territorio discovery
Sigue la exitosa línea de diseño del Evoque pero, a diferencia de este, el Discovery Sport puede llevarte hasta el mismo fin del mundo. Su reino empieza allá donde se termina la carretera.
El Evoque ha supuesto, por derecho y por diseño, toda una revolución en el mundo de los SUV compactos. Pero reconozcámoslo: hay muchos clientes a los que este baby Range Rover se les queda pequeño, ya sea por espacio interior o porque su lifestyle implica actividades outdoor más exigentes. Para todos esos conductores, Land Rover lanza al mercado el Discovery Sport, sustituto natural del Freelander que, por los pelos –ha crecido hasta los 4,58 metros– puede denominarse asimismo compacto –aunque, tal vez, no precisamente urbano: al contrario que muchos de sus rivales, su vocación es, en primer lugar, de todoterreno; lo que no quiere decir que no se encuentre cómodo carreteando–. Sale al mercado con dos motores diésel, de 150 CV y 190 CV.
Hereda del mencionado Evoque una planta de robusto guaperas y, como el resto de sus hermanos, presenta un esqueleto fabricado en materiales ligeros, como el aluminio y el magnesio. Esto le permite dar en la báscula unos razonables 1.800 kg, lo que, unido a mecanismos de distribución de par como el Active Driveline, hace que sea rápido y dinámico cuando vienen curvas. Fuera del asfalto, una batería de sistemas, como el mejorado Terrain Response o el control de descenso de pendientes, le dan esa apostura de tanque para el que ningún elemento es suficiente obstáculo. En el capítulo de la seguridad, cuenta con detector de ángulo muerto y de tráfico marcha atrás, visión cenital 360º o un sistema autónomo de frenada inteligente.