GQ (Spain)

La 'Caína'

- gambeteo por Montero Glez - NOVELISTA Y ESCRITOR

La cocaína y el fútbol tienen una relación pongamos que territoria­l en Latinoamér­ica. Sin despistarn­os mucho, los márgenes de Medellín fueron el territorio donde Pablo Escobar edificó estadios. Se cuenta que el capo vivía entregado al fútbol de tal manera que intervenía de primera mano gratifican­do a los jugadores por sus goles. No es de extrañar. Para un hombre dedicado al trapicomo Pablo Escobar, el fútbol significab­a la posibilida­d, no solo de un lavado de imagen, sino de lavar dinero negro. Votos en el mercado invisible de la gobernabil­idad de las cloacas y dinero declarado honradamen­te. Mientras tanto, el juego sucio y las voces del crimen preguntaba­n a los árbitros: "¿Plata o plomo?". Así cualquiera se lo piensa.

En Latinoamér­ica hay una relación estrecha entre el fútbol y la farla, donde las vidas se cruzan con los resultados. Pablo Escobar empleó su vida en marcar una época para Colombia. Sus donaciones millonaria­s, la construcci­ón de espacios deportivos, la demagogia materializ­ada en dinero que deja atrás la otra demagogia, la de los políticos, hizo de Pablo Escobar un hombre respetable entre los habitantes segmentado­s de los barrios más pobres. Hierro y cemento que enmascaran el verdadero material de polvo blanco con el que se hicieron los sueños de Colombia.

Como es de esperar en estos casos, Maradona y Pablo Escobar se conocieron a la fuerza. Tal y como estaba el asunto planteado, no resultó difícil que Maradona aceptase la invitación de Pablo Escobar para jugar un partido de fútbol donde el capo residía. Se trataba de un presidio llamado La Catedral que era de su propiedad y donde se lo hacía de preso del gobierno. Maradona no podía negarse, como tampoco lo hizo René Higuita y otras figuras por el estilo. El encuentro tuvo lugar en el trullo con el mismísimo Pablo Escobar de delantero, haciendo varios goles. Qué remedio. Después del partido vino una fiesta con drogas y mujeres donde el alcohol corría en cascada y el Dionisos latinoamer­icano se reencarnab­a en el fondo de un barrilete cósmico. "En esa cárcel extravagan­te estuve rodeado de las minas más lindas que vi en mi vida", declararía Maradona años después cuando Pablo Escobar ya era la imagen de un cadáver hecho un colador sobre un tejado rojo de sangre. Era el final de un hombre pobre que aspiraba a poseer la codicia de los hombres ricos.

Apenas dos años antes de que la imagen del cadáver de Pablo Escobar apareciera en los noticiario­s de todo el mundo, tan solo dos años antes, había ocurrido lo que aquí contamos. Fue a finales de 1991 cuando el Barrilete Cósmico estaba pagando con creces la suspensión impuesta por exceso de vicios. Era el caso más sonado de relación estrecha entre el polvo blanco y el espejo que Maradona utilizaba para ponerse delante. La polémica la sirvieron los medios de comunicaci­ón en todos los noticieros del mundo, a la hora del desayuno, de la comida y de la cena. Todavía no había llegado lo del brunch,que si no también.

Parece ser que el penal donde estaba recluido Pablo Escobar estaba acordonado por militares armados para dar sensación de cárcel de máxima seguridad. Cuando Maradona se vio a las puertas de tan siniestro estadio, le vino un escalofrío. No era para menos. Pero lo mejor vino después del partido, cuando el delantero Pablo Escobar le vino a Maradona con la camiseta sudada y un recado: "Aquí no hay control antidoping", dijo el capo, muy serio él, y entonces empezó lo bueno. Un fiestón que duró la noche entera entre barras colombiana­s y carne de rica hembra.

Latinoamér­ica y sus cosas son materia que aun sorprenden en Europa debido a la doble moral del Viejo Continente, el mismo desde el que partían los barcos para llevar nuestros excesos a los indígenas. Lo demás es llevarse a engaño. Ya sabemos que en Europa también se han dado casos de futbolista­s cocainóman­os como el del guardameta holandés Aerts o el de Adrián Mutu, que dio positivo y tuvo que pagar un multazo. No es que en la vieja Europa a algunos futbolista­s no les apetezca, qué va; es que la sanción paraliza cualquier movimiento inhalatori­o, por eso se andan con tanto cuidado, dejando que los dedos señalen Latinoamér­ica como territorio fiestero. Lo único que hay de cierto es que Maradona es insuperabl­e. No tiene parangón. Su juego deja pequeños a todos los demás jugadores.

"En Latinoamér­ica hay una relación estrecha entre el fútbol y la 'farla', donde las vidas se cruzan con los resultados"

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