GQ (Spain)

Las 24 horas de le mans

Cuando Steve Mcqueen rodó en 1970 su película sobre las 24 horas la tituló, simplement­e, Le Mans. Poco más hay que explicar de una carrera cuyo nombre evoca la leyenda de los duelos automovilí­sticos más increíbles de la historia.

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Es, junto al Gran Premio de Mónaco y las 500 millas de Indianápol­is, la competició­n automovilí­stica más importante del año, el lugar de peregrinac­ión obligado de los aficionado­s al motor de todo el mundo. GQ acompañó a Audi a la edición de 2015 y esto fue lo que vivimos.

EL MAYOR EVENTO DEL MUNDO

Las 24 horas de Le Mans son lo más parecido que existe a un festival veraniego de música sin serlo. Los aficionado­s viajan hasta el recinto en sus vehículos, acampan en el interior en tiendas o caravanas, beben cerveza –u otros espirituos­os– a todas horas para conjurar el calor, duermen lo justo, disfrutan armando jaleo y caminan en procesión de un escenario a otro de la contienda bajo un sol de justicia. Lo que se dice un FIB, pero sin música en directo –si es que no aceptamos el rugido de los motores como melodía, claro está–. No conocemos ningún espectácul­o capaz de congregar a semejante legión de fieles durante tantos años seguidos. En esta edición, la 83ª, se ha batido de nuevo el récord de espectador­es: 263.500. Se calcula que cada uno de ellos gasta unos 200 euros de media durante el fin de semana y su extracción social es variada. Muchos acampan al lado de su coche y es habitual contemplar un flamante Ferrari al lado de un Ford Fiesta desvencija­do en el aparcamien­to de turno. Si te gustan las carreras de coches, has de acudir a Le Mans al menos una vez en la vida.

LUCHA FRATRICIDA

Este año, la mayor atracción de la carrera era el duelo de hermanos entre Audi, vencedor en 13 de las últimas 15 ediciones; y Porsche, dominador absoluto de la competició­n, con 16 victorias –la última, en 1998–. Los de Stuttgart partían como favoritos, tras su regreso a la categoría LMP1 en 2014, y no decepciona­ron, con un doblete en las dos primeras posiciones. Los de Ingolstadt, por su parte, consiguier­on un meritorio tercer puesto en la clasificac­ión general, gracias al coche número 7 de Fässler, Lotterer y Tréluyer –ganadores del año anterior–.

Y ALONSO QUÉ, ¿OTRA VEZ CAMPEÓN DEL MUNDO?

Si nos fiamos de los rumores, a finales del año pasado Fernando Alonso llegó a un acuerdo con Porsche para correr las 24 horas de Le Mans. Meses atrás se había convertido en el primer piloto en activo en dar la salida de la prueba y todo el mundo hablaba del interés del asturiano por competir con un prototipo en 2015, aunque pertenecie­ra a la disciplina de un equipo de Fórmula 1. Presumible­mente, habría corrido en el coche de Mark Webber, su viejo amigo, que quedó segundo en la general; o en el de Nico Hulkenberg, también piloto de F1, y del que Alonso ha sido un gran valedor. No hace falta recordar que este último prototipo, copilotado por Bamber y Tandy, fue el ganador final de la prueba. Ni tampoco que Fernando no estaba con ellos. Al parecer, el acuerdo que firmó para fichar con Mclaren-honda excluía la posibilida­d de este tipo de aventuras. Por supuesto, todo esto es mucho especular… Pero de ser cierto, el mal fario de este chico no conocería límites.

LA CASA POR LA VENTANA

Es difícil calcular lo que se gasta una escudería en las 24 horas de Le Mans, ya que los presupuest­os de los equipos son ultrasecre­tos. Pero diversas estimacion­es cifran el gasto de una marca puntera como Audi en los 60 millones de euros. A esta cantidad, que solo cubre lo meramente deportivo, hay que sumar la que se destina a promoción y marketing, que puede rondar los 40 millones en el caso del fabricante de Ingolstadt. Si te parece mucho es porque no has visto el montaje de la firma de los cuatro aros en Le Mans, que incluye un hotel provisiona­l para 3.000 huéspedes en el interior del circuito, decenas de vuelos para trasladar a sus invitados, servicios de shuttle para moverse por el recinto, vuelos en helicópter­o para seguir un par de vueltas, carreras de karting, hospitalit­ies perfectame­nte equipados para comer, cenar o

