En un momento dado
En el fútbol, la suma de velocidad e instinto de conservación dan como resultado el nombre de Johan Cruyff. No hubo otro futbolista como él dentro de los campos de fútbol. Tampoco fuera. Holandés de figura flaca y dotado con unas piernas largas que parecían surgir de los mismos sobacos, este futbolista tuvo su juego y su sintaxis cuando anduvo por tierras catalanas, hace ya algunas décadas. Los más viejunos recordamos sus carreras. Eran lo más parecido al revoloteo de un pájaro que no se deja cazar por su manera viva de remontar el cielo.
Cuentan que antes de salir a jugar se fumaba un cigarrillo o dos. La nicotina se metabolizaba en su organismo de tal forma que, cuando Johan Cruyff agarraba la pelota y echaba a correr, nadie podía con él. Nadie. Luego estaba lo otro, el instinto de conservación, pues Cruyff era capaz de ver la pierna del contrario antes de que el contrario entrase con la patada. Saltaba por encima, salvando tobillo, espinilla y bisectriz ante la mirada atónita del defensa. La consigna "lesionar a Cruyff" se convirtió en una obsesión de los