El efecto doppler Flotadores al rescate
Por Carme Chaparro -
Amiguitos, lucid tripa sin complejos. Mostrad vuestros michelines, vuestros brazos flácidos, los muslos que se expanden al contacto con una silla, la grasa que baila la Macarena mientras camináis o el torso sin definir.
Porque una nueva figura masculina viene a rescataros. Tras las exigencias del hombre metrosexual –"ser masculino de la sociedad postindustrial urbana con desarrollado interés por el cuidado personal, la apariencia y el estilo de vida sofisticado, con creciente importancia por la cultura física y la vanidad", Wikipedia dixit–, o del hipster –¡qué difícil es ser hipster, por cierto, siempre tan anti-mainstream, siempre tan alternativo, siempre tan pendiente de lo que se lleva en el hipsterismo para no estar off cool–, llega vuestra salvación.
Bienvenidos los hombres que tienen los abdominales ocultos bajo varias ca-
pas de grasa. Bienvenidos los hombres de perímetro abdominal generoso (ese que está tirando a la redondez). Bienvenidos los hombres que no perdonan la cervecita –con montadito, y aceitunas, y patatas fritas, y algo más de picar, por favor–. Bienvenidos los hombres que cada mes de enero pagáis la matrícula del gimnasio pero en febrero ya no os acordáis de dónde tenéis el carnet. Porque de ellos será el nuevo Reino de los Cielos Testosterónicos. El Reino del fofisano.
¿Estáis sanos? Pues de eso es de lo que se trata. Si subís un par de pisos por las escaleras con dignidad, si podéis caminar por todo el centro comercial detrás de vuestra mujer en plena temporay da de rebajas o si no respiráis como un asmático tras jugar tres minutos al fútbol con vuestros hijos, bienvenidos al club de las tripas flácidas pero el corazón –un poquito, al menos– de toro.
Russell Crowe ya lo sabe y ha sacrificado su cuerpo de gladiator –¡oh, Dios!– para adaptarse a esta nueva moda. Leonardo Dicaprio lo es desde que el Titanic se hundió con sus abdominales dentro. Alec Baldwin, uno de los pioneros, es fofisano desde los tiempos de The Working Girl.
Así que ahora a vosotros, fofisanos del mundo, con vuestro dad-bod –los cuerpos de los padres de las mujeres–, os toca convencer a las señoras de que ese tipo de hombre es el que nos gusta que una tripa suave en la que reposar la cabeza al final del día es lo más de lo más. Eso os dará la excusa perfecta para iros de cañas con los amigos en vez de machacaros en el gimnasio. "¡Eh, soy un tipo con el suficiente trabajo y dinero como para preocuparme de mi aspecto físico. Lo que importa es mi cuenta corriente, chatinas!, gritará vuestro flotador.
Es decir, que el fofisano es una trampa más de la masculinidad para liberarse de obligaciones corporales. Porque, cariños míos, si me dieran un euro por cada hombre de menos de cinco puntos en la escala piropil al que he escuchado criticar ávidamente el aspecto de mujeres que le superan con creces, ahora sería millonaria. A ver si las mujeres conseguimos poner de moda a las fofisanas. Pero lo vamos a tener difícil. ¿Nos dejáis? Pero, sobre todo, ¿nos dejaremos a nosotras mismas? Creo que no…
"El 'fofisano' es una trampa más de la masculinidad para liberarse de sus obligaciones corporales"