EL PODER DE LA TECNOLOGÍA EN TU PIEL
La marca de las adictas a lucir un rostro radiante ha lanzado un nuevo dispositivo para mujeres activas a las que les gusta cuidarse. LUNA mini 3 es un producto revolucionario con el que podrás recuperar la belleza natural de tu piel.
Cuidarse por dentro es fundamental, pero también lo es cuidarse por fuera, y ahora con FOREO podrás hacer las dos cosas fácilmente. Revoluciona tu rutina de belleza utilizando su nuevo dispositivo LUNA mini 3; su cómodo formato te permitirá llevarlo incluso al gimnasio. Este limpiador y masajeador facial con tecnología T-sonic™ es un producto de lo más práctico para lucir una piel cuidada y resplandeciente después de hacer ejercicio, gracias a sus 12 intensidades y una superficie de limpieza doble para una experiencia de cuidado facial personalizada. Además, solo LUNA mini 3 tiene el modo Glow Boost, que conseguirá que luzcas un efecto ‘buena cara’ para esos días que te levantes con menos energía y más cansada. Pero esta no es la única novedad: el dispositivo incluye una mejora en las pulsaciones sónicas y en los filamentos, más largos y suaves. De este modo, LUNA mini 3 penetrará en mayor profundidad en tus poros para eliminar el 99,5% de la grasa, la suciedad, el sudor y las células muertas. Utilízala todos los días para limpiar tu piel por la mañana y por la noche. Cuando quieras potenciar el efecto ‘buena cara’ activa el modo Glow (presionando el botón dos veces), humedece tu rostro, aplica tu limpiador favorito sobre LUNA mini 3 y presiona el botón de inicio. Notarás cómo se incrementa la intensidad de las pulsaciones, los filamentos extralargos se expanderán y contraerán más rápido y con más intensidad y, tras deslizarla en movimientos circulares sobre tu rostro, el temporizador integrado detendrá el dispositivo automáticamente. Por otro lado, otro de los dispositivos de la marca, LUNA 3, incorpora una función antiedad. ¡No pierdas la oportunidad de aprender masajes personalizados con los videotutoriales que incluye en su app!
Su modo Glow te permitirá lucir una piel más saludable potenciando su belleza
en vegetales también podría volverse en contra del planeta. Si tuviéramos que elegir entre comer una carne con trazabilidad garantizada –de un animal que sepamos que ha tenido una vida y una muerte dignas y que se ha criado a pocos kilómetros de tu ciudad– o unas habas de edamame, que por muy vegetales que sean han llegado hasta tu nevera dejando una estela de carbono tan larga y malsana como un viaje en avión desde el Pacífico, “¿por cuál te decantarías?”, abordo a Daniele. “Si hablamos de sostenibilidad pura y dura, por la carne de proximidad”, reflexiona. Pero su tesis principal es que “hay que dar un paso atrás. Cada día hay 350.000 seres humanos más en el planeta y todos queremos comer a diario lo que come hoy el mundo rico: carne y pescado. La humanidad nunca se había alimentado de este modo. Antes del siglo XX la mayor parte de los días la dieta eran plant based y las proteínas animales se tomaban solo ocasionalmente. La dieta basada en vegetales no es ninguna invención –continúa el fundador de Slow Food Barcelona–. Es cierto que ahora los vegetarianos y veganos apelan también a motivaciones éticas y a una mayor sensibilidad contra el maltrato animal”. La recomendación de Slow Food es tan elemental como “dar un paso atrás, porque no se puede comer todos los días carne y pescado”, dicen. En esta línea de volver a los orígenes están prosperando cada vez más cooperativas de consumo como Farmidable (farmidable. es) y La Colmena Que Dice Sí (lacolmenaquedicesi.es). Técnicamente se llaman “cadenas de circuito corto” y son grupos de productores locales que venden directamente al consumidor, sin intermediarios ni embalajes artificiales (hasta nunca, plásticos, cartones y bandejas de poliespán). Todo lo que ofrecen es producto ecológico, fresco, justo, local y de temporada. La logística se adapta para favorecer a todas las partes: por ejemplo, hay puntos de entrega donde puedes ir a recoger tu pedido con tu carro o bolsas de tela, y también hay reparto a domicilio en bicicleta. El eslogan “Del campo a tu mesa en 24 horas” hecho realidad.
Dar un paso atrás
es comprarle el queso y al aceite bio a los productores de tu ciudad y es también reducir el consumo de animales. La producción industrial de carne provoca calentamiento global por las emisiones de metano–un gas que causa 30 veces más efecto invernadero que el CO–, deforestación y un gran despilfarro de agua –el 23% del agua potable del planeta se emplea en abastecer las granjas de cría industrial de ganado–. Por eso la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) ha lanzado la campaña Slow Meat, que anima a reducir el consumo de carne y a tomarla solo de calidad. O lo que es lo mismo: de pequeños productores y de granjas ecológicas de proximidad. Actualmente se consumen en el mundo 300 millones de toneladas de carne al año, unos 80 kg anuales por persona en los países industrializados (la cifra baja a 20 kg/persona/año en África y cae hasta apenas 6 kg/persona/año en algunos países del Sáhel). La FAO prevé que llegaremos a los 500 millones anuales en 2050. “Si la progresión sigue a este ritmo el sistema va a colapsar”, alertan en Naciones Unidas.
Pero hay ciertas fuerzas
de desequilibrio que difícilmente podemos evitar que sucedan. Por ejemplo, que China se ponga a comer chocolate por imitación a Occidente, porque el cacao no está en su tradición. Y en unas décadas hemos pasado a ser 1.400 millones de personas más en el mundo comiendo chocolate, hasta el punto de que los expertos han alertado de la extinción de la planta del cacao de aquí a 50 años si el ritmo no se detiene. “Yo no creo que la planta se vaya a extinguir, lo que pasará es que el ser humano hará una planta modificada genéticamente que nos dará cacao. Y esto es nefasto porque toda la biodiversidad del cacao se perderá. Estaremos todos tan contentos comiendo chocolate, pero habremos perdido para siempre la biodiversidad botánica de esta especie. Pero también me pregunto: ¿ahora quién le dice a los chinos que dejen de tomar chocolate?”, bromea Daniele.
Comer es un acto
político y los gobiernos deberían implicarse, legislar. Para que no se derroche comida, por ejemplo, y de modo urgente. Según la FAO, “un tercio de los alimentos que se producen en el planeta acaban en la basura”. Esto son 1.300 millones de toneladas. Mientras, casi 900 millones de personas en el mundo –un 12% de la población– sufren malnutrición. En los países de ingresos medios y altos la comida se desperdicia sobre todo en las últimas etapas de la cadena: en los supermercados, restaurantes y casas. “Son los políticos los que tendrían que legislar cómo comprar y cómo consumir, porque si no hasta que el aguacate no deje de estar de moda tendremos el mismo problema... Y luego se pondrá de moda otra cosa. Y luego otra”, lamenta Daniele Rossi. Y los #avocadolovers inventarán un nuevo hashtag mientras exprimimos el planeta en cada comanda de nachos con guacamole.