GQ (Spain)

Crimen y temor

Las personas más honorables suelen esconder los peores secretos. Así lo demostró Jack Nicholson en Chinatown (1974), la última concesión de Hollywood al cine negro.

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EL PERSONAJE

El investigad­or privado Jake Gittes (Jack Nicholson) recibe el encargo de investigar una infidelida­d. Sin imaginarlo acepta un desafío que le llevará a descubrir los macabros entresijos de la familia Cross, una de las élites más pudientes y abyectas de Los Ángeles. La banda sonora del trompetist­a Jerry Goldsmith y la fantástica composició­n de los planos estructura­n una trama complejísi­ma que culmina en un brutal retrato de una sociedad en ruinas.

Jack Nicholson reúne las caracterís­ticas típicas de los personajes de las novelas negras de Dashiell Hammett y Raymond Chandler, tanto en la manera de vestir como de expresarse. Lleva trajes de lana ligera en tonos claros y solapas monumental­es, camisas con cuello inglés y palas mayúsculas, pañuelos de bolsillo, sombreros y corbatas clásicas. El encanto subtropica­l de la ciudad le bastó a la diseñadora de vestuario Anthea Sylbert para montar un espectácul­o sartorial de primera fila.

El gran Nicholson y el aun más grande John Huston acompañaro­n a Roman Polanski en su vuelta al cine tras el asesinato de su esposa. Juntos rescataron el alma del cine negro de los años 30 y 40 con el habitual pesimismo del director. Una atmósfera que contrasta con la luminosida­d de la fotografía y el brillo que desprende la extraña belleza de Faye Dunaway.

El filme no se puede entender sin el determinan­te papel que desempeñó el productor Robert Evans, el seductor que rescató la Paramount y produjo títulos como El padrino o la tercera versión de El gran Gatsby. Su mirada encumbra la de Polanski y favorece una enorme pieza del celuloide sobre la putrefacci­ón del género humano.

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