GQ (Spain)

JOHN CUSACK

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• JOHN CUSACK ES MUCHO MÁS que Alta fidelidad, Un gran amor o Serendipit­y. También es el tipo que sale en películas mediocres, que lo aprendió todo de Pacino, Paul Newman y Hunter S. Thompson, y que cree que ahora Hollywood es depravado. GQ: Acabas de volver de China, donde has rodado Dragon Blade, una superprodu­cción de artes marciales con Jackie Chan que se estrenará a finales de año. ¿Cómo le seguías el ritmo? JOHN CUSACK: Es un maestro. Tiene 60 años y todavía es un mago con las manos. Yo, por mi parte, había estado produciend­o un proyecto y venía de un festival de cine, así que sabía que mis piernas no estaban muy bien y que la primera semana iba a ser muy dura. Pero me puse en forma. GQ: Empezaste a practicar kickboxing hace 25 años para hacer el papel de Lloyd Dobler en Un gran amor. ¿Qué te enganchó? J. C.: Me gusta la lucha porque no es pasiva-agresiva. Si quieres luchar, luchas. Valoro esa honestidad. GQ: Algunos actores encuentran un tipo de papeles en los que se sienten cómodos y se quedan ahí. Pero no ha sido tu caso en 30 años de carrera… J. C.: Es cuestión de seguir adelante, pase lo que pase. He vivido etapas mejores y peores. Las cosas cambian, y nosotros necesitamo­s otras cosas. ¡Como el dinero! Y si David Cronenberg te llama para hacer una película, dices que sí. Y si te llama Woody Allen, pues también, claro. Pero, ¿y si no te llaman? Por supuesto que hay películas de poca calidad, y hay películas que a la gente le parecen muy buenas y no lo son. Yo intento hacer una peli interesant­e cada década. GQ: ¿Crees que alguna de tus películas está infravalor­ada? J. C.: He hecho un par de películas pequeñas como Max o La vida sin Grace, y comedietas incendiari­as como Negocios de guerra. Tengo la sensación de que siempre voy un paso por delante o un paso por detrás. Hace poco cené con John Malkovich en Puerto Rico y me decía que el negocio en el que empezamos haciendo películas juntos ha desapareci­do. Cualquier cosa que tenga una temática para adultos, tipo Los timadores o Cómo ser John Malkovich… ese tipo de películas financiada­s de forma independie­nte ya no se estrenan. Quizás es también porque me hago mayor –y los directores se hacen mayores– y el público solo quiere ver a actores de 22 años. GQ: Tu última película, Maps to the Stars, de Cronenberg, es un desalentad­or retrato de un Hollywood apocalípti­co (con perso- najes como una actriz feliz de que se muera el bebé de su rival). ¿Es Los Ángeles un lugar tan depravado? J. C.: La película se parece más a un mito griego, pero es bastante real. La gente en Los Ángeles es más pasiva-agresiva, pero igual de depravada, despiadada y cruel. Siempre pensé que David quería hacer su propia versión de El crepúsculo de los dioses. GQ: Últimament­e los cuentos con moraleja de la industria tienen protagonis­tas casi púberes… J. C.: He estado trabajando con algunos actores muy jóvenes y… ¡buf!, tío. ¡Están tan solos! Lo veo en sus ojos. Es brutal. Aquello funciona como una fábrica: "Trae otro chico, ahora otro; machaca a esta chica…". GQ: ¿Y tú cómo sobrevivis­te? J. C.: Hice bastantes locuras desde los 15 hasta los 25 ó 30 años. De joven hacía cosas más peligrosas, como la mayoría de la gente, y siempre había alguien cuidando de mí. Ahora producir es un arte perdido. Tan solo hay unas 15 personas que se autodenomi­nan productore­s dando vueltas con sus teléfonos y sin hacer nada. Solo chupan del bote. Sobreviví gracias a que personas a las que respetaba me enseñaron a comportarm­e como un hombre. GQ: ¿Alguien en particular? J. C.: Pacino. Paul Newman. Hasta Hunter [S. Thompson] fue mi amigo. No era el mejor modelo de superviven­cia pero, de alguna manera, lo fue. Al final, Hunter era un romántico desilusion­ado, un idealista y un personaje muy peligroso. Pero también era muy divertido, leal y consecuent­e con sus defectos. Tenía algo de chamán. La mayor parte de nuestra relación se desarrolló a través de llamadas telefónica­s que tenían lugar entre las 11 de las noche y las 6 de la mañana. Y muchos faxes de madrugada. Nunca en horas de oficina.

Todavía habrá gente que se te acerca para hablar de Un gran amor, Más vale muerto o Dieciséis velas. ¿Te avergüenza­s cuando escuchas In Your Eyes de Peter Gabriel? J. C.: Esto es un problemón. La gente pensaba que odiaba algunas de las películas que hice en los 80, pero en realidad lo único que quería era dejar de hablar de ellas en todas las entrevista­s. Para ser sincero, nunca pienso en esas películas. Pero si a la gente le gustan, genial. GQ: Tienes fama de tipo serio. ¿Cómo desfasas? J. C.: Me gustan mucho las motos. Ya no monto en las de dos ruedas, solo en las que tienen dos ruedas delante y otra detrás, como la de Danny Mcbride en De culo y cuesta abajo. Son un poco estúpidas, pero también tienen algo de Batmóvil. Me gusta el rollo ese de nómada aventurero cuando estás en mitad de ninguna parte y nadie sabe dónde estás. Es como esa canción de Bob Dylan: "Tal vez me pillen o tal vez no, pero no será esta noche ni será aquí". • POR LOGAN HILL

GQ:

El actor que lo fue todo en los 80 no entiende el Hollywood de hoy. Este verano vuelve para encarnar al líder de los Beach Boys en el biopic pero no aclara si será que hace cada década.

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