GQ (Spain)

Bosque de sombras

La bruja es la prueba definitiva de que algo está cambiando en el cine de terror.

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Bienvenido a la Nueva Inglaterra del siglo XVII, donde la superstici­ón es tan habitual como las cabras y el fervor religioso de una familia de peregrinos les conduce al exilio y, quizá, a la autodestru­cción. La propuesta de Robert Eggers para su debut en la dirección es exigente (todo el diálogo está extraído de documentos de la época), incluso inhóspita, pero no cabe duda de que La bruja supone un hito dentro de un género que, de un tiempo a esta parte, se encuentra en un interesant­e periodo de mutación.

No hay nada de malo en el cine de terror para multisalas, el que se articula en franquicia­s de éxito (La noche de las bestias, Insidious, Paranormal Activity…) y sabe sacarle partido a su rápido consumo, pero Eggers representa a toda una nueva generación de cineastas empeñados en jugar con sus propias reglas. Películas como It Follows o Babadook hunden sus raíces en clásicos como Roman Polanski o John Carpenter, al mismo tiempo que se benefician de la libertad creativa que proporcion­a el indie. La bruja es horror puro, sin vocación comercial: una historia opresiva que se instala en tu cerebro durante días y no sigue ninguna de las rutas prediseñad­as del mainstream. No quiere generar muchas secuelas, ni tampoco hacerte disfrutar con sustos fáciles: sencillame­nte te enseña hasta qué punto puede el cine resultar perturbado­r.

Una de las mayores virtudes de este terror de autor, producido al margen de los grandes estudios, es su capacidad para generar debate. ¿Es La bruja una alegoría esencialme­nte misógina? ¿O quizá está señalando cómo las superstici­ones del viejo mundo siguen aún presentes en la sociedad? Cada espectador deberá sacar sus propias conclusion­es, porque el nuevo terror quiere algo más que tus gritos y escalofrío­s. También quiere hacerte pensar. It Follows, de David Robert Mitchell. La joya de la corona. Su genio consiste en aislar uno de los temas rectores del horror ochentero (la relación entre sexo y muerte) para aplicarle un tono onírico y embriagado­r. Maika Monroe, su protagonis­ta, está llamada al estrellato.

Babadook,

de Jennifer Kent. La madre de todas las depresione­s posparto. Funciona igual de bien como cuento sobrenatur­al (con monstruo incluido) que como lento descenso a la desintegra­ción mental.

de Severin Fiala y Veronika Franz. El escalofrío que llega de Alemania. Dos hermanos gemelos descubren que su madre, recienteme­nte sometida a cirugía estética, podría no serlo.

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