GQ (Spain)

Una mente prodigiosa

Daniel Tammet puede recitar en cinco horas los primeros 22.514 decimales del número Pi (y de paso batir el récord Guinness).

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Vemos en la fotografía a un joven con cara de empollón, jersey de rombos, gafas de pasta y aspecto de sufrir algún tipo de síndrome diferencia­dor que le otorga un oscuro poder inalcanzab­le para el resto de los humanos. Pero en realidad lo que estamos viendo es una serie de números (unos y ceros), los átomos binarios que componen la realidad virtual en la que estamos inmersos. Daniel Tammet (inglés de 36 años) es sinestésic­o, percibe los números con colores y siluetas, con formas y texturas, quizá incluso con sabores… Es un Masterchef de las matemática­s aplicadas. Para colmo, tiene diagnostic­ado el síndrome del sabio, una extraña enfermedad que le permite aprender un idioma en una semana (habla 11, incluido uno fácil, el islandés, pero también inglés, of course, francés, finlandés, alemán, español, lituano, rumano, estonio, galés y esperanto), recitar de corrido miles de dígitos del admirable número Pi durante cinco horas, apreciar la poesía de los números primos, explicarte el teorema de los cuatro colores (que postula que es posible colorear cualquier mapa con los colores rojo, azul, verde y amarillo sin que ningún distrito o país limite con otro del mismo color)… Su mente no tiene fronteras.

Pero las cosas no han sido fáciles para él. Su infancia en las afueras de Londres, rodeado de ocho hermanos, estuvo marcada por episodios de epilepsia, temporadas de sinestesia y la serie completa del síndrome de Asperger, una especie de trastorno del espectro autista que quedó retratado en la famosa novela de Mark Haddon El curioso incidente del perro a medianoche. La obsesión de Daniel Tammet por los números quizá sea resultado de esa patología. Cuando estudiaba secundaria, su profesor de matemática­s, el señor Baxter, le influyó mucho, pero no precisamen­te para bien: "Reconozco que no tengo ninguna afinidad con el álgebra. Del señor Baxter, por lo menos, aprendí una lección de provecho: cómo no se debe enseñar. El álgebra y yo no hemos llegado nunca a reconcilia­rnos por completo", confiesa en su nuevo libro, La poesía de los números. El pensamient­o divergente de este joven sabio le lleva a cuantifica­r todo con la máxima precisión y a intentar ajustar cualquier aspecto de la realidad a principios lógicos. Tiene su lógica.

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