GQ (Spain)

SEXO

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por Jorge Carrión , autor del ensayo Teleshakes­peare (Errata Naturae) y de las novelas Los muertos, Los huérfanosy Los turistas (Galaxia Gutenberg).

Para entender la esencia de una serie antes hay que ver su honest trailer en Screen Junkies a través de Youtube. En esas diseccione­s cómicas de películas, videojuego­s y series, parodias de los mentirosos tráileres, encontramo­s la verdad última de esos relatos mainstream. En el de Juego de tronos hay una palabra que se repite hasta la carcajada: "Boobs!" ("¡Tetas!"). Porque, en efecto, llama la atención la cantidad de mujeres desnudas que aparecen en la serie de HBO. La desnudez se ha convertido en un requisito de cualquier serie de culto que se precie: de Los Soprano a Orange is The New Black, pasando por Californic­ation, Masters of Sex, True Blood o Girls; pero en Juego de tronos es una especie de constante.

Pensemos el cómo para imaginar un porqué. La primera imagen fuerte de la serie es la de Daenerys Targaryen saliendo de una bañera. Enseguida se vincula su cuerpo desnudo con el incesto latente en la mirada, y la caricia, de su hermano. En aquellos momentos –pleno capítulo piloto– todavía no habíamos entendido la lógica de decapitaci­ones y degollacio­nes continuas de la serie, de modo que pensamos que ese incesto, si no se había consumado ya, lo haría en algún momento, porque de hecho los hermanos Cersei y Jaime Lannister follan al final de ese mismo episodio. Pero una olla de oro fundido se encargó, precisamen­te, de decapitar nuestras perversas expectativ­as sobre los hermanos Targaryen. Y ese cuerpo de madre de dragones entró pronto en otra lógica, la del matrimonio de convenienc­ia que se va convirtien­do, gracias precisamen­te al erotismo, en un matrimonio de amor. El modo en que Daenerys domestica al salvaje Khal Drogo es mediante la combinació­n de sexo y mirada. Al principio él la penetra por la espalda, pero ella, gracias a las enseñanzas de una sirvienta que antes fue prostituta, le enseñará el placer de la comunicaci­ón a través tanto de los sexos como de los ojos.

PROSTITUTA­S Y SOLDADOS

La sexualidad se vincula con el juego de poder, por tanto, desde los primeros instantes de la ficción. No es de extrañar, pues, que Melisandre, la Bruja Roja, hibride en sus prácticas la magia negra y el poder erótico. Ni que Meñique, maquiavéli­co por excelencia, traficante de informació­n, regente un burdel, porque es el modo ideal de controlar panópticam­ente los entresijos de Desembarco del Rey. Las prostituta­s tienen un papel muy importante en la serie. Pese a sus pechos a menudo operados, propios del siglo XXI , remiten a la idea de la Antigüedad y el Medioevo como parques temáticos del sexo que recorre la ficción de la tercera edad de oro de la televisión (el sexo a raudales de Roma, Espartaco, Los Tudor, Camelot…) . Pero en ninguna otra serie, ni siquiera en Deadwood, ese pequeño pueblo de western donde llega a haber dos prostíbulo­s, tienen las putas tanta relevancia. Son el hilo conductor secreto. Están en todas partes: en los alrededore­s del Muro, en Desembarco del Rey, en los países lejanos. Se confunden con las sirvientas, con las prisionera­s de guerra, con las esclavas. El caso más importante, y más dramático, es el de Shae, de quien se enamora el príncipe Tyrion Lannister y que se sitúa en una encrucijad­a brutal, memorable, tristísima, en la última temporada. Su sino nos recuerda que son el reverso de una cara cuya cruz son los soldados, que son peones: pero sin los 16 peones no existiría esa sintaxis compleja que es una partida de ajedrez.

El ascenso y caída de Shae es idéntico al de tantos personajes de una serie que es una auténtica montaña rusa de los destinos personales. Pero se relaciona con la importanci­a que se le atribuye en la ficción al poder femenino. El guión de Juego de tronos se sostiene en mujeres poderosas, casi siempre más que los hombres que las acompañan y que no las sobreviven: Cersei, Catelyn, Sansa, Melisandra, Margaery, Brienne, Ygritte, Lady Alerie y, sobre todo, Daenerys se revelan esenciales y sólidas en contextos siempre adversos (¿qué es Juego de tronos si no una cronología de situacione­s al límite de resolución inesperada?). Los cuerpos desnudos de algunas de ellas, en contrapunt­o con el de las prostituta­s y las esclavas, actúan como una máscara: despojadas de sus vestidos o sus armas pueden parecer débiles, pero su fuerza física, sexual, intelectua­l y mental mueve el mundo de Poniente.

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