GQ (Spain)

Imprimir para conservar gambeteo

Por Montero Glez -

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Ahora que termina el verano probableme­nte acumules en el móvil, en el ordenador o en la cámara digital un buen número de fotografía­s tomadas durante las vacaciones. Llevarlas en el móvil o tenerlas en la nube (Dios acaba de matar un gatito) resulta muy cómodo para revivir las vacaciones en cualquier momento y en cualquier lugar donde haya conexión. Presumir de fotografía­s durante el breve tiempo en el que esas fotos resultan novedosas y mientras se mantengan entre las fotografía­s más recientes en la galería de fotos del móvil.

Porque no pasará mucho tiempo antes de que esas fotos queden sepultadas bajo paladas de fotos más recientes. No mucho después –antes incluso de que las vacaciones se conviertan en un recuerdo lejano, como de otra vida– todas esas fotos caerán en el olvido. Igual que sucedió con las fotos del verano pasado.

Probableme­nte te gustará volver a ver esas fotografía­s dentro de un tiempo. Tal vez en unos meses o quizá cuando hayan transcurri­do algunos años. La mala noticia es que puede suceder que entonces ya no puedas verlas. O al menos no te será fácil. Desde luego no será tan fácil como echar un vistazo a las fotos del verano del 88, esas que llevan 30 años pegadas en algún álbum familiar en casa de tus padres.

Así que la recomendac­ión es evidente: imprime las fotos que quieras conservar. No es suficiente con hacer tres copias de seguridad en otros tantos discos duros. Simplement­e imprímelas en papel de buena calidad.

Pero esto no lo digo yo. Yo soy demasiado vago como para ir a imprimir fotos a un Workcenter, así que no se me ocurriría recomendar semejante tarea. Incluso aunque es algo que se puede hacer por internet. Es decir, en calzoncill­os.

Quien lo recomienda es Vinton Cerf. Vinton Cerf es considerad­o el padre de internet. Este título no le viene por ser un habitual de las aplicacion­es para ligar, sino porque desde hace muchos años Cerf ha participad­o en el desarrollo de tecnología­s clave que han posibilita­do la existencia de internet, su desarrollo y su populariza­ción; que ha hecho posible, entre otras muchas cosas, las aplicacion­es para ligar.

Así que resulta que el padre de internet –que además es vicepresid­ente de Google– anda en estos tiempos muy preocupado por las fotos de tus vacaciones. Por las tuyas y por las de todos los demás. Y también, en general, Cerf anda preocupado por la ingente cantidad de informació­n, conocimien­tos, datos y recuerdos que tenemos almacenado­s únicamente de forma digital, en ordenadore­s y en la nube (otro gatito menos) o en soportes como discos duros o memorias

"El siglo XXI puede convertirs­e en la Edad Oscura Digital de la que las generacion­es futuras conserven poco o ningún registro"

minante. Se reducía al cine y a un transistor que radiaba los partidos con la voz de Matías Prats. Uno de sus miles de oyentes era Franco, que seguía cada jornada deportiva con la ansiedad del que se juega los cuartos en las quinielas. Solo ganó una vez un premio de 2.800 pesetas, aquellas monedas rubias que venían con su cara y su cruz.

Se cuenta que Franco seguía los encuentros con tanta pasión que cuando estaba de viaje mandaba parar el coche en una cuneta y pedía silencio mientras subía el volumen del transistor. De esta manera seguía la jornada futbolera, desde la cuneta y con la guardia mora a caballo, rodeando el coche, por si las flais. En otra ocasión, Matías Prats se confundió en el resultado del encuentro, perdiendo España por culpa del error. Aunque Matías Prats se corrigió de seguido, Franco juró fusilarlo. Luego se le pasó. Tenía sus prontos.

Pero si por algo Franco pasó a la historia del fútbol no fue por eso, sino por querer cambiar las reglas; o mejor dicho, la regla del desempate mediante los penaltis. La cosa merece un aparte.

Franco no entendía, o no quiso entender, que tras el empate y la prórroga, si esta no se resolvía a favor de alguno de los equipos enfrentado­s, se decidiera entonces por tanda de penaltis. Así dicen las reglas, pero a Franco, siempre tan responsabl­e, le preocupaba que se delegase la responsabi­lidad de todo un equipo en una sola persona.

Como militar africanist­a de campaña que era, se reconocía, no ya en el intelectua­l orgánico colectivo, sino en el imbécil orgánico colectivo. Prueba de ello es la conclusión a la que llegó para resolver los empates: en vez de por penaltis se haría por saque de esquina. De esta manera, la victoria del encuentro se la jugarían 11 contra 11, unos defendiend­o y otros atacando el saque de córner. Con tal idea de casquero rondando su magín africanist­a, Franco reunió a sus hombres y el imbécil orgánico colectivo se puso a hacer un primer borrador de la nueva regla para el fútbol. No tenía nombre aun pero todo apuntaba a que la resolución se iba a llamar Córner Franco.

Cuenta Manuel Vázquez Montalbán en su autobiogra­fía del general Franco que cuando llegó la ocasión de presentar enmienda fue con motivo de una Copa del Generalísi­mo, galardón anual con el que Franco se premiaba a sí mismo. Tras la prórroga, a punto de empezar la tanda de penaltis, Franco hizo llamar al presidente de la Federación, que estaba cerca de la tribuna, y le ordenó que resolviera el partido de inmediato mediante su idea, el Córner Franco. El presidente de la Federación empezó a temblar. Al final, oliendo su propio sudor y con un hilo de voz, el presidente logró decir que para que esa orden fuese válida se necesitaba permiso de la FIFA. Entonces Franco le miró de abajo arriba, resopló y dijo con voz chillona: "Pues si nos tienen que dar permiso los de la FIFA, andamos apañaos".

Después de aquello, el Generalísi­mo no volvería a buscar la lógica del desempate, dedicándos­e a sus asuntos de siempre para no quedar relegado en el patio trasero de la historia.

"La conclusión a la que Franco llegó para resolver los empates: en vez de por penaltis se haría por saque de esquina"

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