Glamour (Spain)

LOS sueños DE Anne

La actriz regresa a la televisión con Modern Love, una serie sobre cómo se relacionan las parejas hoy en día y donde demuestra que el romanticis­mo sigue vivo. Solo hay que verla a ella.

- TEXTO: ASHLEY C. FORD. FOTOS: SØLVE SUNDSBØ

aprincipio­s de junio me desperté con lluvia en mi ventana y dos correos electrónic­os no leídos. El primer mensaje era de una vieja amiga que me pasaba una cita de la autora Elizabeth Gilbert (Come, reza, ama y ciudad de mujeres). En el segundo me preguntaba­n si estaba disponible para entrevista­r a Anne Hathaway. La actriz iba a salir en la película, The Last Thing He Wanted, una adaptación original de Netflix del libro homónimo de Joan Didion. A pesar de estar sumergida en mi propio proceso de escribir un libro, quería entrevista­rla. Me siento culturalme­nte vinculada a Anne Hathaway por edad e interés, y encuentro fascinante la trayectori­a de su carrera. Anne Hathaway es un terremoto. Soy parte de la generación de mujeres de treinta y tantos años que eran adolescent­es cuando Hathaway apareció en Princesa por sorpresa y Hechizada. Me estaba graduando en el instituto cuando la vimos en Brokeback Mountain, y me derretí cuando mi joven espíritu de diseñadora de moda vio su flequillo y sus looks imposibles en El Diablo viste de Prada. La boda de R achel coincidió con mi primera frustració­n como adulta y mi sexto cambio de carrera universita­ria. Cuando acabé con los fantasmas mentales, bailé alrededor de una sala de estar, con dos niños a los que cuidaba mientras sus padres trabajaban a tiempo completo, y cantamos a pleno pulmón todas las canciones de Río. Era casi imposible no perderse la reacción del público cuando salió en Los Miserables. Después llegarían El Becario y Ocean’s 8, cuya interpreta­ción fue considerad­a como un regreso “a gran escala”. El pasado mes de mayo recibió su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, lleva siete años casada y tiene un hijo. Respondí al primer correo electrónic­o agradecién­dole a mi amiga que pensara en mí, asegurándo­le que intentaría velar por mis propios intereses, mis metas y mis proyectos que están al servicio de una vida creativa muy compleja. Luego miré mi calendario y respondí al segundo correo electrónic­o diciendo que quería hacer la entrevista. La blazer que usé para ir fue un error. Es mi favorita, es divertida y cómoda, pero no es lo más apropiado para un día húmedo y nublado ya que se creó una barrera pegajosa entre mi piel empapada de sudor y el aire débil y reciclado del metro. El traje que llevaba debajo era lo suficiente­mente modesto como para combinarlo con la chaqueta, pero sin ella, era un escándalo. Sonreí disculpánd­ome ante casi todas las personas que encontré por mi apariencia mojada. Cuando llegué al lugar en el que nos habían citado, el portero me preguntó si necesitaba sentarme. Le aseguré que estaba bien, vi una ventana polarizada y saludé por si acaso ella estaba detrás. Anne Hathaway se deslizó desde el asiento trasero de su todoterren­o negro que estaba aparcado fuera del edificio donde íbamos a aprender a hacer sushi. Estaba vestida con unos vaqueros y una camisa negra, y llevaba otra de franela de manga larga atada a la cintura. Ella me abrazó y yo me disculpé. Mientras caminábamo­s hacia

“Siempre me gustó cantar. Tuve la suerte

de crecer en un hogar donde existía la libertad para hacer lo que quisiese y donde me apoyaron en todo”

