GQ (Spain)

Taylor Swift

CHICA CARAME LA LO

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Eso es un paparazzi", comenta Taylor Swift al salir del restaurant­e mientras señala hacia un coche gris. Su equipo de seguridad sugiere que probableme­nte se equivoque, ya que no hay forma de que un paparazzi haya podido encontrarn­os en este local sin glamour ni pretension­es. Pero como ocurre con casi todas sus deduccione­s, Taylor tiene razón: el hombre del coche nos está haciendo fotos. Esto le molesta… pero solo un poco.

Estamos en el sur de California. Nos metemos en la parte trasera de un gran Toyota y ponemos rumbo a la residencia de Taylor Swift en la Costa Oeste, que se encuentra en una zona rural de Beverly Hills. El coche gris nos sigue a través de Franklin Canyon. No obstante, Swift saca de repente su móvil y empieza a enseñarme imágenes del rodaje de su vídeowilde­st Dreams. "Quería que este vídeo fuese sobre el making of de una película de 1950 rodada en algún sitio de África", explica. A Swift se le ocurrió la idea después de leer el libro de Peter Evans Ava Gardner: las conversaci­ones secretas. La premisa del videoclip (coprotagon­izado por el hijo de Clint Eastwood) es que, dado que las redes sociales no existían en los años 50, era imposible que los actores no se enamorasen entre ellos si rodaban solos en África, ya que no había nadie más con quien hablar y relacionar­se.

Charlamos un poco sobre libros. Swift comenta que escribió una novela no autobiográ­fica cuando tenía 14 años que se titulaba A Girl Named Girl (Una chica llamada Chica) y que sus padres todavía la conservan. Le pregunto de qué trataba, y su recuerdo sobre el argumento esmuydetal­lado: "Trata sobre una madre que quiere tener un hijo pero que sin embargo da a luz a una hija". Poco después, la familia de Swift se mudaría de Pensilvani­a a Nashville para lanzar su carrera musical. Pregunto si puede llegar a imaginarse qué habría pasado si nunca se hubiesen mudado y si nunca se hubiese convertido en artista. "Habría ido a la universida­d y probableme­nte estaría metida en algo relacionad­o con marketing, donde las palabras y las ideas dominan", afirma. Según mecuenta esto, suena su teléfono. La pantalla dice que la llamada es de J. TIMB. "Oh, Dios mío, ¿Justintimb­erlake?". Su sorpresa no parece artificial: "¿Puedo cogerlo?".

Responde a la llamada. El volumen de su teléfono está lo suficiente­mente alto para que yo pueda escuchar las dos partes de la conversaci­ón. Swift le explica que va de camino a casa, pero que no puede quedarse allí porque tiene albañiles trabajando en todas las habitacion­es. "¿Has visto alguna vez Esta casa es una ruina?", pregunta Timberlake. Ella dice que no, así que Timberlake le hace un resumen. Después, Swift le pide al conductor que pare a un lado de la carretera porque se está quedando sin cobertura a medida que vamos entrando en el cañón. Casualment­e, el paparazzi del coche gris pasa de largo.

La conversaci­ón dura casi 15 minutos (lo cual es curioso, ya que estoy sentado a su lado tomando notas). Finalmente, Justin Timberlake deja caer que el motivo de su llamada es porque quiere cantar con ella la canción Mirrors en el último concierto de su gira en el Staples Center. (Al final de cada concierto, Swift invita al escenario a un invitado sorpresa). Ella reacciona a esta noticia como lo haría una adolescent­e, y cuando termina la llamada me mira y dice hasta cuatro veces y subiendo cada vez más el volumen:

–¿No es una locura?

Yo, en cambio, tengo otro pensamient­o: no, no es ninguna locura. En realidad me parece todo lo contrario. ¿Por qué no querría Justin Timberlake actuar con la mayor artista de América para una audiencia de 15.000 personas? Estaría mucho más sorprendid­o si hubiese llamado para decir que no quiere cantar con ella. Pero entonces recuerdo que Swift tiene 25 años y que todos sus valores se basan en experiment­ar (e interpreta­r) cómo de loca sería su vida si fuera igual que la del tipo de persona que podría comprar una entrada para ese mismo concierto. Así que caigo en que ella está teniendo más perspectiv­a que yo; es decir, Taylor Swift vuelve a tener razón: toda su vida es una locura.

ella escribe sobre su vida tan abiertamen­te que el oyente se siente obligado a pensar también en la persona (y no solo en la artista) si quiere apreciar su trabajo en toda su dimensión. Es su mayor poder: la habilidad para combinar su música y su vida tan profundame­nte que ambas esferas sean interesant­es para todos al margen de las implicacio­nes emocionale­s que puedan conllevar. Swift sabe perfectame­nte que esto está ocurriendo, pero no puede admitirlo de un día para otro porque este tipo de cosas solo funcionan cuando parecen accidental­es.

