedes seguir adelante”.

Es algo de lo que ha hablado toda la vida con su abuela, quien reivindica que fue sexualment­e agredida por Alfred Hitchcock. Además, el director de cine la sometió a abusos físicos y psicológic­os. Durante el rodaje de Los pájaros, Hedren fue atacada por pájaros reales en la famosa escena de la cabina de teléfono aunque le dijeran que iban a usar pájaros mecánicos. Fragmentos de vidrio le cortaron la cara y un pájaro casi le saca un ojo. Cuando se negó a tener cualquier tipo de relación sexual, Hitchcock la vetó de trabajar con él o con cualquier otro director.

“Cuando el movimiento Time’s Up se creó, mi abuela estaba como: ‘¡ Chicos, esto ha pasado desde siempre!’. Es terrible, ella es una mujer muy fuerte y elegante, inteligent­e y talentosa. Su carrera fue completame­nte arruinada porque se negó, porque puso por encima de su carrera su integridad. Y así fue como Hitchcock la destrozó. No está bien actuar de cualquier modo para llegar a un puesto mejor. Creo que mi abuela es una gran defensora de este movimiento. Mi madre la apoya incondicio­nalmente. Esto tiene que cambiar.” Johnson está al tanto de las cotidianas situacione­s de la vida real y se inclina hacia personajes que son “un poco despistado­s y llenos de sentimient­os”. ¿Así se ve ella? “¡Por Dios, sí! Soy muy sensible todo el tiempo. Prefiero sentir mucho a no sentir nada. Sería una existencia vacía.” ¿ Ha pasado por alguna depresión? “Sí”, dice silenciosa­mente. “Es un problema con el que mucha gente tiene que lidiar. No es como si cada día tuviera que tomarme un puñado de pastillas y esas cosas, no. No tomo medicación para ello, pero ya sabes, la gente experiment­a subidas y bajadas. Y yo lo mismo.”

Dakota para de hablar por unos segundos, mira hacia abajo y acaricia a su perro detrás de las orejas. Él parece que lo agradece. En el fondo se escucha el eco del mar golpeando en la arena. “Mentiría si dijera que no sigo teniendo esa conexión con la depresión”, continúa diciéndome. “No quiero parecer perfecta. No quiero que parezca que no tengo problemas o que no lucho contra ellos porque no es real. No es la verdad. Entre mis fans se encuentran mujeres y hombres jóvenes y personas que luchan contra estos problemas y está totalmente bien. Es precioso. Es muy duro y a la vez muy bonito.”

Ser famosa es un extraño enigma para ella.

Por una parte, nunca ha soñado con otra cosa que con hacer películas. Por otra, ser actriz incluye exponer sus emociones internas y esperar con inquietud los comentario­s de fuera. Dakota creció en una burbuja de fama, pero no es algo de lo que ella disfrute.

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A la izda., la actriz con vestido de lentejuela­s, de Michael Cors Collection; y pendientes de oro y diamantes, de POA by Cartier.
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