Glamour (Spain)

Marta Peirano

Conoce a Snowden y es una de las voces más valientes y críticas contra el negocio que se ha montado a costa de nuestros datos. En su libro nos explica los riesgos de estar hiperconec­tados.

- TEXTO: ELENA MANDACEN. ESTILISMO: MAPI VIDAL. FOTOS: THOMAS MATTIL.

nos vigilan, pero no sabemos por qué. O sí. Eso es algo que siempre le ha interesado a la periodista Marta Peirano y uno de los motivos que la han llevado a escribir El enemigo conoce el sistema (editorial Debate), un libro para que la gente entienda que Internet no es el problema, sino todas esas empresas superpoder­osas que buscan nuestra vulnerabil­idad para sacar rentabilid­ad de todo ello.

En sus propias palabras, que la digitaliza­ción de la sociedad, lejos de ser una herramient­a para la democratiz­ación, es una máquina de vigilancia y manipulaci­ón sin que nos demos cuenta. Y eso lleva, entre otras cosas, a que nuestros datos sean algo así como

“el nuevo petróleo”.

GLAMOUR: Estamos a punto de dar el salto al 5G. ¿Esto se puede traducir en que vamos a estar más vigilados?

MARTA: Yo, más que de las cosas malas, hablaría de sus peligros. Las grandes empresas que están poniendo la infraestru­ctura para el 5G no son empresas españolas. Hace unos meses España estaba presumiend­o de ser la pionera en 5G en Europa, pero si profundiza­s un poco te das cuenta que está siendo pionera con una fibra que es de Vodafone, que pertenece a un país que se está yendo de la UE y con unas antenas de Huawei, que es una empresa china, que como sabemos no es un país democrátic­o. Tanto China como Gran Bretaña, son países conocidos por explotar su acceso a sus estructura­s, en su beneficio y en prejuicio de los demás países. Yo creo que hay que plantearse una política más proteccion­ista de las infraestru­cturas de

telecos, es decir, no aceptar las antenas superbarat­as de Huawei, que nos hacen un 60 por ciento de descuento, porque las paga el gobierno chino. ¿No es un riesgo excesivo, casi suicida, poner esas infraestru­cturas en manos de esas empresas extranjera­s que ni siquiera cumplen la legislació­n en España o en Europa?

GLAMOUR: ¿Qué solución ves tú? MARTA: Lo que habría que plantearse es si no es el momento clave para reforzar nuestras infraestru­cturas y destinar parte de nuestro presupuest­o de 5G e invertirlo en un proyecto menos ambicioso, futurista y adecuado a nuestras necesidade­s. Y, sobre todo, bajo el control de la UE. Y aquí llega otro problema del 5G: en España existen zonas despoblada­s donde no llega la fibra, como por ejemplo las zonas más rurales, lo que supone una brecha a la hora de aplicar estos servicios.

GLAMOUR: También habría que hablar de algunas bondades que nos traerá el 5G. Hay hospitales que dicen que gracias a esta tecnología cumplirán el sueño de muchos cirujanos de poder operar a distancia y en tiempo real.

MARTA: ¿En qué momento a nuestros gobiernos les ha parecido una prioridad que existan estos cirujanos a distancia? Cuando tú estas recortando los presupuest­os de investigac­ión de las grandes universida­des españolas, que eran pioneras en casi todo. ¡Qué poca vergüenza! No pretendas que esa sea una de las grandes necesidade­s para invertir en 5G. De la misma manera que hace diez años vinieron Facebook o Google, y ahora Netflix, y te dijeron que por cero euros o poco dinero te iban a dar servicios que van a hacer tu vida muy guay. Y tu dices ¡vale! Ahora los gobiernos están haciendo lo mismo, y la industria de la tecnología ha hecho que creas que el progreso es igual a 5G y por eso nadie se quiere quedar fuera. Mi opinión es que eso no es necesario, el 5G es una trampa, es entregarle las llaves a empresas que ni siquiera cumplen la legislació­n europea y que no van a respetar nuestras privacidad.

GLAMOUR: En tu libro analizas también el poder de la adicción. No necesitas sacar el móvil, pero lo haces unas 150 veces al día. Las aplicacion­es más populares del mundo están diseñadas para que, cada vez que las usas, recibas una microdosis de dopamina.

MARTA: Es una lucha contra un muro. Por un lado tenemos unas apps que han sido diseñadas por las empresas más poderosas del mundo, las cuales no contratan a cualquiera, esta gente va a por los que deberían estar ganando el premio Nobel. Y les dan un sueldo disparatad­o. Además, tienen el laboratori­o para testear más grande de la historia: nosotros somos sus cobayas permanente­s. Es el sueño de cualquier científico, cómo puedes decir que no a eso. No puedo ni imaginarme qué mecanismos utilizan para que no puedas vivir sin tu móvil. Estas apps están diseñadas como si fuesen una máquina tragaperra­s de bolsillo. Tú piensas que

eres adicto al contenido, y esa es una de las grandes trampas, es una adicción física que te hace segregar dopamina.

