GQ (Spain)

Salpicado de éxito

A base de zombis y suspense, MANEL LOUREIRO se ha colado en las casi inalcanzab­les estantería­s de EE UU.

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Algo menos del 3% de los libros que se publican cada año en EE UU es obra de escritores no nacidos en territorio yanqui. Es decir, solo un pequeño puñado de foráneos logra colocar su trabajo entre ejemplares de los implacable­s James Patterson, Dan Brown o John Grisham. Uno de los pocos españoles que lo ha logrado en losúltimos­años–ademásdeca­rlosruiz Zafón y algún que otro afortunado– es Manel Loureiro (Pontevedra, 1975).

La historia de este abogado reconverti­do en autor superventa­s parece sacada del guión de alguna película made in Hollywood de superación personal: en 2005 abrió un blog en el que narraba los pormenores de un hipotético apocalipsi­s zombi y la bitácora triunfó de tal manera que Dolmen

decidió editarla en papel dos años más tarde con el nombre de Apocalipsi­s Z. Ya en 2010 llamarían a su puerta los responsabl­es de Plaza & Janés porque querían publicarle las dos siguientes entregas de la saga. Poco después llegaría Amazon –donde lanzó en inglés su primera obra, que llegó a superar en número de textos vendidos al mismísimo Stephen King– y Planeta, con la que ha publicado sus dos trabajos más recientes, El último pasajero y Fulgor (este último llegó a las tiendas el pasado septiembre).

¡Guau! El tipo cambia de profesión y en apenas una década escribe cinco novelas y pasa de ser leído por un puñado de internauta­s ávidos de historias de terror y suspense a ocupar millones de mesitas de noche al otro lado del mundo. Al contrario de lo que pudiera parecer, esta transición, vertiginos­a incluso para el más osado, le ha clavado todavía más los pies al suelo, tal y como admite el propio Manel: "Mi primer libro estaba destinado a ser leído por unos cuantos lectores; ahora tengo que escribir para millones de personas. No siento presión por el cambio, sino responsabi­lidad, porque todos ellos te están exigiendo que, por lo menos, mantengas el nivel de tu trabajo anterior".

¿Y de dónde surge la inspiració­n, la chispa, que mantiene el listón a la altura que su público le demanda? "Las historias nacen en los sitios más insospecha­dos y en las circunstan­cias más extrañas. Si se supiese de dónde salen las ideas que dan las novelas, los escritores seríamos tíos absolutame­nte prescindib­les porque en las editoriale­s habría máquinas que estarían constantem­ente escupiendo best sellers perfectos", bromea, al tiempo que nos cuenta la situación de la que surgió el flashazo que desembocó en Fulgor: "Iba conduciend­o de noche por una carretera de montaña de Galicia escuchando Folsom Prison Blues, una canción de Johnny Cash que dice lo siguiente: 'Disparé a un hombre en Reno, simplement­e para verle morir'. Esta línea me pareció terrible, de una deshumaniz­ación total, y justo cuando la estaba escuchando noté una sombra que se movió junto a mi coche durante 100 o 200 metros. No sé qué era, un animal quizá, pero la mezcla de ambas imágenes me pareció tan poderosa que tuve que parar en una cuneta para anotar lo que acababa de percibir. Al día siguiente leí esta anotación y supe que ahí empezaba mi siguiente novela".

MANTIENE SU INDEPENDEN­CIA

Afortunada­mente para los que le siguen (seguimos) desde su pelotazo zombi, Manel no se ha visto obligado a cambiar su estilo para contentar a sus nuevos y poderosos editores: "Además de Planeta en España, trabajo con otras 15 o 16 editoriale­s por todo el mundo. Cada una es diferente a la otra, pero lo cierto es que todas me dejan escribir con mucha libertad porque entienden que lo que yo hago les funciona". Eso sí, Manel tiene claro que no trabaja para contentar a una empresa, sino a todos aquellos que de verdad le quieren leer: "Cuando escribo hago un pacto con el lector. Él me ofrece su tiempo y dinero y yo me comprometo a entregarle una experienci­a emocional, a cogerle de la mano y subirle en una montaña rusa y a darle 500 páginas que no va a querer dejar de leer hasta que no se hayan acabado. Y siempre intento que la inversión de tiempo y dinero que ha hecho en mí le haya valido la pena". Un joven abogado –qué casualidad, como Manel– lleva una vida tranquila en una pequeña provincia española hasta que un extraño incidente que tiene lugar en un país del Cáucaso termina convirtién­dose en una epidemia global.

"Cuando escribo hago un pacto con el lector. Él me ofrece su tiempo y dinero y yo me comprometo a darle 500 páginas que no va a querer dejar de leer"

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