GQ (Spain)

El gran golpe

Luis Tosar presenta Cienañosde­perdón, una película de atracos para ciudadanos indignados.

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Fue una experienci­a muy intensa", recuerda Luis Tosar sobre sus tiempos de atracador. "Pasábamos de sudar con unas máscaras de plástico, porque hacía muchísimo calor en Argentina, a meternos en tanques de agua bien fría". Cien años de perdón, lo nuevo de Daniel Calparsoro –en cines el 4 de marzo–, es intensa también para el espectador: suspense, adrenalina y una trama enrevesada donde nadie es quien dice ser. Hablamos con su protagonis­ta de la pertinenci­a de la ficción criminal en tiempos revueltos.

GQ: ¿Por qué crees que el arquetipo de ladrón con conciencia sigue teniendo tanta fuerza entre el público? LUIS TOSAR: [Sonríe]. Solo hay que poner los informativ­os: lo único que vemos son presuntos delincuent­es que no tienen mucha conciencia. Gente que roba dinero público, con lo cual un personaje de ficción que pille capital privado, aunque no sea de la forma más ortodoxa, es algo así como la fantasía erótica de cualquiera. Creo que el subgénero de atraco de bancos sigue funcionand­o porque hay algo de la esencia del pirata en él: son ladrones y sabemos que eso no está bien, pero el estilo de Robin Hood siempre tiene un halo de justicia poética. GQ: Tras El desconocid­o, este es tu segundo thriller con un claro contenido político y social. ¿Consideras que el entretenim­iento no tiene por qué estar reñido con cierto compromiso con la actualidad? L. T.: Sobre todo, porque tenemos un caldo de cultivo tan rico… Todo lo que ha empezado a salir a la luz –escándalos políticos, corrupción, robo sistemátic­o dentro de las institucio­nes– hace que sea casi de ley que, a la hora de plantear un thriller, debas pasar por ahí. Es algo con lo que el cine norteameri­cano nunca ha tenido pudor. Noles ha salido urticaria por hablar de las deficienci­as de su sistema. Y, sin embargo, es un país con un alto sentido del patriotism­o. GQ: ¿Quizás a consecuenc­ia de ello? L. T.: Sí, pero en España solemos ser un poco respetuoso­s con ese tema del que tanto se habla estos días: la democracia. Se nos llena la boca con esa palabra, y yo creo que todavía no entendemos muy bien de qué va. Entrar en ello a través de un thriller es una forma más cómoda de hacérselo llegar al público. Cien años de perdón es una película donde todos los personajes tienen algo oscuro, luego es un mundo delictivo retratado desde dos ópticas diferentes: la de los atracadore­s, que dedican su vida al crimen, y la de los poderosos, que llegan a un lugar donde se les han puesto las cosas en bandeja y no han dudado en poner el cazo. Una vez más, los informativ­os nos dan todos los ingredient­es para hacer un thriller de nuestros tiempos. GQ: Ahí es donde entra el guionista Jorge Guerricaec­hevarría. ¿Qué te aporta como actor, aparte de dos personajes tan diferentes como el de Celda211 y este? L. T.: El privilegio de trabajar con un guión suyo es que ya te encuentras con un materialmu­yavanzado. Esa precisión se encuentra en pocos guionistas: Jorge solo te da a leer algo cuando está muy cerca del objetivo, con lo cual es un placer poder sentarte a leer una peli de atracos. Además, había un personaje con una instrucció­n muy clara: era gallego. Uno se imagina lo que le están ofreciendo ya en la primera lectura [risas]. GQ: ¿ Y cómo fue rodar con Daniel Calparsoro? ¿Tan tenso como se ve al otro lado de la pantalla? L. T.: Daniel es una bestia parda, básicament­e. Es un tipo muy gracioso en rodaje, porque no para. Debe de tener algún tipo de hiperactiv­idad, pero además hay que sumarle esta cosa vasca de gran oso, pero muy noble y buena gente. Al final, todo eso imprime un ritmo potente a la hora de trabajar: no hay tensión, para nada, pero sí tiene muy claros cuáles son los momentos en los que hay que estar arriba. Lo que más admiro es su velocidad: con él, se rueda mucho todo el rato. GQ: ¿ Y con Rodrigo de la Serna, tu compañero de reparto y atraco? ¿Cómo lograsteis esa sensación de camaraderí­a tan profunda con tan pocos recursos? L. T.: Tuvimos un buen tiempo de ensayos, porque fue algo en lo que Daniel insistió mucho. Llega un momento en el que el pasado que compartier­on nuestros personajes es trascenden­te en la historia, así que era importante transmitir esa magia al espectador. Dos tipos que se odian tanto y es porque, de alguna manera, se quieren. GQ: ¿ Se ha perdido un tipo de cine comercial que, como Cienañosde­perdón, se atreva a jugar la carta de la ambigüedad moral? L. T.: El tramo final quizá sea el más pegado a la realidad, porque el bien y el mal siempre son conceptos un poco inexactos. Es difícil decir quién es culpable y quién es totalmente inocente. Si te pillan atracando un banco, es evidente. ¿Pero qué pasa cuando metes la mano dentro de la caja? Ycomo tampoco hay demasiadas sentencias judiciales que nos guíen, al final le correspond­e a cada ciudadano decidir, aunque solo sea para manejarse, quién es el malo y quién es el bueno. El sistema no lo pone nada fácil, así que creo que la película recoge un poco esa indefinici­ón y ese ambiente casi de paranoia que se nos muestra a diario.

"El cine de atracos tiene algo de la esencia del pirata. Hay un halo de justicia poética en el estilo de Robin Hood"

protagoniz­ado por un

creado por Michael Chabon en 1995 para dar voz a un profesor de literatura enrocado en la escritura de su presunta obra maestra. Un flipao.

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