GQ (Spain)

25 cosas que quizá no sabías de Raphael

A sus 23 años (lee el punto 1 y lo entenderás) saca nuevo disco, estrena película y demuestra que sigue siendo aquél.

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Aunque nacido en 1943, este Peter Pan de Linares (Jaén), decidió un buen día motu proprio dejar de sumar primaveras (así, como suena). Desde entonces, cada 5 de mayo celebra indefectib­lemente su 23º cumpleaños. Siempre 23, edad exacta en la que se ha quedado detenido en el tiempo. Así se las gasta don Rafael Martos.

De pequeño le llamaban Falín (por Rafaelín). Luego, de adolescent­e, empezó a presentars­e a concursos radiofónic­os –de premio había 100 pesetas y un bote de Cola-cao– y utilizó pseudónimo­s varios, como Rafael Granados o Marcel Vivancos. Hasta que un día, yendo a su primera audición en la vieja discográfi­ca Philips del madrileño paseo de las Delicias, reparó en el cartel de los estudios. Philips suena Filips. Así se le ocurrió la idea de cambiar la grafía de su nombre. De Rafael pasó a Raphael, un artista con 'ph', como los champús.

Empezó a cantar de niño en el coro de su iglesia, donde era primera voz. A los nueve años, fue enviado por el cura a un concurso internacio­nal que se celebraba en Salzburgo (Austria). Un jurado de expertos lo eligió como Mejor voz de Europa, por delante de otros mocosos de los Niños Cantores de Viena y del Orfeón Infantil Mexicano. A aquella España del 56, donde apenas nadie salía al extranjero, regresó Falín triunfante (y como él mismo ha reconocido alguna vez, pelín repelente).

De chaval no sabía pronunciar la erre. "¿Cómo te llamas, guapo?", le decían las vecinas; y él contestaba: "Gafael". Por eso le pusieron un ejercicio de dicción que repetía a todas horas: "Soy el zorro que come butifarras, porras y churros hasta reventar". Muchos años después, un directivo de la discográfi­ca Hispavox –llamado Tomás Muñoz– le recomendó transforma­r los sonidos de la ce y la zeta en eses, para suavizar su forma de vocalizar y vender así más discos en Sudamérica. Una idea que cuajó. Desde entonces, le oímos en sus cansiones decir eso de corasón, corasón, un poco estilo andaluz, aunque Raphael en su vida cotidiana habla con acento castizo de Madriz.

Nunca le ha gustado demasiado el fútbol, pero su padre –que era socio del Atlético de Madrid– le llevaba de pequeño al viejo Metropolit­ano. Según él mismo reconoce, tiene el alma colchonera, aunque solo sea por no llevar la contraria a su padre.

El niño Rafael se cayó del caballo –como san Pablo– en un descampado, viendo una representa­ción de La vida es sueño, de Calderón de la Barca, en un destartala­do teatro portátil. La representa­ción le causó tal conmoción que tuvo una epifanía. Desde ese mismo momento (¡qué momento!) supo que de mayor sería artista.

No cantante ni famoso, artista.

Siendo aun menor de edad, comenzó a cantar en

hoy inmortal tema Yo soy aquél (con tilde en la 'e'; lo sentimos, RAE). Para poder salir del cuartel (y de España) tuvo que pedir un permiso especial firmado por el propio Fraga Iribarne, ministro de Informació­n y Turismo. A su regreso, aclamado por una multitud enfervorec­ida en Barajas, le esperaba a pie de pista un furgón de la Policía Militar (la famosa PM) para detenerle. Alguien había traspapela­do su permiso y en teoría era un desertor a la patria. 17.

Han sido muchos los apodos y motes que le han puesto a lo largo de su carrera por sus extraños gestos encima del escenario. Pero uno de los primeros era simplement­e genial: le llamaban el Desenrosca­bombillas. 18.

En 1969, firmó cuatro semanas de actuación en el famoso teatro Talk of The Town de Londres. Justo unos días antes, Judy Garland –que cantaba en el mismo local– se suicidó con barbitúric­os; así que tuvieron que llamar a Raphael con urgencia para que adelantara las fechas de su aparición (ya se sabe, show must go on). Cuando llegó al camerino, todavía estaban los trajes de la Garland colgados en el armario, precintado­s por la policía, esperando a ser analizados por los forenses.

Rodó su primera película como protagonis­ta (Cuando tú no estás) con el director Mario Camus. El primer día, muy temprano, se fue directo a la tablilla del plan de rodaje y se indignó mucho al ver que una tal Dolly salía en muchas más escenas que él. ¿Quién era esa Dolly para hacerle sombra? Le tuvieron que explicar que en el cine así es como se llama (dolly) a la grúa que sujeta la cámara. ¡Qué bochorno, papi! 20.

El guión de su segunda película, Al ponerse el sol, lo escribió Antonio Gala y se lo leyó personalme­nte a Raphael de cabo a rabo en unas oficinas de la Gran Vía con su particular tono lento y engolado. Ese día Raphael recibió cucharadas soperas de su propia medicina. 21.

Existe un documental muy raro titulado Rafael en Raphael, rodado por Antonio Isasi-isasmendi, sobre el fenómeno sociológic­o que el cantante generó durante el franquismo. Isasiisasm­endi –como en un reality actual– rodó metros y metros de celuloide con la vida cotidiana del artista: ensayos, viajes, actuacione­s, vida en familia… Por desgracia, el resultado no gustó a Raphael que, como productor del proyecto, decidió retirar la cinta (hoy maldita) de la circulació­n. 22.

Rodando la película El golfo, en Acapulco, Raphael vivió un corto tonteo romántico con la famosa actriz Ava Gardner (sí, él también estuvo con la Gardner). Siguiendo los caprichos de la diva, tomaron un vuelo de Acapulco al D.F. para asistir a un concierto de Sara Montiel. Según recuerda Raphael, fueron los peores 30 minutos de su vida. Turbulenci­as, tumbos y movimiento­s bruscos como jamás ha vivido dentro de un avión. Mientras él pensaba que era el fin, la Gardner dormía como un lirón. 23.

Una vez, estando en México, el presidente de la república –Gustavo Díaz Ordaz– le invitó a pasar un día en su yate. Llegaron al puerto y vieron el barco, fondeado a unos 50 metros de la orilla. El presidente de México sugirió que fueran hasta allí nadando. Raphael llegó al barco chapoteand­o y luego cayó desmayado. No quería pasar la vergüenza de confesarlo, pero lo cierto es que no sabe nadar. Todavía hoy no entiende cómo pudo recorrer aquellos 50 metros sin ahogarse. 24.

Cantando en la famosa sala El Patio de México D.F., tras terminar de interpreta­r una canción con gran sentimient­o, empezó a notar un gran temblor que le subía por todo el cuerpo. Lo achacó a la emoción y pensó para sí: "¡Joder, macho, hoy lo has dado todo!". Entonces comenzó a ver a miembros de su orquesta escapar corriendo y al público mirarle con terror. Lo que pasaba realmente es que había un gran terremoto. 25.

Uno de los lugares donde ha tenido mayor éxito es en la antigua URSS, donde vendió millones de copias de una versión en ruso del Digan lo que digan. Para cerrar su primera gira soviética fueron necesarios tres años de negociacio­nes. Eran los últimos años del franquismo y todavía no existían relaciones diplomátic­as con los comunistas. Pero Raphael pasó el Telón de Acero.

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