GQ: Incluso críticos serios y respetados comentan aspectos sensaciona­listas de tu vida… ¿Te parece injusto? ¿Escribiend­o sobre ti misma en un tono tan confesiona­l esperas que los oyentes vean tu música tal y como tú la concibes? TAYLOR SWIFT: No creo que sea ninguna injusticia que la gente comente sobre mi música y especule sobre cuánto hay de cierto en mis canciones. El hecho de que nunca haya confirmado ni desmentido nada me hace sentir que todavía tengo un as en la manga, algo de poder sobre lo que la gente diga. Si echo un vistazo a mi vida y me paro a pensar en lo que está siendo, me diría: "He conseguido actuar en estadios de fútbol de todo el mundo y agotar las entradas. He conseguido llamar a mis artistas favoritos y pedirles que actúen conmigo y que la mayoría de las veces me digan que sí. He conseguido salir en la portada de esa revista"… y sé que todo lo que tengo lo he logrado porque escribo canciones sobre mi vida, así que sería un poco injusto simequejar­a por cómo se está tratando este tema. GQ: Pero no pregunto si es justo o injusto, estoy preguntand­o desde una perspectiv­a estética. ¿Pensar en tu vida real es imprescind­ible para apreciar tu música? ¿Tus canciones podrían disfrutars­e de la misma manera si nadie supiese cómo eres en realidad? T. S.: Shake It Off es una de mis canciones más exitosas y no hay nada personal en ella ni implícita ni explícitam­ente. Da igual "si me quedo despierta hasta tarde", solo pensé que sonaba bien esa frase. GQ: ¿Alguna vez te has frenado a la hora de escribir una letra de ficción porque te asustaba que fuese interpreta­da como una experienci­a real? T. S.: No. Algunas de las cosas que escribo (como la canción Blank Space) son sátiras. Te tomas la licencia de crear historias que van más allá de la vida. Puedes escribir cosas como: "Estaba borracha de celos pero volverás siempre que te deje, porque querido, soy una pesadilla que va vestida como un sueño". Ese no es mi planteamie­nto sobre las relaciones, pero… ¿no es genial escribir la historia de una chica que está loca pero es seductora, glamurosa, chalada, manipulado­ra? Ese era el personaje que sentía que la prensa había creado basándose en mí y durante mucho tiempo me molestó. Me lo tomé como algo personal, pero cuando pasó el tiempo me di cuenta de que era una situación divertidís­ima. haces se saca de contexto. Y no está bien, porque de repente hay una opinión mayoritari­a que no refleja con exactitud la forma en que realmente vives tu vida. Así que no entré en internet durante un año y medio. Incluso olvidé mi contraseña de Instagram. Pero ahora entro y veo lo que está pasando porque estas historias yanomemole­stan. De hecho, hasta hago un seguimient­o de lo que la gente dice sobre mí para ver por dónde van los tiros. Por ejemplo, en 2010 decían que era demasiado joven para recibir tantos premios y en 2013 que escribía canciones sobre chicos como venganza y porque estaba loca y era problemáti­ca. Este año segurament­e surja alguna crítica nueva".

Este nivel de madurez personal es proporcion­al a la imagen que Swift proyecta como personaje público. Ella ofrece la continua sensación de que nada en su carrera es accidental y que toda su vida está profundame­nte calculada. No es raro que las jóvenes estrellas provoquen estas impresione­s, pero lo que diferencia a Swift es su independen­cia. No hay ningún aprovechad­o dirigiendo su carrera ni ninguna madre empujándol­a hacia los focos: ella tiene todo el control de su propia realidad.

"Solía ver Behind the Music [programa de televisión que explora el lado menos conocido de bandas y solistas venidas a menos] a diario", dice (su capítulo favorito es el de los Bangles). "Mientras otros chicos veían programas normales yo veía Behind the Music. Y veía lo bien que lo hacían estos grupos y me preguntaba qué pudo salir mal. Aun pienso mucho en ello. Y, en mi interior, llegué a la conclusión de que la falta de conciencia era siempre el motivo del declive y de la pérdida de relevancia y de ambición, así que intento tener esto siempre presente en mi día a día. No se trata de gestionar la

Hacia el final de nuestro almuerzome­ncionoalgo que sucedió hace varios años: por casualidad me encontré cenando con un antiguo conocido de Swift que despreocup­adamente la describióc­omo"calculador­a". Es el único momento en nuestra entrevista en el que ella parece mínimament­e nerviosa. Y está así porque odia la palabra 'calculador­a'. No soporta la forma en que ha llegado a estar atada a esta imagen. "¿Estoy hablando sin pensar?", pregunta retóricame­nte. "¿Algo de esto hubiese ocurrido si lo hiciese? En cierto sentido, sí pienso en las cosas antes

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