VIRTUOSA ELEGANCIA
Se llama Charlie Siem y a su inmenso talento se suma un atractivo innegable. Este violinista con hechuras de modelo nos ganó a la tercera pregunta.
Me siento un privilegiado por haber encontrado desde tan joven algo en lo que centrarme y con lo que disfruto". Son las palabras de Charlie Siem (Londres, 1986) cuando le preguntamos por sus orígenes. Empezó a tocar el violín a los 5 años y con 18 ya había debutado con la mismísima Royal Philharmonic Orchestra. Hoy, acompañado de su insustituible Guarneri del Gesu –violín ensamblado en 1735–, es todo un referente de la música clásica y la nueva imagen de Boss Menswear. Coincidimos con él en la reapertura de la Boss Store de Bond Street, epicentro del buen gusto en clave masculina de la capital del Támesis. GQ: Mitad noruego, mitad británico. ¿Qué sangre manda sobre la otra? CHARLIE SIEM: Siento que soy un ciudadano del mundo y que no estoy anclado a ningún lugar en particular. El violinista noruego Ole Bull es familiar mío. Y con mi abuela inglesa, que era actriz, comparto el sentimiento a la hora de actuar. Aun así, prefiero pensar que somos nosotros los que definimos nuestra propia identidad y que no es una cuestión de herencia. GQ: ¿Cuál crees que es tu principal cualidad como violinista? C. S.: Intento ser lo más sincero posible con mi personalidad artística. GQ: ¿Eres consciente de que formas parte de esa generación de artistas que está renovando la imagen, antes elitista y algo rancia, de la música clásica? C. S.: Vivimos en un mundo dominado por la cultura pop, los medios de comunicación y las redes sociales por lo que, si queremos llegar a la gente, debemos hablar el mismo idioma… aunque hasta cierto punto. Me gusta cuidar mi imagen y colaborar con otros artistas ajenos a la clásica, siempre y cuando mi trayectoria no se vea comprometida. GQ: ¿Cuáles son los clásicos que no faltan en tu armario? C. S.: Lo tengo claro. Camisas de algodón blancas y azul claro. GQ: ¿Cómo ha de ser el traje perfecto según Charlie Siem? C. S.: Tiene que quedar bien y no ser demasiado recargado. La gente debe fijarse en la persona, no en el traje.