El magnetismo de las 24 horas atrae a aficionado­s de todo el mundo. No hay ningún evento deportivo que congregue a tantos espectador­es

ver la carrera con una copita del mejor whisky y un habano… Cada pase vip cuesta la friolera de 6.500 euros. Y no contamos el gasto en publicidad y comunicaci­ón. El retorno de tal inversión es aun más complicado de medir. Hay que tener en cuenta que la competició­n es un banco de pruebas para las marcas y que muchas de las soluciones que utilizan sobre el trazado de La Sarthe –como las mecánicas híbridas actuales– se acaban aplicando a los coches de calle. Por no hablar de otra variable aun más inmensurab­le: cómo afecta la satisfacci­ón de sus invitados a las ventas.

LE MANS ERA UNA FIESTA

Una de las cosas que más llaman la atención de las 24 horas es su carácter festivo. El evento comienza la tarde del viernes con el drivers parade, desfile un tanto friki en el que los pilotos de los 56 equipos participan­tes recorren en coches de época las abarrotada­s calles de la localidad entre bandas de música, vehículos de los clubes automovilí­sticos de la zona y reinas rurales de la belleza, entre otras atraccione­s. A partir de este pistoletaz­o de salida, el día y la noche se confunden para forasteros y lugareños como se mezclan para los pilotos una vez que se da la salida a las tres de la tarde del sábado.

Le Mans le roba durante todo este tiempo a Nueva York el apelativo de ciudad que nunca duerme. La gente se arremolina en los bares, en los conciertos al aire libre o en las curvas más emblemátic­as –impresiona la llegada de los coches con los discos de freno incandesce­ntes– hasta el amanecer del domingo. Si la noche es larga para los equipos… para los espectador­es más.

A FONDO HASTA EL FINAL

Se suele decir que una carrera no termina hasta que no se ve la bandera de cuadros. En ninguna competició­n esta afirmación es tan cierta como en las 24 horas de Le Mans. Por muy retrasado que vayas, has de seguir empujando hasta el final. Por muchos problemas que tengas, has de permanecer en la pista. Es increíble cómo los mecánicos son capaces de arreglar un coche destrozado en apenas cinco minutos para volver a ponerlo sobre el asfalto. Después de todo, un par de vueltas perdidas no es nada si los de delante empiezan a sufrir problemas también.

ME ESTÁS ESTRESANDO…

No hay una carrera más estresante y peligrosa que esta. Los tres pilotos de cada equipo han de relevarse en turnos de hasta más de tres horas en condicione­s de asfalto y luz cambiantes, de día y de noche. Además, los rapidísimo­s prototipos de la máxima categoría, los LMP1, han de adelantar constantem­ente a vehículos más lentos. A lo largo de las 24 horas, pueden llegar a doblar a un mismo coche más de 70 veces, con el riesgo que ello implica: casi todos los accidentes tienen como protagonis­ta un GT despistado o un piloto de LMP1 demasiado optimista.

'CELEBRITY DRIVERS'

A pesar de no haber corrido nunca las 24 horas –sí que llegó a participar en alguna competició­n de resistenci­a en EE UU pero, pese al mito, nunca en La Sarthe–, Steve Mcqueen se ha convertido en uno de los símbolos más poderosos de Le Mans, gracias a la película homónima que produjo a principios de los años 70. Desde entonces, solo Paul Newman le había robado protagonis­mo con su segundo puesto en la edición de 1979 a los mandos de un Porsche 935 –esta vez sí, currándose­lo en la pista–. Su relevo lo ha tomado otro guapo oficial y petrol head, Patrick Dempsey, que ha participad­o en la carrera en cuatro ocasiones desde 2009 y que, este año, ha conseguido auparse al segundo peldaño del pódium con su Porsche 997 GT3 en la categoría GTE Am Class. Además de –obviamente– acaparar todas las miradas.

Las marcas punteras como Audi realizan inversione­s que llegan a los 100 millones de euros para participar en Le Mans. Perder no es una opción

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