El mejor final
Seis minutos que seguimos viendo en bucle.
Lo recuerdo como si fuese ayer. 21 de agosto de 2005. Ese día HBO (que aún no existía en España) emitía el último capítulo de una de mis series favoritas, A dos metros bajo tierra. Tras cinco temporadas, llegaba la hora de decir adiós a esa disfuncional y adorable familia Fisher que regentaba una funeraria en Los Ángeles. En apenas seis minutos, nos da unas breves pinceladas del futuro que les espera a sus protagonistas, Claire, David, Ruth, Keith, Brenda y Rico… hasta llegar a la muerte de cada uno de ellos. Porque lo mejor de este capítulo, que se llama Everyone’s Waiting, es que deja claro que tras la muerte, aunque parezca extraño, se da paso a la vida. Tampoco es coincidencia que la casa-funeraria en la que se desarrolla A dos metros bajo tierra sea virtualmente “demolida” y se convierta en un nuevo hogar para alguien muy diferente. El momento clave llega cuando Claire se despide de su familia con una cena antes de irse a vivir a Nueva York. No es casualidad que todos decidan brindar por el difunto Nate, que corre detrás del coche en el que Claire se marcha, ¿para siempre? mientras le contempla por el retrovisor. Suena de fondo la canción de Sia, Breathe me y todos lloramos. Se me pone la piel de gallina recordando a Claire, conduciendo sola por la carretera camino de su nueva vida. Hay una mezcla de sentimientos. Por un lado la alegría de que todo les irá bien en un futuro, que cada uno cumplirá, en cierto modo, sus sueños y lograrán superar las desgracias de la vida; pero por otro lado, la tristeza de que inevitablemente todos acabarán a dos metros bajo tierra, ya sea por un tiroteo, un infarto o por tener 102 años en la cama rodeado de tus fotos.