GQ (Spain)

La educación se trae de casa

- @danielentr­ialgo DANIEL ENTRIALGO Director de GQ

SON ESOS MANTRAS FAMILIARES que uno se acostumbra a escuchar de pequeño en casa y que un día –muchos años después– se sorprende repitiendo de forma automática, como un eco eterno del pasado, sin saber muy bien cómo demonios han llegado a instalarse en el disco duro de la cabeza. Frases del estilo: "Cuando seas padre, comerás huevos"; "Dios te ha castigado y con palo" o el clásico inmortal "y si tu amigo se tira por la ventana, ¿tú también te tiras?". Cuando era niño, mi madre me decía mucho eso de "hijo, la educación se trae de casa", una especie de frase hecha que entonces no sabía muy bien a qué se refería exactament­e y de la que ahora me he hecho superfan. Supongo que lo que quería transmitir­me es que hay ciertos usos sociales –costumbres o buenas maneras– que o se aprenden (y aprehenden) de pequeño o ya difícilmen­te uno puede incorporar­las a su mochila de hábitos de adulto. Cosas tales como abrirle la puerta del portal a la gente que va cargada con pesadas bolsas de la compra, levantar el paraguas los días de lluvia al cruzarse con alguien para no darle con las varillas en los ojos u ofrecer un chicle a la persona que está contigo si justo sacas un paquete del bolsillo. Te salen o no te salen. Se traen de casa.

Recuerdo que a mi padre le sacaba de quicio que alguien llamara por teléfono a nuestra casa a la hora de comer. Le parecía el súmmum de la mala educación hacer levantar a alguien de la mesa justo en el momento en que va a mojar con pan unos crujientes huevos fritos. A veces eran los novios de mis hermanas y otras algún amigo para salir por la tarde. Hoy en día, sin embargo, las cosas han cambiado tanto que ya no solo nadie telefonea a un fijo a ninguna hora (solo los telecomerc­iales) sino que incluso ni los novios se molestan en hablar por el móvil para quedar a tomar algo. Les basta con enviar un breve mensaje repleto de abreviatur­as o –lo que es peor– una simple ristra de emojis (copa de cerveza + flamenca bailando + emoji guiñando un ojo).

Las últimas tecnología­s y este universo 2.0 tan extraño –como aquel Mundo raro que cantaba la ranchera– nos desafía constantem­ente con una nueva serie de usos sociales y situacione­s digitales para las que no existe un manual de etiqueta comúnmente aceptado y a las que nadie nos ha enseñado cómo enfrentarn­os. A mí, por ejemplo, me cuesta un montón saber cuándo y cómo se acaba una conversaci­ón por Whatsapp. Ya has dicho todo lo que tenías que decir y no se te ocurre nada más, pero arriba sigues viendo el "en línea". Y ninguno de los dos escribe nada. ¿Cómo se cuelga en Whatsapp sin parecer borde…? Creo que voy a utilizar el mismo recurso para despedirme de esta carta que ya se acaba y que tampoco sé cómo terminar.

–Bueno, os dejo, que estoy entrando en un sitio y me voy a quedar sin cobertura.

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