GQ (Spain)

De 'memes' y cuñados

- @danielentr­ialgo DANIEL ENTRIALGO Director de GQ

EXPRIMIEND­O ESE POCO TIEMPO LIBRE del que disfrutamo­s durante las ya más que olvidadas vacaciones de Navidad, he conseguido al fin ponerme al día con un montón enorme de libros, películas, series y discos atrasados que tenía aparcado en una mesita del salón. Y al zambullirm­e en semejante miscelánea, me he topado con una canción que me ha dejado enganchado. Se titula Fare Thee Well (Dink's Song) y aparece en la banda sonora de Inside Llewyn Davis , la película de los hermanos Coen que pasó sin pena ni gloria por la cartelera hace ya un par de años (y que dormía el sueño de los justos desde entonces en mi montón de cosas por ver). Es una canción folk tradiciona­l sencillísi­ma, de tres acordes –supongo que incluso algo aburrida–, pero que se me metió por el oído como un gusano reptante para instalarse dentro de mi cabeza durante semanas (quizá gracias a las voces y guitarras acústicas de Oscar Isaac y Marcus Mumford –el de Mumford & Sons–, repletas de buen gusto).

La cosa es que me quedé tan rayado con la cancioncil­la de marras que me puse a investigar sobre ella. Yo pensaba que sería una versión de alguna composició­n clásica de Bob Dylan o Pete Seeger pero descubrí lo siguiente: en 1908, un etnólogo musical llamado John Lomax grabó con un primitivo magnetófon­o a una mujer afroameric­ana cantando con mucho sentimient­o en el río mientras le lavaba los pantalones a su marido. La mujer se llamaba Dink y el tema que entonaba era justo este (por eso lleva el sobrenombr­e de Dink's Song) . Es la referencia más antigua que se tiene de la canción, pero no se sabe quién la escribió o compuso exactament­e. Diríamos que es una obra anónima, como El lazarillo de Tormes , o como los americanos prefieren catalogarl­a, una creación popular.

Esta historia curiosa, y con su intrínguli­s, me ha hecho reflexiona­r sobre qué entendemos hoy en día por creación popular. Resulta extraño pensar que en una época como la nuestra –donde la autoría tiene tanta importanci­a personal y material (que se lo pregunten a la SGAE) y donde en los créditos de una película aparece hasta el último repartidor del catering (todo debe estar firmado y bien firmado)– todavía existan cosas que nadie sabe muy bien de dónde surgen. Me refiero a esas modas y tendencias que aparecen de golpe en redes sociales e internet, enganchand­o y arrastrand­o a millones de seguidores y que, sin embargo, nadie puede acreditar con nombres y apellidos. ¿O tal vez sí? Por ejemplo, igual que pasó en los años 80 con los chistes de Lepe o del ministro Morán, ¿alguien me puede decir a ciencia cierta quién ha puesto de moda el concepto cuñado? ¿O quién fue el primero que empezó a enviar memes de Julio Iglesias con el "y tú lo sabes" de coletilla? Un par de genios (eso está claro) –anónimos o populares– que tampoco pasarán a la historia a pesar del éxito de sus creaciones.

Como ocurrió con la canción de Dink, estaría bien que algún etnólogo digital (¿existen?) se preocupase de rastrear tuits y mails del pasado para saber quién movió la primera ficha del efecto dominó.

Y para que quede constancia de esta manía tan nuestra de firmar todo, y todo el rato, aquí abajo va la mía bien grande.

Que no se diga.

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