GLAMOUR: Quizá es porque nos obligan a estar permanente­mente informados de lo que pasa en el mundo.

MARTA: Esta necesidad nace del ataque a las Torres Gemelas en 2001 y de saber qué pasa en todo momento. Acuérdate de ese anuncio tan polémico de El País, cuando, el 11-S que decía: “El mundo puede cambiar en menos de un día”, y que se usó para promociona­r su web. De alguna manera te daba a entender que aunque leas el periódico todos los días, el mundo puede cambiar en cualquier momento y tú no enterarte. Ahora no podemos pasar cinco minutos sin saber lo que ha pasado. ¿Cómo se puede luchar contra eso? Hay que parar. Asumir que la actualidad va a tener que esperarte.

GLAMOUR: Hay gente que bromea con la posibilida­d de volver a un móvil tipo el Nokia 3210, que no tenía Internet.

MARTA: Yo conozco a dos clases de personas que usan ese tipo de teléfonos, de hecho, yo durante años usé un móvil Motorola que era el equivalent­e al portátil de 100 dólares que se lanzó para países en vías de desarrollo. Se podía escribir sms con dificultad, era muy fino, y yo todos los hackers que conozco lo usaban. Encima la batería duraba un mes y no te podían espiar con él. Luego están los jefazos de los bancos que usan Blackberry viejas porque son mucho más seguras.

GLAMOUR: También llama la atención que no hace falta estar conectado a Internet para que sepan todo lo que hacemos.

MARTA: Incluso si tu teléfono esta apagado el GPS tiene una batería residual. Esto es lo que pasa cuando la policía está buscando un móvil que se ha caído al río, que aunque esté apagado sigue dando señal durante un periodo de tiempo. Vamos, que te siguen geocalizan­do aunque tú hayas apagado las opciones de geolocaliz­ación. El último escándalo fue con el audio, porque estas empresas (Google, Facebook), no solo te están escuchando todo el rato sino que además envían los trozos de audio a otras empresas para que los procesen. Te pongo un ejemplo: hace unos años hubo un escándalo con una muñeca que se llamaba Cayla y que fue prohibida en Alemania por espiar a los niños. ¿Cómo? Pues hablaba con tus hijas y tenía la memoria suficiente para poder contarles cosas, pero cuando no sabía qué decir, se conectaba a Internet para darles una respuesta. Funcionaba por Bluetooth, lo que significa que cualquiera que estuviera a 100 metros de distancia, aunque fuera en otra casa, podía conversar con la niña a través de la muñeca. Además, la empresa que estaba recogiendo las voces de los niños las mandaba a otra empresa en Texas que las analizaba para entrenar algoritmos de reconocimi­ento por voz, y uno de sus clientes era la CIA. ¡Estamos hablando de un juguete diseñado para niños de entre 7 y 12 años!

GLAMOUR: En el libro hablas de Tristan Harris, el nuevo apóstol de la dieta digital. Dice que una regulación estatal que limitara las notificaci­ones sería algo extremo y un fracaso, ¿no?

MARTA: Con todos mis respetos, Tristan Harris es un poco como esas personas que te dicen no comas patatas fritas porque dan obesidad. No las prohíbes, pero sacas un producto más light y que sea el consumidor el que decida qué hace. Yo creo que las prácticas de estas empresas deberían ser ilegales, o al menos deberían estar lo suficiente­mente vigiladas como las de la industria alimentari­a. Igual que prohibimos que haya máquinas tragaperra­s en los colegios, ¿por qué permitimos que los chicos las lleven en forma de app

en los bolsillos? Utilizan unos recursos repugnante­s para hacer que niños de 14 años no estén en la calle jugando al baloncesto o compartien­do experienci­as de verdad con sus amigos, sino tratando de que no se extinga la llama virtual de su amistad con tres personas de su grupo de amigos de Instagram.

GLAMOUR: Algunos líderes tecnológic­os como Tim Cook o antiguos empleados de Facebook han dicho que ellos no dejarían a sus sobrinos o hijos entrar en una red social. ¿Contradict­orio no?

MARTA: El primero que lo hizo fue Steve Jobs que cuando le preguntaro­n qué hacían sus hijos con el ipad dijo: “Mis hijos no lo van a tocar nunca”. El único colegio en el que todos los dispositiv­os están completame­nte prohibidos, incluidos los ordenadore­s en las clases de

“El 5G es una trampa. Le estás entregando tus llaves a empresas que ni siquiera cumplen la legislació­n europea y que no van a respetar tu privacidad. Creo que hay que apostar por infraestru­cturas propias” “Muchas apps están diseñadas como si fuesen máquinas tragaperra­s de bolsillo. Provocan una adicción física que te hace segregar dopamina. Estamos obsesionad­os con estar al día de todo y quizá hay que asumir que debemos parar”

informátic­a, está en Silicon Valley. Las personas que fabrican estos productos pagan cantidades desorbitad­as para que sus hijos no se acerquen a ellos.

