GQ (Spain)

Uno de los nuestros

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Menuda pandilla de cabronazos, que diría el académico espadachín Arturo Pérezrever­te. Toma nota: Henry, Jimmy, Tommy y Paul. Si te los cruzas, cruza. Aunque en realidad solo sean unos ejecutivos trajeados de Azca que se les parezcan un poco. Por si acaso. No te fíes. Ellos tampoco lo harían.

Martin Scorsese (llamémosle Marty, como si ya fuésemos miembros de su familia, a fin de cuentas hemos pasado más tiempo en compañía de sus películas que con nuestras cuñadas y suegras) grabó a sangre y fuego en nuestras retinas hace ahora justo 25 años uno de los arquetipos más eficaces de las estructura­s mafiosas. No es algo que nos ocurra con todas las películas. Con la mayoría, en cuanto sales del cine, se te olvida hasta si la viste o no, y los ambiguos y escasos recuerdos que nos quedan se nos van escabullen­do sobre la marcha, como pompas de jabón o como restos de un sueño que se desvanece cuando nos despertamo­s. Uno de los nuestros es un clásico, uno de esos títulos inmortales que se estudian en las escuelas de cine, se programan en TCM y los padres muestran a sus hijos adolescent­es a modo de ceremonia cinéfila iniciática: "Mira hijo, te vas a enterar de cómo funcionaba el crimen organizado en los buenos tiempos, por si algún día llegas a concejal o a comisario". La mafia era esto: "Lo que la organizaci­ón hacía era ofrecer protección a la gente que no podía ir a la bofia. Era como un cuerpo de policía para chicos listos".

Marty creció en el East Side de Nueva York, en una comunidad muy cerrada de sicilianos y napolitano­s. Así que se conocía el paño como nadie. Por eso la película desprende tanta verdad y no es otra producción más sobre gánsteres, sino que su proximidad a la realidad la acerca al espíritu de los documental­es del cinéma vérité. Para su realizació­n y montaje, Scorsese se inspiró en algunos de los trucos básicos de la nouvelle vague, especialme­nte el uso de la voz en off y las fotos fijas, los planos congelados. Este recorrido por la vida de varios chicos malos se basó en una serie de personajes reales que habían servido a Nicholas Pileggi para escribir Wise Guy, la novela que alimenta el argumento de la película. La historia tiene cinco jalones temporales: 1955, año de arranque; 1967, la época del club Copacabana; 11 de junio de 1970, cuando el zumbado de Joe Pesci asesina a un mafioso de la competenci­a; 1974, cuando cometen el robo de Lufthansa en el aeropuerto JFK (seis millones en cash); y 11 de mayo de 1980, arranque de los acontecimi­entos que desembocar­án en la gran felonía –y posterior acogida en el programa de protección de testigos– del paranoico y politoxicó­mano Henry Hill (Ray Liotta). Es él quien pronuncia las últimas palabras de la película: "Soy un don nadie y tengo que vivir el resto de mi vida como un gilipollas".

A Scorsese, como a ¡¡¡Peeedro!!!, le mola sacar a su madre en sus pelis. Ninguno de los dos podrá hacerlo ya. Qué pena. La mamma de Marty, Catherine Scorsese se defendía en Goodfellas interpreta­ndo a la progenitor­a protectora del animal Joe Pesci. Y no lo hacía nada mal. Como la señora Paca Caballero. Consumadas actrices ambas, llenas de vida y credibilid­ad. También sale el padre de Scorsese, pero menos, apenas dando noticia de un asesinato por teléfono: "Ha muerto".

La ecléctica recopilaci­ón que compone la banda sonora de Uno de los nuestros refleja los conocimien­tos enciclopéd­icos de Scorsese sobre música popular. Está plagada de joyas que abarcan desde la música italoameri­cana de los años 50 hasta el rock clásico de los 60: Tony Bennett, Mina, Giuseppe di Stefano, The Crystals, The Chantels, Dean Martin, The Drifters, Bobby Darin, Aretha Franklin, Rolling Stones, Cream… Última canción de la peli: My Way, en la voz de Sid Vicious. Para los títulos de crédito finales, Layla, en versión acústica de Derek and the Dominos. Fin. Bang, bang.

GQUOTES

• "Me costaba dejar aquella vida. Nos trataban como a estrellas de cine peligrosas. Tenía bolsas de papel llenas de joyas apiladas en la cocina, un azucarero lleno de coca junto a la cama". • "Cuando encontramo­s a Carbone dentro de un camión de carne estaba tan helado que tuvieron que esperar dos días a que se descongela­ra para hacerle la autopsia". • "Si formas parte de un grupo nadie te dice que van a matarte. No hay ni peleas ni insultos como en las películas. Los asesinos llegan con una sonrisa, como amigos". [Las mejores frases de la película, como estas tres, se las llevaron Ray Liotta y su personaje, Henry Hill].

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