Nostalgia de verano
Cómo enseñar las fotos de tus vacaciones sin aburrir (edición Ana Beatriz Barros).
Antes de internet, era norma huir de los familiares y amigos que regresaban de vacaciones. El tiempo de desaparición podía oscilar entre la semana y el mes, en función de si volvían de descansar en el pueblo, de visitar un destino exótico o de su luna de miel. Lo que fuera necesario con tal de evitar la tortura de ver las 1.300 fotografías de la escapada veraniega sádicamente organizadas en carretes de 24 y 36.
Pero luego llegaron la World Wide Web, las redes sociales, los selfies, los belfies y las piernas que parecen salchichas al borde de la piscina, y desde entonces la única escapatoria al álbum vacacional es abandonar durante tres meses Facebook, Twitter, Instagram y Whatsapp, y condenarte tú mismo al ostracismo.
Según los psicólogos, ver fotos de las vacaciones ajenas en las redes sociales nos puede provocar frustración, depresión y fuertes cargas de odio hacia nuestros semejantes (síntomas que también provoca ver Mujeres y hombres y viceversa, pero de eso no hablan los psicólogos). La cosa es: ¿se puede revertir esta situación? ¿Es posible compartir tus instantáneas veraniegas sin desatar pérfidas envidias? ¿Hay alguna manera de que te haga feliz contemplar el solaz ajeno mientras tachas palitos en la mesa de la oficina a la espera de tu merecido descanso estival? Sí, y sabemos cómo hacerlo (con ayuda de Ana Beatriz Barros).
En el nombre de la ciencia, y con el objetivo de demostrar que unas redes sociales optimistas son posibles, nos llevamos a la modelo brasileña hasta Cuba, como si fuese una veraneante más, y la retratamos haciendo lo mismo que haría un Curro random de visita en el Caribe: ir a la playa, tomarse un mojito, pasear por el malecón… Y el resultado salta a la vista: estas imágenes alegran los ojos, ensanchan el alma y nos hacen mejores hombres. Es decir, el problema no está en que compartas tus fotos, sino en lo que retratas en ellas. Cambia el chip y haz feliz a los que te rodean.