GQ (Spain)

El efecto doppler Un

Por Carme Chaparro -

-

pedo

Hay muchas cosas que admiro de vosotros, queridos hombres. Aunque no me creáis. Muchas cosas. Secretamen­te quisiera soñar con ser un superhéroe y embarcarme en peligrosas misiones para salvar el mundo. Quisiera también no morirme de miedo cada vez que tengo que ir al baño en algunos lugares públicos (y eso que las mujeres hemos desarrolla­do una técnica espectacul­ar para no sentarnos ahí bajo ninguna circunstan­cia). Quisiera también poder quitarle importanci­a a tantas cosas quizá triviales que no me dejan dormir muchas noches. "No le des tantas vueltas, hija". Ya sabéis cómo somos las mujeres.

Pero si tengo que escoger una cosa entre las cosas de las cosas de vuestras cosas… es la capacidad que tenéis de reíros de muchas cosas, entre ellas, de cualquier fluido-olor-resto que se desprenda, salga o sea expelido de vuestro cuerpo. Y no sentir vergüenza alguna por ello.

La secuencia-tipo sería como sigue. Bar cutrecillo cervecero. Noche. Estáis todos un poco muermos, la verdad. Las cañas se acumulan en la barra pero no termina de surgir un tema de conversaci­ón potente. Lo habéis intentado con el último reality de moda, pero la mitad no lo habéis visto y las risas terminan pronto. Luego otro de vosotros hace un intento con el fútbol, pero ya es verano, la Liga terminó y los desagradec­idos de los jugadores –¡con lo que cobran!– están de vacaciones luciendo cuerpo y mujer en las playas; así que el tema da para pocos minutos. Tampoco las chicas que atisbáis por el lugar dan para mucho jolgorio, no es una noche de demasiados extremos en vuestras tablas de puntuación corporeofe­meninas, así que ni chanzas ni alabanzas que llevaros al cazo.

Pero, de repente, en uno de los incómodos silencios de la jornada, mientras cada uno de vosotros mira para un lado, un ruido rompe la noche. "Ppprrrr", dicen unos que escucharon. Otros tiran hacia notas más sólidas: "Brammm", terminado en alto, con un último aire agudo. Hay quien cree incluso haber escuchado algo sólido como colofón.

Durante unas milésimas de segundo los gestos se congelaron, estupefact­os, incrédulos, sorprendid­os. Pero enseguida las caras mutaron. Primero se os abrieron los ojos como a un sapo cuando atisba un mosquito en el campo de acción de su lengua. Ñammm. Después, en un crescendo vertiginos­o, se desató la carcajada general.

Os doblasteis sobre vosotros mismos por los estertores de la risa. "Ja, ja, ja, ja, pero qué cabrón, ¿quién ha sido?". Fácil. El que seguía de pie, plantado como un estafermo, aun en la fase ojos-de-sapo. "Pero, ¿qué has cenado, mamón?". "Tío, ¿cómo tenías eso guardado ahí dentro?". Y más carcajadas. De hecho, se os ve a punto de sacar al peído a hombros a la calle, o incluso subirlo en una mesa y pasearlo cual virgen de procesión. Un par de vosotros sacáis un mechero por si la acción vuelve a repetirse "Avisa antes, tío, a ver si tienes potencia de fuego en el culo". Y más carcajadas.

Y a las tres de la madrugada, en el sexto garito de la noche, aun os estaréis riendo del pedo de Arturo. ¡Qué envidia me dais!

"Me quedo con la capacidad que tenéis de reíros de cualquier fluido-olor-resto que se desprenda de vuestro cuerpo"

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain