N o creas todo lo que lees
El desarrollo del conocimiento, de la ciencia y de la tecnología no es incompatible con las creencias personales de cada uno, sean del tipo que sean. Ningún inconveniente con eso. Pero hay que reconocer que de un tiempo a esta parte la frecuencia de las apariciones, de los avistamientos de ovnis, de los milagros y de otros hechos inexplicables se ha reducido notablemente. Coincidiendo con que ahora casi cualquier persona lleva siempre una cámara encima, en el móvil. Y aunque Photoshop hace milagros y Photoshop causa desastres, estos son otro tipo de milagros y otra escala de desastres.
"En los últimos años, sin darnos cuenta, hemos resuelto definitivamente los misterios de los platillos volantes, de los monstruos en los lagos, de los fantasmas y de Bigfoot", escribía Randall Munroe en su tira cómica XKCD. Visto así puede parecer que la tecnología y el conoci- miento nos han convertido en escépticos convencidos. Que nos estimulan a ser exigentes a la hora de creer y reacios para adoptar las afirmaciones simples y los testimonios de otros, por muy creíbles que parezcan o por muy fascinantes que resulten. Que el antiguo "si no hay foto no ha sucedido" ahora es "si no está grabado en 4K, o al menos en HD, es que no es verdad".
Nada más lejos de la realidad. Al parecer, independientemente de la época y de la tecnología, simplemente no se nos da muy bien distinguir entre la mentira y la realidad. Todavía somos bastante crédulos y la tecnología lo demuestra cada día. "Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia", dicta la tercera ley de Arthur C. Clarke sobre el avance científico.
Esto, junto con el desconocimiento general de buena parte de la tecnología que manejamos, es el motivo por el que en ocasiones damos por ciertas creencias o afirmaciones que simplemente aparecen. Una muestra extrema: hace no mucho varios medios de verdad publicaron artículos desmintiendo que tras una actualización del sistema operativo la batería de los iphone se podía cargar metiendo el teléfono en el microondas.
Esta era de internet y de la información es también "la era del contagio descontrolado de ideas", escribe Delia Rodríguez en su libro Memecracia; y eso incluye el contagio de ideas descabelladas como cargar el móvil en el microondas. También es la era de copiar y pegar sin cuestionar, y la de los "podría" en los titulares.
De modo que los fantasmas, los milagros y los hechos inexplicables del pasado siguen entre nosotros, solo que ahora tienen otra forma. Son de naturaleza parecida pero tienen una expresión distinta: la gente sigue resucitando, caso de Michael Jackson o más recientemente de Paul Walker. Se perpetúa la posibi-
"Los fantasmas y los hechos inexplicables del pasado siguen entre nosotros, solo que ahora tienen otra forma"
lidad de alcanzar la felicidad enviando un Whatsapp a 15 contactos. La riqueza puede llegar en la forma de agradecimiento de Bill Gates por reenviar un correo de Hotmail. Todavía hay un elegido a quien un diplomático extranjero quiere enviar los millones que acumula en Nigeria. Ahora la multiplicación es de los penes, o más bien de su longitud.
Hoy el monstruo del lago Ness es un cangrejo de 15 metros o una mujer de Florida con tres pechos; Justin Bieber protege a sus seguidores ("un hombre se salva del ataque de un oso gracias a que el tono de su móvil era una canción de Justin Bieber"); los cajeros automáticos sirven como ouijas para invocar a las fuerzas policiales si se teclea el PIN al revés. La plaga de las tinieblas la revelan los científicos ("la NASA anuncia tres días de oscuridad total") y la plaga de la enfermedad la traen los móviles ("usar el móvil provoca cáncer").
Así que lejos de haber resuelto nada, más bien sucede que ahora dirigimos nuestra ingenuidad hacia otro tipo de creencias. Un buen propósito para el año que comienza puede ser este: no te creas –ni retuitees–todo lo que lees.