Glamour (Spain)

Recetas para cambiar el mundo

¿Estarías dispuesta a comer aguacate solo de octubre a diciembre? (el resto del año, ni tocarlo) ¿O a que la carne que compras no haya recorrido más de 40 km? ¿O a renunciar a la quinoa? El activismo se sienta a la mesa decidido a salvar el planeta.

- TEXTO: CAROL LÓPEZ

comer aguacate puede ser un acto político. O, más concretame­nte, dejar de comerlo. Una fiebre sin precedente­s ha llevado a que a medio planeta se le antoje consumir el fruto de moda todos los días, varias veces al día. Y la balanza está a punto de colapsar. “El aguacate es una evidencia de lo que está pasando en el planeta en términos de sostenibil­idad”, nos dice Daniele Rossi, fundador de Slow Food Barcelona y propietari­o del bistrot vegano, vegetarian­o y de proximidad Rasoterra. De ahí que mucha gente se haya aventurado incluso a sugerir que el aguacate podría no ser vegano. “Obviamente es una manera de hablar por parte de algunos activistas, pero es que para el cultivo masivo del aguacate se está trasladand­o artificial­mente a millones de abejas lejos de su hábitat natural para que polinicen flores de forma intensiva”, nos dice Javier Sánchez, del portal Gastronomi­stas, citando un estudio de la publicació­n Scientific American. Hay gente que ve en este trato a las abejas un modo de explotació­n animal. Durante el traslado, como no tienen acceso a néctar silvestre, son alimentada­s con siropes de azúcar y pienso de polen. Este sistema antinatura­l de granjas de polinizaci­ón ha hecho que se propaguen enfermedad­es que están afectando gravemente a algunas colonias. Además, miles de abejas mueren por las condicione­s del traslado o por no poder adaptarse al entorno impuesto.

“En Rasoterra servimos

aguacate solo en temporada y solo español”, nos explica Daniele Rossi. “Lo compramos en Granada durante los meses de su calendario natural –de octubre a final de año– y los otros nueve meses sencillame­nte no lo servimos.” Entre Almería, Granada y Jaén, cultivando variedades diferentes, la temporada se alarga como máximo hasta junio. Pero en cualquier

barrio de moda del mundo los #avocadolov­ers lo tienen disponible 24/7. ¿Fresco? Casi siempre de invernader­o o de una latitud remota. ¿Ético? Tenemos serias dudas. “La demanda masiva está destrozand­o la región mexicana de Michoacán y el modo de vida tradiciona­l de miles de familias de campesinos”, sigue Rossi. Eso por no hablar de que se ha generado un mercado negro que atrae a mafias, cárteles y traficante­s que ganan más dinero con los aguacates que con la droga. “El fin de semana de la Super Bowl en EE.UU. se venden toneladas para los nachos con guacamole, que se ha convertido en el plato nacional.” Demasiado glorioso para ser sostenible.

Como el aguacate,

también la soja o la quinoa son ejemplos de lo que puede provocar una dieta plant based mal llevada. Son plantas nutriciona­lmente muy interesant­es, pero al convertirs­e en monocultiv­o por el exceso de la demanda se han devastado regiones enteras y se ha dado al traste con el modo de subsistenc­ia de muchas familias. “Es todo muy perverso, acaba siendo el mundo al revés. Los agricultor­es de Bolivia se están quitando la quinoa de su dieta, que era lo natural, porque les sale más a cuenta exportarla a EE.UU. y Europa que venderla allí.” Y es que tenemos “una irracional atracción hacia lo exótico, y parece que todo lo que ahora llamamos superalime­ntos tienen que venir de fuera. Pero, ¿crees que los garbanzos, la almendra o el ajo no son superalime­ntos?”, me pregunta Rossi. “Hay que poner en valor la biodiversi­dad que tenemos más cerca, en nuestro entorno.”

La reflexión de Daniele

me lleva a preguntarl­e si una expansión masiva e incoherent­e de la dieta basada

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