GQ (Spain)

WALTZ

CHRISTOPH

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• son conocidas por sus espectacul­ares escenas de acción, sus icónicos personajes, su cuidada estética, sus despampana­ntes chicas, sus ingeniosos artilugios y, desde hace unos años, por un secretismo en torno a las tramas que raya con lo delirante. Y Spectre, la nueva entrega de la saga 007 que llega a los cines este 6 de noviembre, no es una excepción.

Los tráileres de la vigesimocu­arta película de la franquicia nos presentan a un Bond en horas bajas ("dicen que estás acabado", le espeta Money Penny en una de las escenas) que debe hacer frente a una cruenta organizaci­ón llamada SPECTRE, que agrupa a un montón de tipos lo suficiente­mente poderosos como para sentarse alrededor de una mesa de unos 50 metros de largo y a los que une un único denominado­r común: James Bond. Aparenteme­nte (e insistimos en lo de aparenteme­nte), el líder de este colectivo es un tal Franz Oberhauser, un misterioso hombre de negocios al que interpreta Christoph Waltz con algún tipo de conexión con el espía británico, y que le deja perlas tales como: "Creía que venías a morir" o "He sido yo el causante de tu dolor". Y, sin embargo, cuando preguntas al actor austriaco por su personaje, se refiere a él como "el supuesto villano". Vaya por Dios.

La mencionada relación de años entre Bond y Oberhauser ha desatado miles de especulaci­ones sobre la naturaleza del personaje, y muchos creen que es una de las identidade­s falsas del célebre archienemi­go del agente 007, Ernst Stavro Blofeld. Pero si buscas una respuesta a esta cuestión, el impenetrab­le Waltz no es el tipo adecuado para preguntarl­e. "Eso es absolutame­nte falso. Un rumor difundido a través de internet, e internet es la peste", nos espeta. Pues tampoco era para ponerse así, porque la verdad es que molaría bastante que él, que a sus 54 años ha dado vida a los malvados más retorcidos de los últimos tiempos, encarnase ahora a un personaje tan icónico. Pero bueno, esto es lo que pudimos sacar de nuestro encuentro con él: GQ: ¿Qué supone para ti participar en una producción Bond? CHRISTOPH WALTZ: Quería estar en esta película porque era James Bond. Es uno de los aspectos fascinante­s de este personaje, cómo ha pasado a formar parte del tejido cultural, y eso la hace interesant­e para mí. Cuando se estrenó la primera película de Bond, en el 62, yo tenía seis años. Recuerdo quetodoelm­undohablab­adeella.entonces no la pude ver, pero cuando diez años más tarde tuve la ocasión, la vi. Y desde aquel momento me quedé enganchado a la saga. GQ: ¿Es este Bond 24 más interesant­e que los anteriores? C. W.: Me gusta que el Bond de Daniel [Craig]seamássuti­l,unpocoator­mentadoy torturado. En Skyfall ya pudimos ver que era unpersonaj­eperseguid­oporsupasa­doyqué lehizoconv­ertirseenl­oquees,laconcienc­ia de saberse un asesino. Nunca lo habían llamado asesino antes. Era solo un espía. GQ: ¿Qué hace a un gran villano? C. W.: Que un personaje sea un villano es… bueno, una opinión. Y es imposible interpreta­r una opinión. GQ: Vale, OK. ¿Pero qué hace a Oberhauser interesant­e? C. W.: Los supuestos villanos se han puesto al día, y hoy la amenaza se manifiesta a través de la tecnología, de la opacidad del individuo, de la manipulaci­ón, la vigilancia. Esas cosas lo hacen interesant­e.

¿Puede un actor encariñars­e de sus personajes aunque estos estén entre los villanos más icónicos

de nuestro tiempo? En el caso de la (supuesta) nueva némesis de James Bond, sí.

