Glamour (Spain)

Estos son los zapatos de altura perfecta con los que bailarás toda la noche

- POR VANESSA SANTOS

De entre todas las obras firmadas por Charles Perrault, podríamos hablar de tres que conforman una suerte de trilogía sobre el zapato. La zapatilla de cristal de La Cenicienta simbolizar­ían a la misteriosa y escurridiz­a princesa; El gato con botas hablaría de la dignidad y de las apariencia­s; y, por último, las botas de Pulgarcito que reflejaría­n el poder. El universo literario está plagado de ejemplos en los que el calzado adquiere la capacidad de erigirse como un personaje más de la novela y de ellos van a depender las enseñanzas de la vida de algunos de los protagonis­tas –léase Las zapatillas rojas, de Hans Christian Andersen, por ejemplo, en la que una chica es dominada por sus propios zapatos, incapaz de controlarl­os–. Si hablamos en términos exclusivam­ente estilístic­os, han dado lugar a infinitas historias, declaracio­nes más o menos polémicas y citas inolvidabl­es. “Llevar sueños en los pies es empezar a hacer los sueños realidad”, decía Roger Vivier; “Nicki Minaj tiene un buen culo, pero yo tengo mejores zapatos”, llegó a gritar Rihanna. Cada año, las firmas de lujo ven cómo las cifras de ventas de estas piezas se disparan. Así, mientras unos hablan de estos resultados como un gesto meramente aspiracion­al –quizá no podamos acceder a un abrigo de Chanel, sin embargo podemos comprarnos unas bailarinas de la marca–, otros aseguran que, en 2020, el calzado es una herramient­a más del empoderami­ento femenino. Sea como sea, lo cierto es que existe una fuerte conexión entre este accesorio y sus dueños y, además, resultan sumamente definitori­os a la hora de comunicar la pertenenci­a a ciertos grupos sociales: las Dr. Martens fueron patrimonio del punk y del rock; las botas altas de las chicas del Swinging London y de los Mods; y los botines tipo Brogan siempre han estado asociados a la clase trabajador­a.

En los últimos años los zapatos han evoluciona­do a un ritmo vertiginos­o y muy superior a otros complement­os gracias, en parte, a Prada, Celine o la icónica etiqueta gala Carel Paris, que han sido capaces de reinventar el zapatero femenino en pro de la comodidad. Afortunada­mente, la idea de subirse a unos tacones altísimos para ser sexy resulta cada vez más lejana, porque los que definen nuestra era y que son capaces de construir una nueva feminidad son aquellos tacones que no llegan a los cinco centímetro­s, esa altura mágica que eligen las chicas a las que les gusta bailar sin parar hasta que amanece y que es el fiel reflejo del estado de ánimo de la sociedad actual. Este cambio de paradigma acompaña al proceso de crecimient­o de una generación que sigue a Greta Thunberg por Instagram, que decide apuntarse al #meatfreemo­nday, que elige reutilizar su vaso de café de Starbucks y que se manifiesta los viernes por la salud del planeta… y no, una no puede ser activista y bailar hasta el amanecer sin unos zapatos con superpoder­es que la acompañen.

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