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El Instagram de Luis Candelas FIRMAS GQ

ESTE MARZO NOS HAN AYUDADO

- DANIEL ENTRIALGO Director de GQ @danielentr­ialgo

LLEVABA PATILLAS HIRSUTAS Y ACARACOLAD­AS, pañuelo anudado bajo el calañés, faja roja, calzón de pana, capa negra y calzado de mucho tirar. Le gustaba vestir bien y lucir buenos modales, aunque era de pronto díscolo y alborotado­r. A su paso, las mujeres caían presas de un soponcio irresistib­le y a los hombres –en el ánimo– les producía más miedo que envidia, ya que además de todo lo anteriorme­nte dicho manejaba la faca albaceteña con primor. Para unos no fue más que un vulgar bandolero –apuesto y canallita, eso sí–; para otros, el primer playboy moderno de la historia de España. Regalaba los oídos de las señoras pudientes con tal florido verbo y gallardía que luego conseguía vivir de ellas a su costa –y muy bien– como buen truhán castellano. Entre sus más famosas conquistas se halló Lola la Naranjera, amante del mismísimo Fernando VII, la cual le sacaría –gracias a sus influencia­s– de más de algún problemill­a. Era Luis Candelas una especie de Robin Hood castizo que robaba a los ricos para repartirlo entre los pobres, aunque la leyenda pese a veces más que la historia real.

Su currículo en cualquier caso muestra algunas hazañas realmente curiosas. Le expulsaron de la escuela de niño porque un clérigo le soltó una bofetada y él respondió dándole dos. A los 15 años fue detenido por primera vez por deambular a altas horas de la madrugada –con aviesas intencione­s– por la plaza de Santa Ana (un pionero de la marcha madrileña). Y ya de adulto, logró construirs­e una identidad falsa –Luis Álvarez de Cobos, hacendista en el Perú– con la que engañaba a todos. Por el día, era un indiano adinerado y respetado por la sociedad. Por la noche, tras salir de incógnito por la puerta trasera de su casa –en el número 5 de la calle Tudescos–, se convertía en el rey de los bajos fondos. En sus robos y atracos jamás usaba la violencia, prefiriend­o la maña y la astucia. Cuando era apresado, duraba poco entre rejas, ya que nadie sabía camelarse como él a carceleros y compañeros de celda. Vamos, que el único gran delito que podemos achacarle a este pedazo de personaje es no haber tenido Instagram –¡fallo garrafal!– y habernos ido subiendo a la red sus andanzas en formato audiovisua­l. "He sido pecador como hombre, pero nunca se mancharon mis manos con sangre de mis semejantes", se defendió Luis Candelas poco antes de morir ejecutado. Le dieron matarile en la plaza de la Cebada, a garrote vil, en el año de 1837. Tan solo había conocido 33 primaveras, la edad de Cristo en la cruz.

A saber qué sería hoy de Luis Candelas si hubiera nacido en nuestra época. Le someterían al polígrafo en el Sálvame Deluxe, imitaría a Lola Flores en Tu cara me suena y quizás hasta le daríamos la portada de marzo en GQ. Dicen que sus últimas palabras fueron estas: –¡Adiós, patria mía…! Sé feliz. En eso, precisamen­te, no le hemos hecho mucho caso, ¿eh?

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