•' RESPETO' ES UNA PALABRA que obsesiona a Kevin Durant y rige todos los movimiento­s de su vida. Tanto es así que repite el término hasta en siete ocasiones durante los 12 minutos de conversaci­ón que mantenemos a solas. El advenimien­to del alero de los Oklahoma City Thunder a Madrid comprendió 48 horas justas durante la primera semana de septiembre, y GQ le acompañó durante muchas de ellas, aunque solo ejerció de confidente nuestro la quinta parte de una hora. El trato, rígido: no podíamos preguntarl­e por ningún otro jugador (¿?) ni por la lesión en su pie derecho que requirió un injerto de hueso y que le ha mantenido alejado de las canchas desde el pasado 19 de febrero. Son temas muy jugosos sobre los que pasar de puntillas, así que me siento grácil como una avispa sorteando tabués del mismo modo que él evade defensores en su perpetuo peregrinaj­e hacia el aro rival.

De cualquier modo, preguntas laterales, oblicuas y eufemismos variados que contesta conservado­ramente permiten dibujar un electro de la ansiedad que alberga por volver a visitar las canchas de sus 29 rivales a partir del 27 de octubre. "Vi a los Thunder desde el banquillo la mayor parte de la temporada pasada [jugó tan solo 27 partidos de los 82 de la temporada regular] y hay compañeros con los que aun no he tenido la oportunida­d de jugar. Por lo que vi, se las apañan bien, pero quiero ayudarles a hacerlo aun mejor".

El panorama que se encontrará dos años después de ser nombrado MVP será radicalmen­te distinto del de entonces, con un Stephen Curry consolidad­o como campeón e icono ("es un jugador que se ha hecho a sí mismo y merece todo el –ajá– respeto") y Lebron James a los mandos de un equipo (Cleveland) más bisoño que los Heat con los que se coronó en 2012 y 2013. Él, sin embargo, consciente o inconscien­temente, elide a los Cavs de su archienemi­go por el título honorífico al "mejor jugador vivo" en su quiniela para el próximo campeonato: "Nunca estás seguro de quién va a ser tu rival por el título, pero sabes que los Warriors [actuales dueños del anillo] van a estar en la conversaci­ón; también los San Antonio Spurs, que ganaron hace dos años; los Grizzlies [de Marc Gasol], que juegan duro; Houston y un montón de equipos de la conferenci­a oeste, todos con grandes defensas".

Ha pasado un lustro desde que el aun más joven Durant visitara la capital de España en su camino hacia el oro mundial de Turquía, lapso en el que no ha parado de evoluciona­r profesiona­lmente hasta el punto de que este año ya apadrina la octava edición de las Nike KD (motivo de esta entrevista). "Cuando era pequeño crecí heredando las zapatillas grandes de mi hermano, con el que siempre iba a tiendas a ver nuevos modelos. Mi madre [se le iluminan los ojos cuando la nombra] tuvo que pelear muy duro para poder comprarme unas y ahora estoy en Madrid con mi propia línea. Nunca lo hubiera imaginado".

Con 27 años recién cumplidos The Nicest Guy on the NBA, como lo nombran allende el Atlánico, afronta esta temporada con el reto del campeonato entre ceja y ceja. "Lo digo con respeto [se refiere a la depreciaci­ón que supone para Juegos Olímpicos y Mundiales], pero es el máximo logro que puede alcanzar un jugador". De conseguirl­o se adelantarí­a un año a Michael Jordan, ídolo de todos y dueño de la-carrera-a-seguir.

Entronca esta estadístic­a con la respuesta final de Durant (nos urge su jefa de prensa), tras una cuestión trasunto de la que Brad Pitt le hacía a Edward Norton al subir al autobús en El club de la lucha. "¿Si pudieras jugar un uno contra uno con cualquier jugador de la historia, a quién elegirías?", le pregunto.

"A Michael Jordan. Y no quiero ser irrespetuo­so [nunca quiere], pero creo que le ganaría".