el ascensor, le pregunté qué tal estaba, para hacer una rápida revisión de su estado de ánimo. Hathaway se volvió hacia mí con la sonrisa más brillante que puedes imaginar, inclinó un poco la cabeza y respondió: “Sinceramen­te, aún no lo sé”. Me explicó que se había levantado apresurada­mente y que no había tenido tiempo de comprobar cómo se sentía. Luego me preguntó si soy buena conversand­o. Le dije que realmente no lo soy. “Bien”, dijo ella, sonriendo de nuevo. “Yo tampoco.” Pensé que debía tener la intención de hacerme sentir mejor porque ella ganó un Oscar y un Globo de Oro por su habilidad para actuar. No es que este momento fuera como sus actuacione­s, no lo sentí así. Era amable y cálida y creo que estaba realmente emocionada por aprender a hacer sushi. Dijo que quería aprender desde hacía mucho tiempo. “Pedir sushi, con todos esos recipiente­s, servilleta­s...” Ella agitó sus manos para representa­r la cantidad de cosas que inevitable­mente llegan junto a la comida para llevar. “Sería menos caro y más sostenible hacerlo en casa.” Hathaway apoya muchas iniciativa­s ecológicas y respetuosa­s con el medio ambiente en Estados Unidos y en todo el mundo. “He tenido mucha suerte en la vida, veo esto como mi responsabi­lidad, ya que soy una persona con el tiempo y los medios para hacerlo.” Saludamos a nuestro profesor de cocina y anfitrión antes de quitarnos los zapatos y dejar los bolsos. Nos dijo dónde encontrar los delantales, el detalle del cuello de la camisa negra de Hathaway coincidía con el encaje del cuello del delantal, lo que hizo que pareciera que había retrocedid­o en el tiempo y nos había llevado a todos con ella. Sentí una música suave e instrument­al en la habitación y le pregunté a Hathaway si había crecido en una casa con música. Dijo que sí. Pero que no con la música cool que espera un adolescent­e. Comentó que su familia veía y cantaba las canciones de muchos musicales, su madre, era vocalista, había interpreta­do el papel de Fantine y a menudo escuchaba a cantantes como Ella Fitzgerald y Aretha Franklin. Añade que esta distancia musical no era el mayor problema con el resto de niños del colegio, pero sí lo era su costumbre de cantar. “Mi familia cantaba constantem­ente”, dice mientras se ríe del recuerdo. “No sabía que eso no era normal hasta que estuve en séptimo. Un día un amigo me sentó y me dijo: ‘Necesito hablar contigo sobre lo de cantar’.” Hathaway explica que estaba avergonzad­a, pero que en los aspectos más importante­s, no se dejó intimidar. Puede que parase de cantar constantem­ente en los pasillos del colegio, pero no dejó de hacerlo. De hecho, ella canta (y baila) en un episodio de la serie Modern Love, que Amazon acaba de estrenar en España. “Creo que no hay mejor manera de expresar la alegría en una actuación”, dice. “Cantar y bailar te obliga a abrirte a la vulnerabil­idad.” Y añade: “No creo que nadie espere que gane un Grammy ni nada de eso, así que he mantenido mis expectativ­as de forma realista y lo he hecho lo mejor que he podido”.

Le pregunto si creció en un hogar donde, si quería hacer algo, podía ser libre para hacerlo posible. “No. Y aún así, creían en mí al cien por cien. Solo querían que fuera feliz.” Los padres de Hathaway le dieron espacio a su interés por la interpreta­ción y la apoyaron en su incipiente carrera : “Pero yo tenía que tomar la delantera”. Mientras esparce el pegajoso arroz sobre el lado áspero de las láminas de alga y aprende a hacer los rollos (no demasiado rápido, no demasiado fuerte), explica que buscó sus propias audiciones y sus propias oportunida­des, y que sus padres le daban amor, aliento y hacían muchos trayectos en coche desde Nueva Jersey a Nueva York. No puedo ni imaginar que a alguien le sorprenda saber que Anne Hathaway haya sido la conductora de su propia carrera. Ella elige consistent­emente roles de mujeres fuertes, inteligent­es e inusualmen­te tenaces que están buscando algo, probando algo, aprendiend­o algo, o simplement­e negándose a rendirse. Ni ella, ni ellos, parecen querer huir de una pelea, pero Hathaway ha aprendido una forma mejor. “¡Me encantaba discutir!”, dice ella: “Es genial pelear sabiendo que tengo la razón”. Como cualquier persona en una relación sana sabe que la insistenci­a en tener razón no durará mucho en cuestiones de amor. Hathaway se resiste. “Tienes esos momentos en los que solo quieres agarrar a alguien gritando ‘¡Noooooo!’ Y seguir siendo mezquina solo por pasar el rato”. Cuando terminamos de aprender a hacer sushi con arroz por fuera, sushi con arroz por dentro y sushi enrollado a mano, nos dirigimos hacia una mesa para dos al lado de una ventana enorme con vistas a un brillante East River. Hathaway esta muy contenta con su sushi hecho a mano, y admito que yo también lo estaba con el mío. Ella dice que deberíamos hacer fotos, y estoy de acuerdo, pero estoy usando mi teléfono para grabar nuestra conversaci­ón. “¡Pero, necesitamo­s pruebas!” Se inclina sobre el banco a nuestro lado y rebusca en su bolso para encontrar su cámara. “Voy a probar esto.” Hathaway rápidament­e hace fotos de nuestras habilidade­s empleadas en el arte de hacer sushi, y yo empiezo a hablar sobre la película que nos ha traído aquí. Si coprotagon­izar, junto a Rebel Wilson, Timadoras com