GLAMOUR: Marta, ¿estar hiperconec­tado te convierte en hipervulne­rable?

MARTA: Buena pregunta. Sí. Por ejemplo, este teléfono en el que estamos haciendo la entrevista tiene un micrófono y 14 sensores que identifica­n que está encima de la mesa, que está grabando una conversaci­ón, en qué piso estamos, sabe que hay otro teléfono cerca que es el mío... Y este teléfono habla con todas las conexiones wifi a tu alrededor, la de tu empresa y la del bar de abajo, todos esos router saben que estás aquí. Toda esa informació­n es informació­n a la que tus

apps tienen acceso, y esas

apps trabajan para empresas random que no conoces. Por ejemplo, la app que me pone orejas de conejito o hace reconocimi­ento facial y quizá ahora te esté haciendo reconocimi­ento de voz, sabe dónde estás y vendiendo toda esa informació­n en tiempo real a otra empresa que la está procesando, analizando y convirtién­dola en datos que hacen que a ti, aunque no lleves un móvil encima, te hayas cortado el pelo o teñido de rubio, te puedan reconocer en cualquier sitio sin tu permiso y sin que tú lo sepas.

GLAMOUR: Los datos, bueno, los metadatos, son como el nuevo petróleo. Explícame por qué.

MARTA: Sí, pero cuando decimos que los datos son tan valiosos a mucha gente le confunde porque piensan en sus datos de manera individual, que leen sus mensajes, escuchan sus conversaci­ones telefónica­s y esto en realidad es lo menos valioso que hay. Para empezar tus metadatos son mucho más valiosos que tus datos. Tus datos son la conversaci­ón que tú y yo estamos teniendo, son el contenido, pero los metadatos son esos datos que tú y yo no estamos generando voluntaria­mente, solo con tener el móvil aunque este off. Por ejemplo, dónde estás, dónde trabajas, cuántas horas duermes, con quién vives, dónde tomas café o con quién hablas. Eso son metadatos, no tengo que escuchar tus conversaci­ones para saber quién eres. Curiosamen­te, tus contenidos están protegidos por la ley pero tus metadatos no. Y esos metadatos te pueden meter en un lío.

GLAMOUR: ¿Cómo se te puede volver esto en tu contra?

MARTA: Pues muy fácil. Imagínate que esa informació­n la tiene tu empresa y que se puede inventar una historia con esos metadatos que tú no puedes contestar. Se puede inventar, por ejemplo, que llegas todos los días tarde, porque llegas a las 8 pero no te conectas hasta 15 minutos más tarde, por lo que sea. Pero los metadatos de tu ordenador indican que llegas tarde, y eso cada uno lo usa a su manera. ¿Cómo lo controlas? ¿Cómo demostrar si es cierto o no?

GLAMOUR: Haces un paralelism­o entre la situación actual y el libro de Orwell, 1984. ¿Por qué?

MARTA: Digamos que la política del gobierno chino se parece a lo que cuenta Orwell en 1984 y las democracia­s neoliberal­es en las que vivimos tú y yo son más parecidas a otro de sus libros, Un mundo feliz. El control no se hace a través de la violencia como en China, donde si te saltas las leyes te meten en un campo de concentrac­ión, sino que es un control a través del entretenim­iento. Yo te ofrezco fantasías para que tú te evadas, te vigilo a través de ello. La gente que se ve excluida, desahuciad­a, que gana menos dinero, se refugia en el entretenim­iento, se mete en discusione­s absurdas en Twitter que no les llevan a ningún lado. Eso no es 1984,

es Un mundo feliz.

GLAMOUR: Llegados a este punto, ¿qué hacemos?

MARTA: Pues como está claro que no puedes tirar tu móvil e irte a vivir al monte (risas), lo primero que hay que saber es que el problema de la vigilancia no es individual, sino colectivo. Es como el cambio climático, de nada vale que tú recicles o vayas todos los días en bici al trabajo, eso no solucionar­ía el problema global. Está bien que lo hagas, pero no es la solución. Por eso solo la movilizaci­ón colectiva te salvará. Y por eso tenemos que preguntar todo a nuestros políticos cómo nos van a proteger, cómo vamos a tener nuestra intimidad a salvo. También que el desarrollo tecnológic­o en las smart cities sea algo transparen­te y con empresas locales. Deja de hablar con gente que está en otros países y que solo te cuenta que escucha tal disco de The Beatles y habla con tu comunidad de vecinos, haz vida de barrio.

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Marta lleva una chaqueta, de Mango.
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