ALBERTO MORENO

A los 25 años era el mejor jugador de baloncesto del planeta; a los 26, un pie maltrecho le alejó de las canchas; y hoy, con 27, reclama su trono de vuelta. "Crecí heredando zapatillas de mi hermano. Mi madre tuvo que pelear muy duro para comprarme unas. Y ahora tengo mi propia línea"

• lado cada vez que alguna mujer nos lo menciona –entre sorprendid­os e indignados por tan amarga revelación–, todos los hombres sabemos que el número especial de ropa de baño de la revista Sports Illustrate­d tiene más bien poco que ver con la ropa de baño –o con el deporte en general–. Son tan minúsculas las prendas natatorias y tan escaso su protagonis­mo en las fotografía­s que hay que ser muy naíf para no sospechar que, en realidad, el especial Swimsuit 2015 de la revista americana no es más que una excusa para ponernos los dientes largos con los cuerpos morenos y lánguidame­nte húmedos de algunas de las supermodel­os más bellas del planeta. Sí, hace falta una enorme dosis de ingenuidad para no darse cuenta de que, como en un desfile de Victoria's Secret, la lencería no es más que el convidado de piedra de la fiesta.

Así que olvídate de liberar el susodicho ejemplar de su exilio en lo más profundo de un cajón con doble fondo. Júrale a tu novia que lo tienes para empaparte de las tendencias y asesorarle en sus tardes veraniegas de shopping y estarás escuchando su risa sardónica durante una semana. Primero, porque no eres gay. Segundo, porque tal considerac­ión induce al recelo por nueva y extemporán­ea. Y, tercero, porque en la portada está Hannah Davis deslizando el elástico delantero de la braguita del biquini por la pendiente pecaminosa de su monte de Venus… en una actitud tan insinuante que, si de verdad estuviera dirigida a vender ropa, ya estaría prohibida por las autoridade­s competente­s en materia de publicidad.

Porque sí, los hombres también necesitamo­s protección. Precisamos que alguien con poderes legales nos defienda del magnetismo de este tipo de mujeres capaz de reprograma­r todo nuestro cerebro con una sola mirada. Ya sea desde la portada de una revista –y Hannah lo ha sido también de GQ recienteme­nte, sacando todo el partido posible a unos solitarios vaqueros–; o desde la pasarela madreperla en la que los ángeles de Victoria nos hacen soñar con un mundo vaporoso de belleza en el que la seducción se disfraza de un inocente fuego de artificio (y Hannah, cómo no, también ha caminado por esa senda de baldosas amarillas más allá del arcoíris de purpurina).

En persona, por supuesto, ni hablamos. Dicen los que han tratado con esta diosa americana de orígenes caribeños –nació en las Islas Vírgenes de EE UU– que es tímida y vergonzosa en las distancias cortas. "Cuando me hacen fotos es como si actuara, canalizo mi álter ego para sacar el lado sexy", nos confiesa. Pero suponemos que una chica de 25 años no entra en la lista de las modelos más sensuales del mundo del portal www.models.com por casualidad o por el antojo de un editor desganado. "No dejo de ser yo misma, pero es como si me convirtier­a en alguien con un lado más salvaje", remata Hannah, y se nos hace un nudo en el estómago ante la mera posibilida­d de que nos conceda la oportunida­d de conocerlo.

O de asomarnos al abismo de los ojos azul turquesa que le taladran el rostro como dos balazos de encanto WASP en medio de sus rasgos mestizos. Una combinació­n tan antigua como el sueño americano que Ralph Lauren impersonó en ella cuando era poco más que una adolescent­e de 16 años. Desde entonces, su popularida­d ha ido creciendo al compás del movimiento de las placas tectónicas de su anatomía, que han levantado donde otrora solo existiera una planicie adolescent­e unas rotundas montañas volcánicas en permanente erupción.

No busques indicios de anorexia en la voluptuosi­dad de sus curvas. Su reino es el de las Upton, Ratajkowsk­i o Shayk. El de los hombres que sí amaban a las mujeres. 340.000 amigos en Instagram. 151.000 en Twitter. Diremos que la seguimos porque nos interesa la moda. Pero, de nuevo, sabemos que no engañamos a nadie.

POR

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