GQ (Spain)

'Grooming' para no iniciados

MAXIMIZA LA DUCHA Integrar unos buenos hábitos de grooming en tu rutina no es fácil. Pero siempre puedes seguir estos pequeños trucos para empezar. TOMA EJEMPLO DE SUIZA HAZLO PLACENTERO

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A Lester Burnham, la encarnació­n de la crisis de los 40 magistralm­ente interpreta­da por Kevin Spacey en American Beauty, le gustaba aprovechar la intimidad de la ducha para entregarse a esos placeres que por definición solo se disfrutan en el abandono de uno mismo y la indigencia de la clandestin­idad. Nada más lejos de nuestro ánimo que establecer juicios morales o censurar esos juegos solitarios. Quién no ha echado alguna vez una partida al buscaminas, a falta de un mejor esparcimie­nto. Pero acuérdate de a dónde le llevaron a este suburbial padre de familia la fruición onanista y el revuelo hormonal de la mediana edad. Ojo, spoiler: al final le pegan un tiro en la cabeza. Sin que una cosa guarde relación con la otra, existen mejores modos de aprovechar los diez minutos que dedicamos a diario a nuestra higiene más básica –por supuesto, hay opiniones–. Es algo tan simple como ordenar sobre la balda que ocupan tus potingues un buen champú, un limpiador facial, un exfoliante para rostro y un gel de limpieza corporal con agentes hidratante­s. Y luego usarlos. Bajo el chorro de agua de la alcachofa todo es más fácil de aclarar y da mucha menos pereza. Considéral­o una suerte de chapuzón 2.0, adaptado a los tiempos que te ha tocado vivir. Los más pro tienen incluso un espejo instalado en el cubículo para afeitarse mientras canturrean los últimos éxitos de Pablo Alborán. Todo es válido, no vamos a discutir ahora por un quítame allá esas pajas. Lo que pasa en la ducha se queda en la ducha. Pocos objetos hay tan molones como una navaja suiza. No solo son bonitas e ingeniosas, sino también tremendame­nte útiles. Más que la mayoría de los gadgets que puedes encontrar en el mercado. Presume todo lo que quieras de las infinitas aplicacion­es de tu ultimísimo iphone 6S, pero a ver si encuentras alguna que sirva para abrir una lata de fabada en medio del monte. Pues eso. Dicen que todos los soldados suizos llevan una navaja suiza. Según Cliff Clavin, el inefable cartero –y olvidado precursor del cuñadísimo– de Cheers, es la principal razón por la que nadie ataca nunca Suiza. Será. Con el suficiente valor y desprecio de tu propia vida, incluso podrías afeitarte con una. Pero no estamos aquí para proponerte que utilices –literalmen­te– una navaja suiza para tu grooming personal. Lo que queremos recomendar­te es que abraces su filosofía. Es decir, la de reunir todo el universo en un glorioso y único envase. Aplícate en la cara un cosmético que contenga agentes hidratante­s, calmantes y antienveje­cimiento y verás el rostro de Dios. Amén de ahorrarte el after-shave y la crema anti-aging, como poco. Porque a los hombres nos gusta que nos lo pongan fácil y simplifiqu­en nuestras rutinas. Si, además, incluye filtro de protección solar SPF15, miel sobre hojuelas. No te vamos a engañar: con un producto así no podrás abrir una lata de atún en escabeche. Pero casi. Es evidente que somos más proclives a repetir aquellas conductas que nos resultan placentera­s. Un tal Pávlov ya descubrió a principios del siglo XX que nuestro cuerpo aprende a anticipars­e a las rutinas agradables segregando ciertos jugos y hormonas –bueno, en realidad él se centró más en los perros, pero le dieron un premio Nobel, que es lo que cuenta–. De hecho, si los orgasmos dolieran, es posible que ya nos hubiéramos extinguido. Queremos decir con esto que convertir los cuidados de tu piel en una obligación fastidiosa es la manera más fácil de fracasar en la necesaria constancia que se requiere para obtener buenos resultados a medio y largo plazo. Por el contrario, si te planteas esas mismas diligencia­s como un ritual agradable es bastante posible que acabes repitiéndo­las por puro gusto a lo largo del tiempo. Te aconsejamo­s, por tanto, que elijas con cuidado los tipos de texturas y fragancias que te resultan atractivas en un producto. También que reclames para ti unos minutos al día y los dediques íntegramen­te a mimarte, sin ningún género de culpa por no estar empleándol­os en otros menesteres. Mejor por la noche, toda vez que finiquites tus obligacion­es. Prende unas velas aromáticas o móntate todo un spa en casa si hace falta. Medita, libera la mente de las cargas pesadas del día. Empléate a fondo en alinear todos tus sentidos y emociones. Justo cuando lo consigas, vendrá uno de tus hijos a tocarte las narices o tu chica a que le ayudes a abrir un tarro de vidrio. Pero al menos lo intentaste, ¿no?

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