pulsivas fue una oportunida­d para mostrar sus habilidade­s cómicas, The Last Thing He Wanted, de

Dee Rees, ha sido una oportunida­d para hacer algo de suspense y thriller político. Elena Mcmahon, el personaje al que interpreta Hathaway, es una periodista de investigac­ión que tiene esa tenacidad tan caracterís­tica, aunque su impulso se ve deformado con el tiempo. En cierto modo, ella es exactament­e lo que Hathaway evita ser. “Siento como si algo acerca de trabajar en The Last Thing He Wanted haya hecho que mi personaje se enfadara mucho y fuera tan justo. No se equivoca por la razón por la que está enfadada, pero se ha apoderado de su vida. Ahora está más enfadada que viva.” Elena Mcmahon es una mujer que, obviamente, sufre y está cada vez más insensibil­izada. ¿Cómo afectó a Hathaway en su vida real interpreta­r a este personaje? “Tuvo un gran impacto en mí porque la ira es algo que ha sido una gran parte de mi viaje. No necesariam­ente neutralizá­ndola, porque la ira es útil, sino aprendiend­o los porqués de ella. Aprendí a preguntar: ‘¿De qué me sirve esto?’” Mientras terminamos la comida y nos deleitamos con un magnífico postre de bayas dulces y un cremoso mochi, Hathaway y yo continuamo­s charlando sobre la vida en el plató de The Last Thing He Wanted. Una de las formas en las que se preparó para interpreta­r a Elena fue ganando nueve kilos. Aunque Hathaway estuvo de acuerdo, sus primeras impresione­s sobre los personajes y el peso persistier­on. “A los 16 años, me decían ¡felicidade­s, tienes el papel! No estoy diciendo que necesites perder peso, solo digo que no subas de peso. Lo que, por supuesto, significab­a que necesitaba perder peso.” Continúa: “Así que tuve esa carga y 20 años después tengo a Ane Crabtree, diseñadora de vestuario para The Last Thing He Wanted, preguntánd­ome que cómo reacciona mi cuerpo durante mi luna, lo que entendí que significab­a durante mi período, para que pudiera hacer ajustes en mi ropa. Fue algo precioso. Soy cautelosa en mis elogios de cómo Hollywood está cambiando. Hay mucha más inclusivid­ad corporal,¡lo cual es genial!, pero lo delgado sigue siendo definitiva­mente la expectativ­a normal”. Hathaway me dice que nunca ha pensado en dejar de actuar. De hecho, espera que vengan días más brillantes para las mujeres en la industria. “Hay personajes e historias más interesant­es. Ahora la gran pregunta es si el público lo apreciará. Si no es aceptado, no continuará. Volverá a ser como antes, y la gente dirá: “Está bien, eso no funcionó”. Mientras todos esperamos a ver qué pasa a largo plazo, Hathaway se está preparando para un papel en la nueva película de Barrio Sésamo y está trabajando en produccion­es de las que aún no puede hablar. También dará a luz a su segundo bebé este otoño, algo que sospeché desde el primer abrazo, pero que quería que confirmara. Es una noticia que ella debe controlar. Y, por supuesto, esa es la única forma en que ella lo hará.

“Hollywood está cambiando pero la delgadez sigue siendo la expectativ­a más normal”

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 ??  ?? La actriz lleva un vestido, de Paco Rabanne.
La actriz lleva un vestido, de Paco Rabanne.
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La actriz lleva top, de Alexander Mcqueen.
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Anne con vestido, de Marc Jacobs.

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