GQ (Spain)

La guerra del petróleo

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EL PRECIO DEL PETRÓLEO NO SUBE, las grandes empresas empiezan a estar de los nervios y sus expertos habían echado unas cuentas sobre futuros repuntes que no terminan de llegar. El año 2015 ha sido horribilis para Exxonmobil, Statoil, Chevron, BP, Royal Dutch Shell… tanto que, agárrate, han reducido un 78% sus beneficios. La gracia de que a los ciudadanos nos cueste más barato llenar el depósito ha llegado muy lejos. Ahora es un chiste malo que conlleva despidos y desinversi­ones. Pero ¿no quedamos en que un precio bajo del crudo era buenísimo para la economía? Sí, es correcto… hasta que pone en riesgo las inversione­s del gran capital en un entorno que hasta ahora siempre había sido rentable. El mercado está inundado de petróleo y lo lógico es cerrar el grifo y reducir la producción, pero no se hace. Cuando comenzó esta caída del precio los analistas apuntaban que el objetivo de la OPEP (Arabia Saudí, el peso pesado de la organizaci­ón de productore­s y dueño del grifo) era arruinar a la competenci­a, a esas nuevas empresas norteameri­canas que habían surgido en los últimos años gracias a técnicas de extracción como el fracking. Extraer petróleo y venderlo es un buen negocio si el precio de la materia es alto. Pero si es bajo, no compensa las grandísima­s inversione­s que supone sacarlo de las profundida­des del planeta. El problema está cuando pides un crédito gigantesco para montar una infraestru­ctura que solo sería rentable si el barril costase entre 60 o 70 dólares. Ahora está a 30 dólares el de referencia, el Texas americano. Y a 34 el Brent europeo. El balance: a febrero de 2016, un total de 48 empresas han quebrado en EE UU y Canadá. Existe el rumor de que los saudíes podrían asumir que el precio llegara a hundirse hasta los 5 dólares por barril. De ser cierto asistiríam­os a una nueva versión de la matanza de Texas, al día del juicio final para las gigantesca­s multinacio­nales y a la conmoción de los bancos que les prestaron dinero para los carísimos taladros que agujerean desiertos y océanos. ¿Hasta dónde llegará esta guerra? No sabemos. Lo que está claro es que, por ahora, los ciudadanos y el resto de los agentes de la economía estamos en el bando ganador.

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